Setenta y cuatro años atrás esta noticia generó un raid mediático fenomenal. Era 1945 y los pequeños hitos que dejaban huella entre los vecinos bien podían ser tapa de cualquier diario. «Bobby era -y es, aunque ha estado a punto de dejar de serlo- un perdiguero atorrante, un vagabundo más de los que arriban de los cuatro puntos cardinales a La Boca del Riachuelo», escribía en ese entonces el periodista Juan González Olmedilla.
La historia lo había cautivado, pero no solo a él: también a todos los vecinos de La Boca y a uno en particular… un tal Benito Quinquela Martín, el afamado pintor que ya por entonces tenía su museo funcionando en el barrio. ¿Qué había pasado? Un perro había sido apresado y 36 chicos de menos de 12 años tuvieron la heroica reacción de ir a su rescate.
Fue así. Bobby era el perro del barrio. Los chicos lo conocían como a un miembro más de su grupo. Solían estar -ellos y él- en la calle Martín Rodríguez. Según relatos de la época, era manso con los pibes y bravo con los adultos. Su pedigree era un misterio: se sabía de él que era callejero e hincha de Boca Juniors.
Tal vez por esa fiereza con los mayores, un día lo vieron solo y no lo perdonaron. Lo apresaron y lo llevaron a la perrera de Flores. Rápidamente corrió la noticia entre los chicos. Y algo fatal acompañaba el suceso: su captura suponía también su ejecución.
Los primeros en reaccionar fueron Salvador, Rosario, Carmelo, Luis y Juan Sortino, cinco de una familia de siete hermanos, hijos de un marinero italiano. «Hay que salvar a Bobby», dijeron, y se pusieron a organizar el operativo. Necesitaban 18 pesos: 5 para la inscripción, 5 para la patente del perro, 5 de multa y 3 por los días que pasó el perro en la perrera. Una fortuna en ese entonces para un grupo de pibes.
Apenas lo conversaron con sus amigos, se armó un grupo numeroso: 36 chicos resueltos a salvar a Bobby. Según se relata, algunos pusieron el dinero de sus ahorros para el viaje de fin de primaria, otros la plata que tenían para el cine, otros alguna mensualidad que tenían guardada. Llegaron al monto necesario e iniciaron el camino desde La Boca hasta Flores en tranvía.
Llegaron a tiempo: Bobby todavía vivía. Pusieron la plata y salieron de la perrera con su amigo entre ellos, más unidos que nunca. No es solo un decir: a partir de entonces el destino de ese grupo viajaría a través de los años hasta que hoy, 2019, 74 años después, su historia repetiría el raid periodístico que tuvo en su momento.
No terminó ahí la misión. Cuando se disponían a volver, ni el colectivo ni el tranvía los dejaba subir con el animal. No se desalentaron: llamaron por teléfono público a uno de los padres y avisaron: «Tengan paciencia porque vamos a ir caminando». Varias horas después, el barrio los esperaba como héroes.
La Sociedad Protectora de Animales les dio una medalla por su acción. Una mujer del barrio les regaló 5 pesos a cada uno. Y luego llegó el premio mayor: el mismísimo Benito Quinquela Martín, pintor de fama ya por entonces, que tenía su atelier y su museo en La Boca, les hizo un premio especial. Pintó para ellos una medalla y se las entregó.
Fue la clave para que esta historia volviera a aparecer: «La historia está testimoniada en los archivos del museo. Quinquela era muy metódico y registraba todo lo que sucedía con sus iniciativas o con lo que pasaba en el barrio. Revisando los archivos es que surgen estos recortes y cartas sobre Bobby», explica Víctor Fernández, actual Director del Museo Benito Quinquela Martín.
Fue mirando justamente esos archivos que Fernández conoció la historia y se le ocurrió otro homenaje: volver a encontrar a aquellos chicos -ya grandes, ya mayores de 80- y premiarlos una vez más. Y de paso, ver si rescata alguna de las medallas para poder tener una imagen de ellas. Al fin y al cabo, son Quinquela Martín originales.
En este punto de la nota entra a jugar la sociedad toda. Fernández inició hace varias semanas la búsqueda, pero hasta el momento ninguno apareció. Este cronista llamó a cada uno de los teléfonos que encontró en la guía con los nombres similares a los chicos, pero tampoco tuvo suerte. El pedido es el siguiente: tome nota de los nombres aquí debajo y si conoce a alguno, si le suena haber escuchado esta historia en boca de algún abuelo, puede escribir a Infobae ([email protected]) o a las autoridades del museo ([email protected]).
Preste atención a estos nombres:
Salvador Sortino, Rosario Sortino, Carmelo Sortino, Orlando Bouquet, Roberto Bouquet, Luis Pizzi, Osvaldo Annese Cayetano, Annese Abel Rodriguez, Hugo Garcia, Pablo Di Pilato, Rafael Reynoso, Roberto Dietrich, Luis Sortino, Ernesto Doronso, José Serrano, Juan Ventura, Rafael Pisa, Pablo Mihovich, Salvador Nielsen, Juan Segovia, Óscar Suite, Alberto Ferrante, Félix Rodrígues, Héctor Gonzales, Mauro Escagliarini, Carlos Nielsen, Norberto Ventura, Domingo Nuger, Mauro Fabiano, Ruben Suite, Francisco Nuñes, Roberto García, José Brunetti, Ubaldo Scariz, Alfredo Scariz, Juan Sortino.
Aunque muchos de ellos fallecieron (desde el museo lograron dar con algunos familiares), es muy probable que algunos sigan vivos. De encontrarlos, la propuesta es volver a homenajearlos en el marco de las celebraciones de Ciudad Futura, como una manera cabal de unir pasado, presente y futuro de la cultura, como mensaje a los que está y los que estarán.
«El ejercicio de la solidaridad tiene que ver con el adn cultural de una comunidad. Podríamos no asociarlo inmediatamente con lo artístico pero hay algo que es constitutivo de la cultura boquense, que es el asociacionismo y el ejercicio cotidiano de la solidaridad. Eso también es una forma de patrimonio», explica Fernández.
Según él, el Museo sigue ocupando un lugar muy importante en el alma de la comunidad. «Pero no solamente en el barrio. Quinquela no creó un museo de arte boquense sino uno de arte argentino, que desde La Boca cumple la misión de proyectar argentinidad». Qué mejor que entender así la argentinidad. Qué mejor que vernos reflejados en la historia de unos chicos que dejan todo para rescatar a un amigo.
Fuente: Infobae