El más controvertido acaso sea el Penacho de Moctezuma, la mayor pieza de arte plumario mexicano, objeto de disputa histórica y diplomática, que se encuentra en Austria. Algunos dicen que formó parte del botín que sacaron los conquistadores de estas tierras. Otros se inclinan por la versión del obsequio del gobernante de Tenochtitlán al líder expedicionario.
Los sensibles hilos que sostienen -o tensan- las relaciones oficiales entre estados dieron otra ejemplo esta semana, cuando la casa de subastas Sotheby’s y el Louvre sellaron un acuerdo por el que el museo de París se compromete a investigar la procedencia de las piezas adquiridas por esa sala expositora entre los años 1933 y 1945. El segmento de años no es casual y apunta a facilitar la restitución de piezas que pudieron haber salido de la Alemania nazi.
“Este patrocinio refleja el compromiso de Sotheby’s con la restitución de obras que cambiaron de manos entre 1933 y 1945. Fue la primera casa de subastas internacional en tener un departamento dedicado a la investigación y restitución de procedencia”, dijo el Museo del Louvre en un comunicado.
Ese acuerdo de patrocinio tiene una duración de tres años y permitirá la financiación de investigaciones que “pueden dar lugar a restituciones (con la) digitalización, organización de seminarios, jornadas de estudio y publicaciones”, precisa el Louvre en la nota.
El museo puso en línea un catálogo de casi todas sus colecciones, con unos 485.000 registros de piezas tomados de otras bases de datos internas. Antes, el público solo tenía acceso a listas de de 30.000 obras en exposición.
El modo en que podrían materializarse sobre particulares la detección de piezas procedentes del período nazi resulta sin embargo imprecisa. Medios de prensa recordaron que más de 1.700 obras recuperadas en Alemania después de la Segunda Guerra nunca fueron devueltas a los descendientes de quienes fueron sus propietarios legítimos. Esas piezas figuran en la categoría de Musées Nationaux Récupération (MNR). Son obras que no pertenecen al estado francés, sino que son administradas por el Louvre y confiadas a los museos nacionales franceses para su custodia, hizo saber el museo.
“El museo tiene la intención de examinar la procedencia de objetos de otros imperios europeos. Nuestras colecciones son en su mayoría arqueológicas y provienen de excavaciones compartidas con los países de origen. Claramente, museos como el Louvre sirvió a las ambiciones imperiales y tenemos que lidiar con esta historia y nuestra confrontación con el imperio otomano. Pero estas adquisiciones, cubiertas por acuerdos bilaterales, eran legales. Tenemos que explicar esto a una audiencia más amplia”, dijo a la prensa el director del Louvre, Jean-Luc Martinez.
Las procedencias, una cuestión siempre sensible
Establecer el origen de una obra de arte es un camino complejo de desandar. México es quizás uno de los países de la Región que más conoce los entresijos a las interpretaciones de la ley y el derecho internacional, y cómo las victorias pueden caer al otro lado del Atlántico.
En mayo de 2021, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México demandó la casa de subastas Sotheby’s por poner a la venta piezas mexicanas que son consideradas monumentos arqueológicos por especialistas. La denuncia fue presentada ante la Fiscalía General de la República, con el objeto de impedir la subasta Art of Africa, Oceania and the Americas, que incluía una veintena de piezas de indudable procedencia prehispánica, originarias de las cultura maya y olmeca. La casa de subastas aclaró en línea que las piezas provenían de colecciones privadas de Estados Unidos y de Europa.
La diplomacia, lo mismo, salió a atemperar el conflicto. En declaraciones a la prensa, desde la dirección de INAH aclararon que Estados Unidos y México tienen un convencio “bastante consistente” que data de 1970 que contempla la cooperación internacional de estado a estado, “para evitar el tráfico ilícito de bienes culturales”. “En el marco de ese convenio, cuando los particulares pueden acreditar que los bienes datan de una fecha anterior, el gobierno de Estados Unidos -que ha sido muy colaborador, muy anuyente a la colaboración con el Estado mexicano- no puede aplicar retroactivamente este convenio en perjuicio de un particular”, dijo Diego Prieto, director del INAH.
La subasta se llevó a cabo. La estrella del lote de 121 objetos fue un hacha maya vendida por más de 350.000 dólares, superando las expectativa de la casa Sotheby’s, que pensaban en una venta de 70.000.
El hueco legal estaba claro: el cumplimiento de un convenio binacional para la protección de bienes culturales está supeditado a los intereses de un particular, de modo que éstos no se vean vulnerados. Así, cualquier cuestionamiento acerca de saqueos previos a 1970 son muy difíciles de llevar adelante, contó a LA NACION Daniel Salinas Córdova, experto en patrimonio por la Universidad de Leiden, Holanda.
“Para las piezas que salieron del país hace más de 50 o 60 años es muy difícil el reclamo. Porque la legislación que hay a nivel internacional para evitar cuestiones como el saqueo y de robos no son retroactivas, es decir que no aplican para todo lo que sucedió antes de que entraran en vigor las leyes. Las leyes principales son las de la UNESCO de 1970. Cualquier cosa que sucedió antes de 1970 entonces está fuera de la ley”, precisó Salinas Córdova.
Así, se termina por asumir que las piezas que salieron de un país antes de 1970 “salieron de buena fe”. Los usos y costumbres, concede, terminan siendo injustos para el país que hace el reclamo: “Se les exige a los países que demandan que se frenen las subastas que sean ellos quienes demuestren evidencia de que fueron robadas”, dice el experto mexicano en patrimonio.
En el caso del reciente acuerdo entre el Louvre y Sotheby’s quedará por ver la actuación ante piezas en las que se detecte una adquisición, en virtud de su procedencia, como moralmente condenable. Mientras tanto, nada sugiere que los estados dejarán de reclamar sus bienes culturales por la vía diplomática, en la esperanza de que alguna vez el martillo caiga a su favor.
Fuente: Gisela Antonuccio, La Nación