Ese enigma que permanece en las sombras es iluminado ahora por la creación literaria de la española Matilde Asensi en Sakura (El Ateneo), novela que llegó este mes a las librerías argentinas.
Ryoei Saito, el industrial que compró esa obra en 1990, era un apasionado del arte y estaba prendado por el «Retrato del doctor Gachet» que en los años ochenta había visto varias veces en el Museo Metropolitano de Nueva York. Cuando salió a la venta y pudo comprarlo quedó muy enojado con el estado japonés que al ingresar la obra a su país le obligó a pagar una cifra millonaria en concepto de impuestos. Fue entonces que hizo saber que al morir pediría que el cuadro sea una de las ofrendas del ritual funerario propio de su cultura y evitaría de esa forma a sus hijos tener que pagar impuestos por esa herencia. ¿Cumplió con esa intención? Nunca se supo. Lo cierto es que la obra no se vio más. Saito murió en 1996.
Periodista de formación y con dos décadas de escribir libros de aventura histórica, Asensi prolongó lo que la historia real puso en su bandeja creativa. Configuró una obra en la que la tensión del thriller se integra con la astucia milenaria de las artes marciales orientales y es seguida, o anticipada, por el gozo estético. En una suerte de búsqueda del tesoro la primera pista la da el título, que en japonés alude a los cerezos florecidos, tan similares a muchos de los árboles pintados por Van Gogh.
La publicación de Sakura se inserta en un contexto en el que Van Gogh es disfrutado y homenajeado de forma especial y global. En los últimos tiempos se difundió el showVan Gogh Alive; las películas Van Gogh, a la puerta de la eternidad y la producción animada Loving Vincent, entre otras iniciativas en diferentes lugares del mundo.
¿Por qué este interés globalizado por Van Gogh ahora? «Realmente, desconozco las causas que puede haber detrás de esta oleada de fervor por un único pintor impresionista del siglo XIX», admite Asensi, no obstante lo cual arriesga que «pueden haber dos razones para este fenómeno y ambas igualmente legítimas: casualidad, azar y que una cosa lleve a la siguiente, o una magnífica campaña de publicidad muy bien orquestada por la familia Van Gogh. Si no se trata de esto, quizá nos hemos puesto todos de acuerdo para fijarnos al mismo tiempo en Vincent Van Gogh, lo que sería muy raro, la verdad».
En su caso, se interesó por Van Gogh y su Retrato del doctor Gachet cuando leyó en El Subastador, de Simón de Pury, que Saito pudo haberse hecho incinerar con ese cuadro. Esa historia la atrapó. Y se puso a trabajar en ello.
«Encontré una imagen de Van Gogh muy diferente a la que tenía en mi cabeza cuando comencé a investigar y ese choque entre lo que creía y lo que descubrí me dio más argumentos para mi historia, para Sakura. No daba crédito a lo que leía cuando, después de encontrar la increíble historia de Ryoei Saito encontré la profunda relación de la obra de Van Gogh con Japón», aservera. Y es que a la intriga sobre el destino final de la obra en cuestión se suma una fuerte afirmación de la que Asensi se hace totalmente cargo: que Van Gogh no sólo se inspiró en estampas japonesas sino queliteralmente plagió algunas de ellas.
La dinámica de los capítulos hacen pensar en los juegos de escapismo tan en boga hoy y que, arriesga Asensi, «a lo mejor se inspiraron» en sus libros para inventarlos visto que ya desde El salón de ámbar, publicado en 1999, despliega ese tipo de recursos.
La trama también tiene muchos momentos muy pedagógicos sobre historia del arte, estilos artísticos, técnicas, colores, que revelan una seria investigación de la autora que, además, es una pintora aficionada. «Tuve que leer mucho y documentarme mucho para escribir Sakura, pero me vino muy bien porque ahora me siento más segura y preparada con los pinceles», comenta. Lo mismo pasa con Japón y las milenarias tradiciones de un país que la escritora no conoce. «No me gusta conocer previamente los lugares sobre los que escribo (aunque alguna vez así ha sido) porque la realidad le arrebata la magia a la visión de la mente», comparte.
Más allá de la ficción imaginada en Sakura Asensi cree que realmente Saito se quemó con el cuadro. «Es inconcebible, pero salvo sorpresas dentro de algunos años (por parte de la familia Saito), no creo que volvamos a ver el Retrato del doctor Gachet. En el mundo del arte, los expertos más cualificados, opinan que la obra fue incinerada».