La basílica de Nuestra Señora del Rosario, conocida también como iglesia y convento de Santo Domingo, sufrió las invasiones inglesas y fue blanco de balas de cañón. Fue expropiada y funcionó como museo de ciencias naturales y observatorio astronómico. Volvió a ser un templo, que fue prendido fuego en medio de las convulsiones políticas de 1955. Pero a pesar de todo, su edificio sigue incólume en la esquina de Defensa y Belgrano. Y este martes cumple 238 años.
La iglesia fue levantada por la orden religiosa de los dominicos, que habían llegado al país entre 1601 y 1602. Su construcción empezó en 1751, dirigida por el arquitecto italiano Antonio Masella, y la posta fue tomada primero por el arquitecto Francisco Álvarez y después por Manuel Álvarez de Rocha.
Tomó años terminar el edificio. De hecho, la obra continuaba cuando el templo fue consagrado, el 19 de octubre de 1783, fecha en que se celebra su aniversario. Se lo dedicó al culto de la Virgen del Rosario.
Sus líneas originales se conservan hasta hoy: una planta de tres naves con capillas laterales de poca profundidad. La primera torre fue la de la izquierda, coronada por una veleta con un gallo. La del oeste fue añadida en 1856 y tiene una veleta con un perro, porque los dominicos recibieron ese nombre por «Domini canis», los perros o guardianes del Señor.
La iglesia tiene dos torres coronadas con veletas: una tiene un gallo y la otra un perro. Foto Emiliana Miguelez
En 1792 comenzó la construcción del Convento de Santo Domingo, que terminó hacia 1805. Por esos tiempos, la propiedad de los dominicos abarcaba la actual manzana entre Defensa, Belgrano, Balcarce y Venezuela.
La iglesia, campo de batalla durante las invasiones inglesas
En 1806, la iglesia y su convento jugaron un rol central durante la primera invasión inglesa, dirigida por William Carr Beresford. Los británicos prohibieron la procesión de la imagen de Nuestra Señora del Rosario.
Cuando recuerdan la historia, en la Basílica cuentan que el capitán de navío Santiago de Liniers fue al camarín de la Virgen y le prometió que si ella le ayudaba a echar a los invasores, él le entregaría las banderas de los ingleses.
En sus cartas, Liniers relató algunas circunstancias favorables que él le atribuyó a la Virgen. Como cuando cruzó el Delta junto a su tropa sin ser visto por los ingleses. O cuando una lluvia torrencial obligó a los invasores a dejar el fuerte y a esperar en la Plaza Mayor la llegada de Liniers, aislados del resto de sus fuerzas.
Los criollos recuperaron Buenos Aires y el 12 de agosto, Liniers le entregó a la Virgen dos banderas del Regimiento 71 y dos de la Marina Real Británica, trofeos de guerra que siguen en exhibición en la Basílica.
Una de las banderas de los ingleses que aún se exhiben en la basílica de Nuestra Señora del Rosario como trofeo de guerra. Foto Emiliana Miguelez
En 1807, los ingleses volvieron a sitiar la Ciudad, al mando del general John Whitelocke. Repelidas por las tropas al mando de Cornelio Saavedra, algunas columnas se refugiaron en la iglesia de Santo Domingo.
Desde allí resistieron, mientras las fuerzas criollas acribillaban la iglesia a cañonazos. Fue el 5 de junio de 1807. Las marcas aún pueden verse en la torre izquierda de la iglesia, aunque fueron rellenadas con bolas de madera para simular las municiones originales.
En la torre izquierda aún se ven las marcas de los cañonazos que recibió en la segunda invasión inglesa. Los rellenaron con bolas de malera para simular las municiones originales. Foto Emiliana Miguelez
La tumba de Belgrano
En el atrio de la basílica Nuestra Señora del Rosario hay un mausoleo, protegido por un monumento inaugurado en 1903. Allí descansan los restos de Manuel Belgrano.
Fue el propio Belgrano quien pidió ser enterrado en Santo Domingo, donde había asistido a la escuela primaria. Después de su muerte, ocurrida el 20 de junio de 1820 en una casa de Belgrano al 400, su cuerpo fue trasladado a la iglesia.
Lo inhumaron vestido con el hábito de fraile. Murió tan pobre que su primera lápida se hizo con la tapa de una cómoda de la casa familiar.
El mausoleo donde descansan los restos de Manuel Belgrano. Foto Emiliana Miguelez
En 1902, durante la segunda presidencia de Julio A. Roca, sus restos fueron exhumados mientras se planeaba el mausoleo donde reposa hasta hoy.
Hubo polémica. El cajón se había disgregado y solo hallaron algunos huesos y dientes, que fueron colocados sobre una bandeja de plata. Y dos ministros, el de Interior, Joaquín V. González, y el de Guerra, el coronel Pablo Riccheri, se apropiaron de un diente cada uno. Lo justificaron diciendo que querían mostrárselos a Bartolomé Mitre.
La prensa de la época se escandalizó y, finalmente, los ministros devolvieron los dientes. El mausoleo fue inaugurado el 20 de junio de 1903, en un acto presidido por Roca y todo su gabinete.
Cuando expropiaron Santo Domingo
En 1822, Bernardino Rivadavia, por entonces ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez, impulsó una reforma eclesiástica. Suprimió los fueros eclesiásticos, eliminó el diezmo y confiscó las propiedades de las órdenes religiosas.
Por entonces, los dominicos tuvieron que irse del país y Santo Domingo fue expropiado y dejó de funcionar como iglesia para convertirse en un Museo de Historia Natural que funcionó hasta 1854. Su director era el botánico italiano Pablo Ferrari. En la parte alta, además, se instalaron un observatorio astronómico y un gabinete meteorológico.
Como ministro bonaerense lanzó una reforma eclesiástica y expropió bienes de las órdenes religiosas, que tuvieron que dejar el país.
En esa época, la propiedad fue dividida en dos y se abrió la actual cortada 5 de Julio. En ese lugar, que era el huerto, estaban enterrados muchos de los ingleses que perdieron la vida durante la primera invasión.
Los dominicos regresaron al país y recuperaron su convento e iglesia en 1835, gracias a un decreto que Juan Manuel de Rosas firmó de puño y letra. Como reconocimiento, Rosas fue nombrado hermano de la Orden.
De iglesia a una basílica que sufrió el fuego del 55
El 23 de agosto de 1909, el Papa Pío X elevó al templo de Nuestra Señora del Rosario a la categoría de Basílica Menor. Y el 21 de mayo de 1942, el Convento fue declarado Monumento Histórico Nacional.
Pero esta iglesia devenida en basílica todavía iba a sufrir otro ataque.
El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo, con el objetivo de matar al presidente Juan Domingo Perón. Tenían la leyenda «Cristo vence». Murieron más de 300 personas.
El altar mayor fue reconstruido luego del incendio de 1955. Foto Emiliana Miguelez
Después de ese trágico episodio, militantes peronistas salieron a quemar templos de la Iglesia, a la que acusaron de haber apoyado el intento de golpe de Estado.
El prior del convento de Santo Domingo era fray Luis Alberto Montes de Oca. Cuando vio llegar los camiones con militantes, hizo cerrar las rejas para impedirles la entrada. Fue inútil
La iglesia de Nuestra Señora del Rosario fue convertida en basílica en 1909.
El fuego destruyó el retablo del altar mayor, la capilla de San Vicente Ferrer y los misterios del Rosario en mosaicos venecianos, que adornaban la bóveda de la nave central. Se perdieron documentos y reliquias.
En 1961 comenzó el proyecto de restauración que le dio al interior del edificio la ornamentación y fisonomía que conserva hasta hoy.
Fuente: Clarín