En octubre de 2017 ocurrió algo que me desconcertó totalmente: Michael Thouber, el director de la galería Kunsthal Charlottenborg de Copenhague, me informó que mi obra de arte Soleil Levant se había usado en la publicidad del nuevo Volkswagen Polo. Soleil Levant es una instalación compuesta por 3.500 chalecos salvavidas usados por refugiados que vivieron peligrosos viajes por mar para llegar a la seguridad de Europa. Muchos refugiados sobrevivieron gracias a estos mismos salvavidas; algunos murieron. Algunos chalecos eran falsos, y quienes los usaron podrían haberse ahogado.
Compuse Soleil Levant especialmente para el Día Mundial del Refugiado en 2017. La obra se exhibió en la fachada exterior de la Kunsthal Charlottenborg desde el 20 de junio hasta el 1° de octubre de 2017. La instalación fue utilizada como fondo de la imagen de un VW Polo naranja, sin mi conocimiento ni permiso, por una empresa que se dedica a importar Volkswagens a Dinamarca. Estas acciones son claras violaciones de mi propiedad intelectual y mis derechos morales, pero lo más importante es que plantean cuestiones más amplias sobre el poder y la responsabilidad de las empresas en esta época de capitalismo global.
Migrantes. La fachada del museo exhibe 3.500 salvavidas recuperados.
La situación de los refugiados es uno de los temas más cruciales que enfrenta el mundo de hoy. Alemania es uno de los países europeos que adoptaron una postura humanitaria decisiva a este respecto. En 2015, cuando las autoridades chinas me devolvieron el pasaporte, recuperé también el derecho a viajar y vine a Berlín. Muchos refugiados de Afganistán, Irak, Siria y otros países también llegaban a Alemania en ese momento. La canciller alemana Angela Merkel había dicho que su país recibiría a los refugiados y sus palabras alentaron a muchos, particularmente los que escapaban de la guerra civil siria.
Me he interesado profundamente por los refugiados desde que llegué a Alemania. Hice dos documentales sobre la crisis de los refugiados, así como muchas obras de arte y exposiciones. Viajé con mi equipo a 23 países y visité decenas de campos de refugiados en donde les hicimos cientos de entrevistas. Fue una experiencia sumamente intensa e incluso dolorosa.
El tema de los refugiados hoy encarna muchos de los que se consideran conflictos entre civilizaciones. Es resultado de las constantes guerras por los recursos, los conflictos regionales y geopolíticos, el cambio climático y el empobrecimiento económico. Pone a prueba la capacidad de las personas de distintas etnias, culturas y credos para tolerarse y ayudarse mutuamente. Es un desafío importante para Europa, no simplemente en cuanto a sus fronteras físicas sino también como idea: Europa, como bastión de los derechos humanos, la dignidad humana, la libertad de expresión y el Estado de derecho. La situación de los refugiados ahora plantea la mayor de las pruebas para los ideales europeos desde que fueron articulados por las Naciones Unidas después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Fue en este contexto que me enteré de que mi obra de arte sobre los refugiados había sido usada con poco respeto y de manera irresponsable para publicitar autos de Volkswagen, una de las corporaciones más importantes de Europa y un pilar de la industria alemana. Mi sorpresa se convirtió muy pronto en enojo.
Como artista, debo enfrentar serias consecuencias si mi arte es mal utilizado. La publicidad sugiere falsamente que yo he dado permiso para que mi obra sobre los refugiados venda autos de Volkswagen. Esta falacia daña gravemente mi reputación artística y una vida de trabajo defendiendo los derechos humanos. La coherencia y la integridad son cualidades importantes para la credibilidad de un artista. Este perjuicio compromete mi credibilidad y podría destruir la confianza que he construido con los refugiados a los que ayudo con mi trabajo. ¿Por qué se asociarían conmigo los refugiados, si creen que voy a usar su sufrimiento para obtener beneficios económicos?
Durante más de un año he tratado de resolver esta violación de mis derechos de manera amigable, antes de ir a juicio. Pero últimamente he buscado una reparación legal a través del sistema judicial. Lo había intentado antes en China y se me negó el debido proceso. Pero ahora vivo en Europa, una sociedad basada en el Estado de derecho. Al llevar esto a juicio, espero poder hacer valer lo que debería ser un ejercicio más directo y significativo de la ley.
Esto no es sólo un caso de violación de los derechos de autor. Es una oportunidad para examinar nuestra idea de justicia y de las responsabilidades de los individuos y las empresas.
La obra del artista Ai Weiwei, en Copenhague, Dinamarca.
Volkswagen es la séptima corporación del mundo en magnitud y tiene ingresos anuales que se aproximan al PBI de Egipto, Finlandia o Vietnam. En nuestra era globalizada, las corporaciones muchas veces actúan con impunidad, rindiendo cuentas solamente a sus accionistas. En la interminable búsqueda de mayor rentabilidad, con frecuencia eligen cooperar con estados o entidades políticas con largos historiales de violaciones de derechos humanos. En estas sociedades, las decisiones no se toman por consenso democrático. No hay medios de comunicación independientes que actúen como organismos de control, no hay un poder judicial independiente que interprete las leyes, los ciudadanos no tienen la posibilidad de hacer valer su voto.
En enero el CEO de Volkswagen, Herbert Diess, declaró: “El futuro de Volkswagen se decidirá y determinará aquí, en China”. En abril Diess le dijo a la BBC que “no conocía” los informes sobre los campos de detención de la provincia china de Xinjiang, donde se cree que hay casi un millón de uigures y personas pertenecientes a otras minorías. En cambio, declaró que “estaría orgulloso de crear puestos de trabajo en esa región”.
Mi experiencia con Volkswagen es un pequeño reflejo de esa falta general de consideración por los derechos de los individuos. El hecho de que la empresa vea su futuro como una asociación con un régimen autoritario habla de manera elocuente.
*Ai Weiwei es un importante artista contemporáneo y activista Traducción: Andrés Kusminsky
Ai Weiwei Básico
Un rebelde con causa
Nació en agosto de 1957 en Pekín aunque ahora reside en Europa.
Es hijo del poeta chino Ai Qing, recluido por cuestiones políticas con su familia en 1958 en un campo de trabajo, cuando Ai Weiwei tenía un año.
En 1978, se matriculó en la Academia de Cine de Pekín y estudió animación. En 1978, fue uno de los fundadores del grupo vanguardista “Stars” con influencias vanguardistas.
De 1981 a 1993, residió en Nueva York. En esa época comenzó a crear arte conceptual alterando objetos.
En 2008, colaboró con los arquitectos suizos Herzog & de Meuron como asesor en los Juegos Olímpicos.
Como activista, denuncia al gobierno chino por su postura respecto a la democracia, los derechos humanos y diversos casos de corrupción.
El 3 de abril de 2011 fue detenido en el aeropuerto de Pekín y estuvo preso 81 días sin cargos.
Fuente: Clarín