Este lunes, un pueblo en Gloucester, al suroeste de Inglaterra, ganó fama dentro de su país gracias al hallazgo de los restos de un castillo medieval debajo de una cancha de básquet. Si bien esto parece cosa de todos los días, cada una de estas joyas históricas que se hace visible es una pieza fundamental del pasado y el patrimonio local. Así lo manifestaron las autoridades encargadas de analizar la estructura local.
Inglaterra es testigo de constantes descubrimientos por parte de diferentes entidades gubernamentales y privadas, que se dedican a menudo a estudiar el suelo urbano y campesino con el fin de encontrar rastros de civilizaciones pasadas, con el fin de que puedan aumentar su conocimiento acerca de la cultura que los antecedió. En la actualidad, la mayoría surge debido a los trabajos de obra pública, en los que antes de renovar una vía o construir un edificio moderno es necesario analizar a fondo qué hay bajo tierra.
En sintonía con ello es que se dio con el esqueleto de este castillo que tiene su origen en el siglo XIII, según definió el informe de Cotswold Archaeology. Este se encuentra al suroeste de la ciudad, en el barrio de Blackfriars, el cual atraviesa un proceso de remodelación a gran escala. Para los arqueólogos, este sitio es de gran interés, ya que cuenta con diferentes manifestaciones del paso del Imperio Romano.
El palacio se erigió entre las murallas de defensa que levantaron los romanos y el río Severn. Desde su existencia cobijó a nobles y a reyes ingleses hasta que en los siglos XV a XVII pasó al olvido y deterioro. Poco a poco el interés en residir allí perdió valor y a fines del 1700 una parte suya se convirtió en una cárcel (por no decir que la misma se construyó sobre sus escombros).
Como dato curioso, desmantelaron parte de la mampostería del castillo con el fin de darle otro uso. Se hicieron calles y levantaron otros edificios. Cómo único vestigio, en su honor, quedó la torre, que más tarde sirvió como punto de vigilancia para mantener bajo control a los reos.
El artículo oficial señaló que varias trincheras y pilotes develaron la existencia del castillo que los arqueólogos interpretaron como el sostén de un puente que proporcionó el ingreso a la propiedad, la cual estaba rodeada por una fosa con agua. Incluso, encontraron que parte de los muros fueron robados y luego depositados como relleno.
Otra información que reveló esta investigación y que sorprendió a los expertos es la existencia de terreno de cultivo sobre lo que fue el jardín. Se usó de esta manera desde el siglo XVIII al XIX. Este trabajo permitirá conocer cómo se modificó a lo largo del tiempo el suelo y el diseño urbano, ya que dejó en evidencia las costumbres arquitectónicas locales y que con el avance de los años quedó en el olvido.
“Los resultados resaltan que una arqueología importante continúa sobreviviendo a una profundidad relativamente poco profunda, lo que nos permite rastrear el uso histórico del suelo y los cambios paisajísticos dentro de esta parte de la ciudad a lo largo de muchos siglos”, indicaron los arqueólogos del proyecto.
Fuente: La Nación