La diagonal Fernández de Enciso, que corta la Plaza Arenales y las vías de los ferrocarriles San Martín y Urquiza, va dejando a su paso manzanas atípicas y triangulares, en las calles de Villa Devoto. Blanco y radiante, como una fortaleza escondida detrás de algunas palmeras, en una de esas singulares parcelas se levanta El Castillito, como se conoce a la sede de una biblioteca histórica del barrio que también tiene otros usos vinculados al vecindario y su tradición.
Es un edificio con un diseño particular, que toma su nombre porque tiene características similares a un castillo medieval pero construido en tierra gaucha, cuando Villa Devoto comenzaba a dibujarse en el mapa. En aquel momento, un puñado de familias de alto nivel económico que comenzaron a poblar el barrio pusieron dinero de su bolsillo para facilitar la construcción, que finalizó en 1900.
El Castillito original era más chico que en la actualidad, ya que la sede se fue ampliando con los años. Al principio se instaló la Asociación de Fomento de Villa Devoto, una de las tantas que funcionaron en el barrio, que estuvo allí hasta 1915 para luego cederle el espacio al Registro Civil que ya había instalado su oficina en 1911.
“La sociedad de fomento se disolvió porque no hacía falta más, su actividad había disminuido y el barrio no la necesitaba. La municipalidad le retiró todas las herramientas y las máquinas hasta que, en 1921, por inquietud gubernamental, se recuperó la impronta, la sede y se transformó en Asociación de Fomento de Villa Devoto”, contó Edgardo Tosi, presidente de la Junta de Estudios Históricos del barrio.
En el edificio, que se encuentra en el cruce de Habana y Joaquín V. González, funciona desde 1937 la Biblioteca Roque Sáenz Peña aunque sin mucha actividad relacionada a los libros. También la sede de la Asociación de Fomento que realiza actividades ligadas al barrio, talleres, cursos y charlas para recaudar fondos, pagar deudas atrasadas y sobrellevar los gastos mínimos.
Las calles de Villa Devoto cuentan con construcciones realizadas por arquitectos de primer nivel, pero cuyo registro se perdió en el tiempo y se desconocen los autores, como ocurre con El Castillito. “Sí estamos seguros de que se construyó por suscripción popular y la firma responsable fue Besana Hermanos, la misma firma que construyó el Congreso y otros sitios históricos. Las familias más importantes del barrio pusieron dinero de su bolsillo para hacer el edificio”, relató Tosi.
Honorio Stoppani, un inmigrante de origen italiano, hombre fuerte dentro del mundo de las finanzas de Buenos Aires y gerente del Banco Italia y Río de la Plata que quebró en los años 80, era una de las personas que apadrinó a la asociación fomentista desde su creación junto a otros vecinos ilustres como Derminio Latorre, su primer presidente. El grupo de notables recibió el apoyo tácito del entonces llamado Banco Inmobiliario que resultó clave para conseguir la donación del terreno donde levantar la sede.
“Después de 1915, cuando se terminó la actividad de la asociación, los referentes barriales quisieron volver a la sede, pero inicialmente la municipalidad no les dio el gusto. Pero consiguieron que la familia Devoto refrende el compromiso de donación del edificio y, en 1928, lo recuperaron”, explica Tosi.
A partir de ese momento se convirtió en la sociedad de fomento más importante del barrio que en esos momentos tuvo hasta 15 entidades diferentes. ¿Por qué tantas? Para que un vecindario tuviese derecho a opinar y reclamar en la Municipalidad debía contar con una sociedad de fomento que abarque hasta 30 manzanas del barrio.
Con el arribo de la entidad, el Registro Civil se retiró definitivamente a otra sede, por lo que la Asociación de Fomento comenzó a tener mayor renombre al ocupar un edificio con prestigio e historia. Allí, por ejemplo, comenzó a realizarse el Congreso de las Asociaciones de Fomento de todos los barrios que se reunían allí periódicamente. Dos veces por mes la Junta de Estudios Históricos también realiza sus encuentros en El Castillito.
De las 15 agrupaciones vecinales que llegó a tener el barrio, hoy quedan en actividad solo tres porque fueron desplazadas por la Junta Comunal. Devoto Norte, Devoto Oeste y Asociación de Fomento de Villa Devoto son las tres que aún están vigentes, con nuevos fomentistas que tratan de reimpulsarlas para que no desaparezcan.
“Nosotros tenemos una comunicación directa con los vecinos de una forma apolítica. Somos los veedores, los cuidadores de nuestro barrio, los que tenemos el vínculo más cercano con los vecinos, tomamos el café con el vecino y nos juntamos a comer. En base a nuestra red de contactos tratamos de solucionar los problemas que pueden ir surgiendo en nuestro barrio. La Junta comunal se ocupa de toda la comuna”, explica Maximiliano Pietkun, el nuevo presidente de la Asociación de Fomento.
Es viernes y la adrenalina se siente en El Castillito que se está preparando para albergar el taller de Aromaterapia y Emociones a total beneficio de la entidad. Introducción a la aromaterapia, armonización de chakras, reiki y aromaterapia son parte del temario abierto para los vecinos del barrio y de la zona. Todo lo recaudado será destinado a saldar deudas que amenazan con disolver a la agrupación.
“Los vecinos van conociendo la presencia de la asociación. Nosotros la agarramos vacía, con deudas que seguimos pagando, a punto de desaparecer. La reflotamos porque es algo necesario para el barrio, siempre fue necesario, pero el tema era cómo se gestionaba. Hoy suma 300 socios que aportan un dinero, una cuota para afrontar gastos de funcionamiento”, suelta Pietkun, que plantea un objetivo de alcanzar los 5000 socios el año próximo.
Los edificios e inmuebles llamativos son una constante en Villa Devoto. Cerca de El Castillito, y frente a la plaza Arenales, un terreno vacío hace 50 años, en una de las zonas más caras del barrio, espera inmutable su próximo destino. Atrás los últimos vestigios de un viejo palacete construido a fines del siglo XIX en Mercedes al 4100, donde vivieron familias ilustres y se realizaron diferentes actividades culturales, artísticas y comerciales. La mansión se construyó por pedido de Honorio Stoppani, el mismo italiano que apadrinó desde su nacimiento a la Asociación de Fomento.