Gonzalo Sáez-Gil, más conocido como Gon World, participó de una gran exposición en Burning Man en el desierto de Nevada
Burning Man es un reconocido festival de arte que se realiza anualmente en el desierto de Nevada, Estados Unidos, y atrae a miles de personas de todo el mundo. La edición 2024, que se llevó a cabo entre el 25 de agosto y el 2 de septiembre, no fue una más, ya que contó con la participación de un artista argentino: Gonzalo Sáez-Gil, o como le llaman en su rubro, Gon World. Conocido por su habilidad para crear murales y obras interactivas, el también diseñador tucumano le compartió a LA NACION cómo fue su experiencia en el famoso evento, celebrado en la ciudad temporal de Black Rock que, en sus palabras, “no se puede entender hasta que se vive”.
Si bien Gonzalo ya había asistido al espectáculo en años anteriores, esta vez lo hizo con una instalación completamente interactiva. La obra se llamó “Childhood Odyssey”, una creación que invita a los participantes a reconectar con su niño interior. “Es un espacio de paz y tranquilidad para detenerse un momento a contemplar y reflexionar”, describió a LA NACION.
El desafío no solo radicaba en la creación de la obra, sino en llevarla al desierto. Según Gon World, el proceso fue arduo. “Primero se preconstruye y prueba en una locación, en nuestro caso en Fairfax, un pueblo al norte de San Francisco. Luego, el traslado y la construcción en el desierto se convierten en la parte más difícil, con la hostilidad del terreno, el calor, la arena y el frío por las noches”, detalló. Cabe destacar que los artistas que participan deben llevar todo al predio desértico, incluidas las herramientas, comida y suministros, ya que no hay forma de comprar nada en ese lugar.
Una experiencia artística “donde los límites se difuminan”
Según explicó el joven argentino, que cuenta con una galería propia en Buenos Aires, Burning Man “es un lugar donde los límites artísticos se difuminan”. “Todo empieza con las obras que se instalan y las móviles que se trasladan alrededor del espacio”, comenzó la explicación. “Después, en sintonía con uno de los principios del evento, cada participante es invitado a expresarse y sacar el artista que llevan dentro. Todos terminan creando la gran obra colaborativa que es toda la playa de Burning Man”, expresó.
Los detalles de la obra
La obra en la que participó Sáez-Gil fue producto de un esfuerzo colectivo de más de diez personas, donde todos aportaron desde sus disciplinas. Aunque su papel inicial era como pintor y artista visual, también se involucró en la construcción y la iluminación de la instalación. “En un equipo pequeño como este, todos terminamos haciendo de todo, lo cual se alinea perfectamente con la filosofía de cocreación de Burning Man”, explicó.
La instalación consistió en un cubo de 3x3x3 metros con múltiples entradas y una hamaca en su interior. Las paredes internas, completamente en blanco, estaban a disposición de los visitantes para que las intervinieran con marcadores de colores. Durante las noches, el cubo se iluminaba con luces ultravioleta que resaltaban las pinturas fluorescentes del exterior, lo que creaba un efecto visual deslumbrante.
Arte sin fines comerciales: un principio clave de Burning Man
Uno de los aspectos que más destacó Sáez-Gil es la “desmercantilización” del arte en Burning Man. “El arte aquí no está a la venta, y eso lo hace aún más especial”, señaló. Este principio, uno de los diez que guían el festival, permite a los expositores reconectarse con el propósito puro de su trabajo: “Crear por amor al arte”.
En cuanto a la magnitud del festival, vale resaltar que este año reunió alrededor de 70 mil personas, lo que también impresionó al propio artista. “Burning Man es una vivencia alucinante que te transforma no solo como profesional, sino también como persona”, subrayó. Asimismo, destacó lo que significó esta oportunidad para compartir con gente de otras partes del mundo. En este sentido, aseguró que “era un gran honor haber representado a la Argentina”.
Por último, Sáez-Gil invitó a quienes aún no han tenido la oportunidad de asistir al festival, pero advirtió que “no es una aventura fácil”. “Hay que estar preparado para enfrentar las condiciones extremas del desierto”, cerró.
Fuente: Manu Norverto, La Nacion