La descarriada, el mero objeto de deseo, la santa, la obediente. Muchos han sido los estereotipos sobre las mujeres que reprodujo el arte y, al mismo tiempo, muchas las artistas olvidadas a pesar de la calidad de sus trabajos. Con eje en el siglo XIX español -y las primeras décadas del siglo XX-, el Museo del Prado acaba de inaugurar en Madrid la muestra Invitadas, una propuesta que busca saldar una deuda histórica.
Para su director, Miguel Falomir, esta no es solo la exposición “más ambiciosa” sobre el tema sino también “la más compleja desde el punto de vista conceptual” que ha encarado la institución, con un trabajo de investigación de más de dos años.
Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931) ve la luz seis meses después de su programación inicial, tras la postergación obligada por la pandemia. Por ahora solo será accesible para los residentes en Madrid, aunque algunas de las pinturas y esculturas que exhibirá hasta marzo también pueden apreciarse en la web del Prado.
Las 130 obras de la muestra integran la colección del museo, que solo tiene medio centenar de pintoras y casi cinco mil autores hombres. La mayoría fueron adquiridas como premios en exposiciones nacionales de bellas artes de la época, y luego pasaron a engrosar a la colección de la institución.
Invitadas apuesta a explicar el molde patriarcal al que tuvieron que hacer frente las mujeres, según dijo su curador, Carlos G. Navarro. En algunas de las obras se advierten discursos moralizadores sobre las conductas que se esperaban de ellas.
El recorrido se estructura en dos
La exposición busca ser una mirada crítica sobre la herencia que recibió la institución.
partes, una con obras firmadas por hombres y en las que la mujer ocupa un papel subsidiario, y un segundo bloque que muestra a una serie de autoras de aquel tiempo, en muchas ocasiones por primera vez y completamente desconocidas para el gran público. Se ven producciones de pintoras como María Röesset Mosquera, Flora López Castrillo, Aurelia Navarro Moreno y Jane Clifford.
Las artistas “nunca accedieron a las condiciones de las que sí gozaron los hombres artistas, permanecieron como invitadas de segunda”, argumentó Navarro.
Muchas de las pinturas de la primera parte de la exposición ponen el acento en la validación de la violencia que se ejercía, aunque pasaron sin polémicas el siglo XIX.
Una modelo a la que se le ven lágrimas porque no desea posar desnuda es uno de los casos. También, dos cuadros de Pedro Sáenz Sáenz con niñas prepúber, desnudas y en actitud sexual, que en la época fueron adquiridas y premiadas.
Entre las pinturas también está La bestia humana, de Antonio Fillol, donde una mujer llora ante quien ha pagado por sus servicios sexuales. O La rebelde, en la que se ve a una muchacha gitana expulsada de un pueblo.
En relación a las acusaciones por machismo que han recibido museos del mundo en los últimos años, y en particular el Prado, Falomir ha comentado: “Lo que puedo decir es que llevo tres años para intentar cambiado eso como director”. El objetivo de la actual muestra, amplió, es hacer una lectura crítica de la herencia recibida: “Somos herederos de una manera de mirar, y es obligación de los museos hacer una revisión”. ■
Fuente: Clarín