«Esta es una instalación asombrosa», dijo Gary Tinterow, director del Museo de Bellas Artes de Houston, al ingresar en la sala que aloja La ciudad hidroespacial (1946-1972) de Gyula Kosice. Su recorrida por el flamante edificio dedicado a la colección internacional de arte moderno y contemporáneo, que incluirá obras de varios artistas argentinos en su apertura inaugural el sábado próximo, contempló una parada en aquel visionario proyecto urbano durante la presentación a la prensa global.
La visita guiada por el Nancy y Rich Kinder Building, un espacio de 22.000 metros cuadrados diseñado por Steven Holl que completa la trilogía del monumental campus Sarofim, fue un privilegio anticipado para quienes no pudieron viajar a la conferencia «híbrida», adaptada a la pandemia. Mientras los periodistas presentes eran invitados a quitarse por un momento los barbijos para comer algo antes de entrar, Tinterow compartió un paseo virtual con más de ochenta invitados de todo el mundo, por salas que incluyen piezas de Lucio Fontana, Xul Solar, Antonio Berni y Guillermo Kuitca, entre muchos otros.
«Tenemos varias salas dedicadas al arte latinoamericano. Como ningún otro museo en este hemisferio, podemos desplegar el desarrollo del modernismo en Brasil, Uruguay, la Argentina y Venezuela», remarcó Tinterow, que antes había trabajado durante casi tres décadas como curador del Met neoyorquino. En ese sentido, destacó la labor de la curadora Mari Carmen Ramírez, curadora de arte de la región y directora del prestigioso Centro Internacional de las Artes de América (ICAA), quien comenzó en 2001 a crear una «colección canónica de arte de sudamérica».
Asidua visitante de arteBA, Ramírez curó con Héctor Olea en 2004 para el MFAH la memorable muestra Utopías invertidas: el arte de vanguardia en América Latina, que marcó un hito consagratorio. No solo obtuvo el premio a la «Mejor exhibición temática en los Estados Unidos», otorgado por la Asociación Internacional de Críticos de dicho país, sino que fue considerada como una de las dos exhibiciones más importantes de esa década por Holland Cotter, crítico de arte del New York Times.
Con un estilo único y una energía arrolladora, fue ella también quien impulsó junto con el Malba la muestra Antonio Berni: Juanito y Ramona, con 150 obras inspiradas en los célebres personajes del artista rosarino. Se presentaron en Houston en 2013, antes de viajar a Buenos Aires y un año después de que el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires presentara en la ciudad norteamericana una selección de 35 obras maestras de su colección. «La unión hace la fuerza», dijo entonces a LA NACION Ramírez, que ya había llevado al Malba una retrospectiva de Carlos Cruz-Diez, mientras Eduardo Costantini destacaba el valor de la sinergia.
Durante estas dos décadas se consolidó el vínculo de la curadora con el grupo Mondongo, integrado por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, protagonistas de un libro presentado en su taller por Olea en 2018. Entonces se anunció también que un magnate estadounidense había adquirido su obra Políptico de Buenos Aires, un retablo de doble faz inspirado en la Villa 31, para donarlo al MFAH.
Como parte de esa visión a largo plazo que hoy revela sus frutos, el museo compró en 2009 La ciudad hidroespacial de Kosice, argentino de origen húngaro fallecido en 2016, ya con la idea de alojar aquella urbe utópica del futuro en un «cuarto propio» del nuevo edificio. Algo más fácil de hacer en Estados Unidos, donde los mecenas tienen beneficios impositivos por realizar donaciones destinadas a promover el arte y la cultura.
Las nuevas salas conceden también un amplio espacio a otra visión profética: la instalación de colchones con mapas pintados por Kuitca, realizada casi dos décadas antes de que la realidad imitara al arte -una vez más- como consecuencia del coronavirus.
«Estamos orgullosos de esta diversidad», observó Tinterow mientras caminaba por salas que abarcan intervenciones de sitio específico realizadas por grandes artistas contemporáneos como el chino Ai Weiwei , el ghanés El Anatsui, el danés Olafur Eliasson y el venezolano Cruz-Diez. Representan apenas la introducción al abrumador conjunto de pinturas, esculturas, fotografías, grabados, dibujos, artesanías, videos y piezas de arte decorativo repartidos en tres pisos.
El edificio se suma a otros dos: uno diseñado en la década de 1920 por William Ward Watkin, con extensiones realizadas más tarde por Ludwig Mies van der Rohe, y el de Rafael Moneo, inaugurado en el año 2000. Los tres están unidos por un jardín de esculturas diseñado por Isamu Noguchi en 1986.
«Una de las motivaciones de hacer este nuevo edificio fue el crecimiento de Houston y de su población latina y asiática -explicó el director del MFAH-. Procuramos reflejar la visión global de nuestra ciudad, y a la vez integrar obras que han sido segregadas de la historia del arte moderno».
Fuente: Celina Chatruc, La Nación