Golpe de escena en el mundo del arte, que acaba de resolver uno de los mayores enigmas de las últimas décadas: Leonardo da Vinci (1452-1519) nunca llegó a pintar la «batalla de Anghiari», colosal fresco que le comisionaron en 1503 para celebrar un triunfo de la república florentina, una obra que siempre se pensó que había desaparecido misteriosamente de las paredes del Palazzo Vecchio, del que solo quedaron dos «cartoni» (bocetos).
Es la conclusión a la que llegó un estudio multidiscilpinario presentado hoy en una conferencia organizada en Florencia por el director de la Galería de los Ufizzi de Florencia, Eike Schmidt -que también pudo verse en streaming-, en la que reconocidos expertos revelaron los frutos de una investigación de 600 páginas, basada en datos científicos, históricos y artísticos, que le puso punto final a décadas de controversias.
«La conclusión de esta rigurosísima investigación es increíble: de la pregunta fundamental de ‘¿dónde está la Batalla de Anghiari?’ se pasó a una pregunta muy distinta ‘¿existió alguna vez la batalla de Anghiari?’ Y la respuesta es que Leonardo nunca pintó esa batalla», aseguró Francesca Fiorani, docente de historia del arte de la Universidad de Virgina, Estados Unidos. «Hemos perdido una batalla, pero adquirimos un consenso sobre la investigación científica», agregó Fiorani, sin ocultar su satisfacción desde detrás de su barbijo.
La investigación, que duró décadas, quedó plasmada en un ensayo titulado La Sala Grande di Palazzo Vecchio e la Batalla de Anghiari di Leonardo da Vinci. Della Configurazione architettonica all’apparato decorativo. Realizado por un pool internacional de expertos y recientemente editado por Olschki, este volumen destruye la teoría que se presentó con bombos y platillos en 2012, según la cual el tesoro perdido de Leonardo había quedado oculto debajo del fresco sobre otra batalla, la de Marciano, realizado años más tarde por el pintor, arquitecto e historiador del arte Giorgio Vasari (1511-1574).
Entonces la administración comunal de Florencia, escandalizando a muchos y luego de «una lectura apresurada y parcial de las fuentes», agujereó ese maravilloso fresco para introducirle unas microsondas que, según se anunció más tarde, habían descubierto muestras de una composición química igual al pigmento negro existente en La Gioconda y en el San Juan Bautista, dos obras maestras de Leonardo que se encuentran en el Louvre.
Pero Vasari, un admirador de Leonardo, nunca escondió la Batalla de Anghiari.
«No existe ningún ‘negro de la Gioconda’. Existe una paleta y es el negro de Giotto, de Caravaggio o de Leonardo. En verdad, según un análisis realizado por Mauro Matteini, reconocido químico que también condujo análisis sobre la Última cena de Leonardo, esos resultados de 2012 hallados debajo del fresco de Vasari no corresponden a materiales pictóricos, sino a materiales comunes que se encuentran en cualquier pared antigua: es el negro de piedras, no es un pigmento», aseguró Cecilia Frosinini, historiadora del arte e investigadora del Opificio delle Pietre Dure de Florencia, uno de los máximos centros de restauración del mundo.
Fiorani también reveló otro hallazgo -fruto de cruces de datos científicos, de archivo y de reinterpretaciones- que confirma que Leonardo nunca llegó a pintar la Batalla de Anghiari, que evocaba la victoria que hubo en 1440 en la llanura de Anghiari entre Milán y la Liga italiana liderada por la República de Florencia.
«Los documentos que tenemos indican que a Leonardo solo llegaron a entregarle materiales como para preparar el muro, pero no materiales para pintar la Batalla de Anghiari. La preparación no funcionó y nunca pintó el fresco», sentenció la historiadora del arte.
Fue Pier Soderini, confaloniero vitalicio de Florencia, quien en 1503 le encargó al inventor y pintor toscano la realización de La Battaglia di Anghiari, en la Sala Grande del Palazzo Vecchio, entonces sede del gobierno de la república florentina, recordó el profesor y escritor Marcello Simonetta. Este puntualizó que esa sala, también llamada del Cinquecento, probablemente ya no existe ya que el edificio sufrió numerosas transformaciones arquitectónicas a lo largo de la historia, marcada en ese periodo por terribles luchas políticas. Como los demás disertantes lamentó, por otro lado, que la fascinación mediática que ejerce la figura del genio e inventor, sumada a las intrigas de la novela de Dan Brown, hizo que un detalle del famoso y ya mencionado fresco de Vasari de la batalla de Marciano creara una confusión terrible y fuera considerado un indicio del fresco perdido de Leonardo.
«Ahí se representa a Cosme de Médici que gana en 1584 una batalla fundamental para la reconquista de Siena y humilla al noble florentino Piero Strozzi. Y hay un estandarte donde se lee ‘cerca trova’ (busca, encuentra), expresión que se volvió lamentablemente un juego al enigma de una famosa novela de Dan Brown e influenció mucho la comprensión de la sala y del fresco de Vasari, sobre el que se ensañaron para buscar el fantasma del fresco de Leonardo», dijo, evocando los fallidos agujeros de 2012.
Simonetta explicó que en verdad el «cerca trova» que puede leerse allí no tiene nada que ver con el fresco supuestamente perdido de Leonardo, sino se trata de una «tomada de pelo» que Cosme de Médici, a través de Vasari, le dejó a su enemigo, el condottiero de la rica familia Strozzi, a quien quiso decirle que quien busca la libertad, la encuentra.
«La ignorancia historiográfica genera monstruos», comentó Simonetta, que como el resto del pool celebró de todos modos haber llegado, después de décadas, a la conclusión de que, en verdad el fresco de la Batalla de Anghiari nunca existió. Sí fue concebido y se convirtió en una leyenda metropolitana también debido a que en un momento el gigantesco cartón de presentación de la obra comisionada, realizado en colores y descripto como «una obra milagrosa», con caballeros y sus caballos retorcidos en una profunda torsión, fue enmarcado y colgado en una pared del Palazzo Vecchio. El cartón podía parecer un fresco, explicaron los expertos, que también recordaron que varios artistas realizaron copias, incluido Rubens (1577-1640), que reprodujo su parte central. Pero el enigma ahora está resuelto.
Fuente: La Nación