El golpe visual es tan intenso que, si se cierran los ojos, el aroma de las floreces parecen emanar de las cinco videoinstalaciones que el artista japonés Makoto Azuma presentó en Bienalsur.
Azuma (Fukuoka, 1976) es el referente del arte floral en el mundo, técnica que comenzó a desarrollar tras su experiencia laboral en el tradicional mercado floral de Ota. Sus obras, perecederas, efímeras, intangibles y, por ende, no comprables, surgen de un pensamiento filosófico en el que la belleza es algo del momento, que puede durar solo unos instantes y a la vez mutar ante las inclemencias del clima y los difíciles escenarios en las que son instaladas.
El artista retoma la vieja tradición del ikebana y la reformula adaptándola a los tiempos postmodernos. Su ikebana o el arte nipón de arreglo floral -también llamado kadō (el camino de las flores)- no solo se presentan como esculturas botánicas, sino también desafían sus contextos, rompen con la linealidad de los paisajes áridos, pueden llegar hasta el fondo del mar y atravesar el cielo para reinar sobre la estratósfera, tal como puede observarse en las videoinstalaciones que se presentan en la sede Muntref Centro de Arte y Naturaleza, que se localiza a los márgenes del ex zoológico porteño.
Allí, su exposición Flor de sal, se revela su método de trabajo científico, en su laboratorio, para luego ser construidas en los espacios más disímiles. En Flores Congeladas se conquista el desolado desierto de Hokkaido, la segunda isla más grande del Japón, en una puesta que entumece los colores y a su vez los deforma, los hace expandirse recubiertas por estalactitas que varían a medida que el sol las hirie.
En Dagat & Bulaklak el arreglo foral navega el mar de Hinoba-an, en Filipinas, en una suerte de ofrenda que rememora a las tradiciones tribales donde un fulgor carmesí flota en la inmensidad. En Flora sefirótica, sumergirse en lo desconocido, Azuma sumerge una pieza de ikebana que refulge en el vacío terracota del fondo marítimo del Pacífico sur de la japonesa Bahía de Suruga; mientras que en Exobiotánica 2, el desierto de Nevada, EEUU, se presenta como plataforma de despegue de un arreglo que alcanza alturas invisibles a los ojos. El infinito y más allá.
Las últimas dos piezas de la muestra incluyen a Sequía y Sombra, que tuvo como locación las Salinas Grandes de Jujuy, donde el creador plantea un juego entre un conjunto de girasoles yertos y el paso del tiempo, ya que la obra permaneció un año hasta convertirse en una veta de sal subterránea. También en ese espacio, puede apreciarse una ikebana real en el centro de la escena.
«El video muestra el proceso, el paisaje y el contexto de intentar crear una flor de sal. Uno de los lugares radicales en los que aún no había trabajado. Jujuy es uno de estos entornos únicos que desafían cualquier forma de vida. Las flores son estas criaturas únicas que nos recuerdan que la vida existe», explicó a este medio Azuma, quien no pudo venir al país por problemas personales para la presentación de su muestra, pero sí realizó un un intercambio vía Whatassp con Infobae Cultura.
– Más allá de su experiencia personal en el Mercado de Ota, ¿tuvo otras razones para elegir a las flores como el eje de su obra creativa?
– Las flores son arte como cualquier naturaleza. Son excelentes para la inspiración artística. Pero la discusión es otra. No se trata de la naturaleza de las flores, sino sobre el poder de su desplazamiento. La fuerza que obtiene un simple arreglo floral si se ve en el espacio, en el polo norte o en bicicletas en entornos urbanos. El problema aquí es el hecho de que las flores cambian el espacio y la energía que las rodea. Esto puede ser obvio para muchas personas, pero en realidad es uno de esas verdades no dichas: Las flores lo cambian todo.
– ¿Cuál es el atractivo que encuentra en trabajar con un objeto de la naturaleza que al ser arrancado comienza a fallecer?
– Las flores son elementos simbólicos para todas las sociedades. Transmiten romanticismo, rituales, acción política, muerte, libertad. Y, obviamente, las flores también han entrado en el simbolismo en el arte. Pero muy pocas personas abrazaron las flores como material artístico debido a su naturaleza transitoria. Solo puedo ver a otro artista hoy en día que utiliza constantemente las flores como materia prima, que es Andy Goldsworthy. Que tiene una discusión comparable. Obviamente, Anselm Kiefer, Damien Hirst, Marc Quinn y muchos otros también los han usado, pero descuidaron la esencia de la flor, que es su naturaleza transitoria en descomposición. Mi arte se basa en una perspectiva budista de la importancia de visualizar la descomposición como una forma de conciencia y autoaprendizaje.
– ¿Hay alguna flor autóctona de Argentina que haya decidido sumar a su obra u obras futuras a partir de su experiencia en el país?
-Intentamos trabajar con los halófitos de la Patagonia. Son flores raras que florecen en ambientes salinos, pero demostraron ser extremadamente difíciles de florecer fuera de su ambiente original.
En la sede Muntref Centro de Arte y Naturaleza también pueden apreciarse otras dos muestras relacionadas al mundo florar. Bajo el tilo, de la uruguaya Rita Fischer y Memoria Vegetal, curada por Pablo La Padula. Esta última está basada en la colección Brendel de papel maché, que fue diseñada para estudios de botánica en la Alemania del siglo XIX y que articula naturalismo, ciencia y didáctica.
*Bienalsur en Muntref Centro de Arte y Naturaleza
Av. Sarmiento 2725, CABA
De miércoles a domingo, de 14 a 19
Entrada gratuita
Fuente: Infobae