Durante los últimos doce años, el dúo bautizado Faivovich & Goldberg ha desarrollado toda su práctica -videos, instalaciones, fotografías, dibujos, pinturas, esculturas- alrededor de esta investigación entre científico y artística que analiza el impacto cultural del fenómeno que dejó sus huellas en el área de Chaco austral delimitada por 15 kilómetros de ancho por 70 de largo.
«Exploramos, a través de investigación histórica y trabajo de campo, la compleja relación del humano con un objeto que ni siquiera es de este mundo. Campo del Cielo es una máquina narrativa que desprende un sinfín de historias. Es fascinante tratar con un objeto más antiguo que la misma Tierra», cuentan a Télam los artistas mientras se preparan para inaugurar una exposición similar, el 14 de marzo, en la sede de las Naciones Unidas de Viena.
El Mesón de Fierro es el nombre del primer meteorito reportado en Américas, una masa de ese metal de aproximadamente quince toneladas, que fue mencionada en 1576 por conquistadores españoles que habían sido conducidos al lugar del impacto por miembros de los pueblos originarios.e meteorito recibió numerosos visitantes durante los siguientes 200 años, pero luego desapareció misteriosamente y se convirtió en un mito que atrajo «a aventureros de todo tipo».Desde su primera excursión al área de Campo del Cielo en 2006, Faivovich y Goldberg han buscado rastros de este fragmento perdido y luego de una extensa investigación en bibliotecas, archivos y colecciones de todo el mundo, detrás de pistas y rastros, hallaron en la colección del museo vienés un fragmento de 19 gramos al parecer asociado con el Mesón de Fierro.
El museo de Historia Natural de Viena posee una de las colecciones de meteoritos más grandes y antiguas del mundo y es allí, en el ala de mineralogía donde los artistas argentinos exponen sus obras.
Inaugurada en noviembre pasado, la exposición de los argentinos incluye, además del fragmento meteórico, un mapa publicado en 1884, una pintura que retrata al Mesón de Fierro en tamaño natural, en base a un dibujo de 1783, y una pieza sonora que reproduce música y cantos de las etnias Mataco y Chorote, grabadas en el Gran Chaco durante los años 60.
Los artistas han exhibido en distintas partes del mundo como la feria Documenta de Kassel, de Alemania; en la Bienal del Mercosur, en Thyssen-Bornemisza Art Contemporary de Viena, en la sala de exposiciones Portikus de Frankfurt, en el Malba, en galerías de Guadalajara, Torino y Buenos Aires y en Arizona State University Art Museum de los Estados Unidos.
– Télam: ¿Cómo fue la historia de este hallazgo?
– Faivovich & Goldberg: El descubrimiento que hicimos en Viena en 2017 fue revelador y también ilustra el tipo de encuentros fortuitos que pueden suceder en el contexto de nuestro proyecto. Desde 2006, una de las historias que venimos trabajando está vinculada con el Mesón de Fierro, un meteorito metálico estimado en 20 toneladas, conocido por los pueblos originarios por miles de años, documentado en el siglo XVI por la Corona en tiempos de la Colonia, y que desde 1783 que nunca más fue visto. Decenas de misiones lo han buscado por más de 200 años, pero nunca fue hallado. En base a la bibliografía existente, que fuimos recopilando metódicamente, aprendimos que en las expediciones que visitaron al meteorito durante la época de la colonia, le habían arrancado «pedacitos», luego enviados a Buenos Aires y Europa para ser estudiados. A falta del Mesón de Fierro, nos propusimos encontrar estas muestras. Así, recorrimos y consultamos los archivos y colecciones de meteoritos de muchos de los museos más importantes de occidente. En febrero de 2017 consultamos la colección del Museo de Historia Natural de Viena, poseedora de una de las colecciones de meteoritos más grandes del mundo.
El curador nos presentó el registro de un pequeño fragmento, de tan solo 19 gramos que había sido incorporado en 1807, una fecha inusualmente temprana, y que según nuestro conocimiento, era altamente probable que se tratarse de uno de estos «pedacitos» que le fueron extraídos al Mesón en los tiempos de la colonia. Las circunstancias nos obligaron a tener que esperar hasta septiembre de ese año, contener la ansiedad hasta el mágico momento que pudimos ver y examinar el espécimen en cuestión. A través de nuestra profusa investigación bibliográfica y de archivos, y del análisis bibliográfico logramos establecer enlaces que sugieren que aquello que teníamos frente a nuestros ojos era la primera manifestación física del Mesón de Fierro desde que fuera extraviado en 1783.
– T: ¿Debieron sortear demasiados obstáculos para llevar adelante este proyecto que combina arte y ciencia?
– F&G: Es la naturaleza misma de la ciencia y el arte desafiar sus límites y expandir sus fronteras. Este hecho hermana a las disciplinas. La experimentación, la producción de conocimiento, el desafío de los parámetros establecidos, son algunas de las características que comparten. En ese sentido, más que sortear obstáculos, podríamos decir que muchas veces operar en relación y en respuesta a ambas disciplinas nos ofreció las claves para resolver aspectos centrales del desarrollo de nuestra práctica.