El artista plástico y poeta que comprendía que tenía que despojarse para encontrarse en una existencia silenciosa que armonizara con las leyes y la música de la naturaleza era un compañero que compartía el pan de la palabra en el camino. Como discípulo del artista alemán Joseph Beuys (1921-1986), estaba convencido de que todo hombre es artista.
El desacato fue su forma de irreverencia y rebeldía, el humus que le permitió burlarse del establishment artístico para inventarse otro sistema, donde vida y arte van de la mano, y construir otros circuitos de exposición y ventas desde la autogestión.
Remo Bianchedi, pintor y poeta nómada que tomó mil nombres, un buscador constante de sí mismo que se encontró, finalmente, en La Cumbre, Córdoba, falleció a los 74 años.
“Estuvimos pasando la tarde juntos, mirando una serie japonesa de la mano. Él no estaba bien desde hace un tiempo, y hace un mes había empeorado. Le digo. ‘¿Querés seguir viendo otro episodio?’ Y me respondió: ‘Tengo sueño. Quiero dormir’”, relató su pareja María Eugenia Romero.
Sobre sus últimos años, en una entrevista con Be Cult, el artista explicaba: “Escribir poesía, escuchar música, bucear las aguas profundas de la vida para reconocerlas y tratar de entender. Releer La Ilíada cada año y a mis autores preferidos. Entendí que lo principal es despojarse, para encontrarse en una existencia silenciosa que armonice con las leyes de la naturaleza”.
Pintura sin título de 1982 (Galería Jacques Martínez)
Por su parte, Agustín Bertona, co-director de la histórica galería cordobesa Marchiaro, comentó a Infobae Cultura: “A Remo lo conozco en el año 2014 cuando no encontraba galería para exponer sus paisajes. Eran 220 pequeños óleos que pretendían dejar en el pasado todas sus series figurativas., algo que no sucedió. La muestra se tituló Ni cielos ni montañas. Después inauguramos En el cielo los poetas, una serie de 50 pinturas, y cada una llevaba el nombre de un poeta. En sus últimas muestras volvió a la figura humana”.
“Las muestras fueron Variaciones Goldberg, Íconos Votivos, En el jardín, Elogio de la austeridad y Frente al Gran Vidrio, todas marcadas por la huella y el método de trabajo de Bianchedi: series de gran cantidad de obras, una misma figura con mínimas variaciones, montajes que eran instalaciones, mucha lectura, mucha música y mucha reflexión previa, antes de comenzar a dibujar o pintar. Para mí fueron 10 años acompañando a un artista único”, agregó.
Última muestra de Remo Bianchedi en la galería Marchiaro: “Instantes perpetuos”. Antología figurativa / 1979 – 2019
Su vida estuvo marcada por una constante exploración tanto geográfica como personal. Nacido en Buenos Aires, en 1950, durante su juventud se internó en la selva amazónica peruana siguiendo los rastros del yagué. En 1969 se estableció en Jujuy, donde se unió a la militancia política como miembro de la Juventud Peronista, motivo que lo llevó a un exilio alemán en 1976.
Allí, obtuvo la beca Albrecht Dürer del Deutsche Akademischer Austausschdienst (D.A.A.D), que le permitió estudiar Diseño Gráfico y Comunicación Visual en la Escuela Superior de Artes de Kassel y durante esa etapa, asistió a los cursos y seminarios del reconocido artista Joseph Beuys, quien fue fundamental en su pensamiento.
“Toda su vida, desde los 16 años, fue un artista de esos que encarnan el arte en la vida, a cada momento. Él era artista no solamente cuando pintaba o cuando exponía, sino cuando cocinaba, cuando se reía, cuando compartía. Tenía una forma muy de él. Siempre era así en su casa. Era como una obra en sí mismo y en la manera que tenía de tratarme”, dijo Romero.
En 1982 se trasladó a Madrid, donde trabajó como maestro del Taller de Litografía del Grupo 15. Su regreso a Argentina coincidió con la recuperación de la democracia en 1983, momento en el que comenzó un nuevo capítulo de su vida. En 1989 decidió instalarse en Cruz Chica, Córdoba, aunque más tarde tuvo un regreso corto a Buenos Aires en 2002, para finalmente regresar a Córdoba, donde vivía en una casa 1400 metros de altura y a tres kilómetros del pueblo más cercano.El artista, que residía en Córdoba, tenía 74 años
“Se reconoce el camino por donde se va, pero no sabe muy bien por qué está ahí. La ida a Buenos Aires tuvo diversas motivaciones. Pero después de estar casi tres años, hoy me doy cuenta que la motivación más importante, que es la que hoy me sustenta, fue independizarme de lo que se llama “el mundo del arte”, de las galerías, los coleccionistas, etc”, dijo en una entrevista con Laura Batkis.
Y, en otra entrevista, amplió: “Yo no me fui del sistema, simplemente me inventé otro. Uno que me sirva. Me propuse saber cómo vivir del modo que quiero y lo voy encontrando. Que un argentino se proponga saber cómo vivir ya es un acto revolucionario. Trato de entender las leyes del Cosmos que son, felizmente, más predecibles que las otras”.
Bianchedi también exploró múltiples facetas artísticas a través de sus heterónimos, encarnando identidades como Santiago durante sus años de militancia, Anatol Lotana el bibliófilo, Max el esposo sufriente de los noventa, Bárbara Sommerfeld, artista feminista de la Bauhaus, y el reservado Marcelo Delcampo.
“Fui víctima voluntaria de un modo de cultura, donde aquella persona que hiciera de su deseo o de su voluntad ser él mismo, estaba penado. Una cultura que fue mi familia, tiempo histórico y época de militancia. La he vuelto a revisar y me doy cuenta de que nosotros, que aborrecíamos el autoritarismo, éramos autoritarios. Era tal el terror al tótem, al padre, que lo imitamos y nos convertimos en uno. Ahora tengo la satisfacción de saber que el trabajo tiene uno de los objetivos más importantes: ser feliz”, dijo.
«El pintor y su modelo», de 1999 (Universidad Siglo XXI)
A sus 58 años, se instaló definitivamente en Cruz Chica, en una zona llamada Monasterio de las Sierras, en La Cumbre, donde con la imaginación como herramienta, concibió, junto a un grupo de artistas locales, entre ellos Damián y Lucas Tesoriero, la Fundación Nautilius, alrededor de los años 2000.
La Fundación se pensó como un espacio de contención social a través del arte para jóvenes excluidos en la zona, inspirado por los conceptos de Beuys, como el “arte ampliado” y la “escultura social”, Bianchedi aplicó estas categorías en acciones artísticas y estrategias de autogestión cultural en un contexto marcado por la crisis económica de 2001 y la caída del gobierno de Fernando De la Rúa.
“Ahora ya estaba retirado porque estaba débil, no salía de la casa, pero siempre estuvo como de maestro. Esto lo bebió con Beuys, creía que toda persona era un artista y lo único que había que hacer era sacarle esa parte de adentro. Hacía esa tarea como de facilitador en el pueblo, donde es muy, muy querido”, relató su pareja.«Creía que toda persona era un artista y lo único que había que hacer era sacarle esa parte de adentro», dijo su pareja
Entre las principales acciones de Nautilius, se destacó la exposición titulada Los inocentes (2000) en la Fundación Klemm, compuesta por dibujos de cuerpos mutilados que denunciaban la exclusión social y los altos índices de suicidios juveniles en La Cumbre. Paralelamente, se establecieron talleres de diseño y oficios con disciplinas como serigrafía, reciclado de papel y huerta orgánica, que buscaban capacitar a jóvenes en habilidades creativas para facilitar su inserción laboral.
El impacto de Nautilius se extendió más allá de lo local, alcanzando el circuito artístico alternativo nacional. Su enfoque de reapropiación cultural y subversión simbólica incluyó intervenciones urbanas en espacios públicos como la Plaza 25 de Mayo de La Cumbre, desafiando límites geográficos y sociales. Además, en colaboración con colectivos emergentes de Buenos Aires, Nautilius promovió encuentros como “Arte en La Cumbre”, fomentando redes entre artistas, galerías y comunidades.
Fuentes: Infobae y Página 12.