«Acá te muestro algo de lo que estamos haciendo: este aparato analiza este cuchillo para saber de qué material es y qué historia tiene. Al parecer es una mezcla de bronce, cobre y arsénico», cuenta Lucas Gheco con el mismo entusiasmo con el que habla en las aulas de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) a sus alumnos. El cuchillo al que se refiere es un hallazgo arqueológico del Noroeste del país. Pero la técnica de investigación que describe es la que lo llevó hasta Egipto, donde estuvo hasta hace un mes descifrando pinturas rupestres en una tumba milenaria.
Además de docente del Instituto de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de la UNSAM, Gheco es arqueólogo de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCa) y doctor en Ciencias Antropológicas de la Universidad Nacional de Cordoba (UNC).
Lucas Gheco, durante los estudios que llevó a cabo en Luxor, Egipto.
«Siempre estuve convencido de lo que quería: me gustaba la historia, la cosa detectivesca de ahondar e introducirme en el pasado y las ganas de estar al aire libre. La investigación científica y la aventura se encontraron y me hicieron viajar a Catamarca», reflexiona. Fue por los métodos de observación científica que aplicó en esa provincia que lo convocaron para ir hasta Luxor, en Egipto.
El proyecto en el que se adentró durante 45 días se llamó «Amenemhat de la Tumba 123 de la Necrópolis tebana de Luxor«. Participaron universidades argentinas, brasileñas y egipcias. Y Gheco, que tiene 31 años (aunque parezca de mucho menos), fue protagonista: su afición por el pasado fue tan grande que lo condujo hacia una de las cunas la historia antigua de la humanidad.
«Amenemhat fue escriba durante el reino de Tutmosis III. Como todo egipcio, había mandado a hacer su tumba. El misterio comienza por los detalles de las pinturas, el hollín en el techo y hasta otra técnica de confección. A partir de lo estudiado, pudimos determinar que este sujeto vivió entre los años 1479 y 1425 A.C.», detalla con precisión Gheco.
«Este descubrimiento nos dio dos hipótesis: la primera, que este escriba se arrepintió de la obra que se estaba construyendo e hizo reformas sobre lo ya realizado. Y la segunda, que se haya utilizado la tumba para otro Amenemhat y dio justo esa casualidad», sostuvo el licenciado.
La tumba tuvo varios residentes durante miles de años. Estos produjeron cambios y se pueden detectar mediante estudios complejos.
La importancia del aporte argentino en esta misión tripartita de investigación fue el uso de las técnicas y tecnologías que se aplican en cuevas argentinas ubicadas en las sierras de Alto-Ancasti, Catamarca. «Es un orgullo poder usar ciencia desarrollada en nuestro país y trasladarla a miles de kilómetros de aquí, a otro continente», dice Gheco, que también es becario post doctorado del Conicet.
La tumba de Amenemhat está en Luxor, una población edificada sobre las ruinas de Tebas, en la ribera oriental del río Nilo. Se trata de un gran sarcófago en el que se puede entrar caminando, con luz artificial para poder ver, y donde se distinguen distintos tipos de pinturas en las paredes y los usos que se le dio al recinto.
«Por el hollín en el techo se puede saber que vivió gente hace poco, quizás sin saber que era una tumba», explica. «La perspectiva de este análisis no es simplemente saber qué materiales hay o qué nuevo hallazgo podemos descubrir. También se intenta aproximar al pasado: saber el devenir de la historia, los matices, los cambios y sus complejidades. Hay mucho mas allá de los períodos faraónicos».
Hasta el momento sólo se pudieron analizar visualmente los dibujos y pinturas encontrados en la tumba egipcia por cuestiones burocráticas: no se puede extraer ni excavar para hacer un análisis más minucioso de los hallazgos.
Además del hallazgo en sí, el equipo de científicos estudió el proceso histórico de las pinturas de la cueva.
El boom de la noticia de que científicos argentinos hayan sido convocados para un proyecto de tal magnitud abrumó positivamente a Lucas Gheco, que sintió un reconocimiento a su labor y profesionalismo de tantos años. Él espera que este sea «el punto de inflexión y retroalimentación» para que haya un interés en la arqueología argentina y las civilizaciones originarias que estuvieron en nuestro país.
Esta semana, el «detective de la antigüedad» que es orgullo en la Universidad de San Martín volvió a dar clases por primera vez después de toda su travesía estilo Indiana Jones por los desiertos de Egipto. “Espera mil años y verás que se vuelve preciosa hasta la basura dejada atrás por una civilización extinta”, decía el científico ruso Isaac Asimov. Y confirma lo mismo que Gheco: el mundo de nuestros antepasados sigue lleno de misterios.
Fuente: Clarín