El Museo Británico, fundado en Londres hace casi 270 años, tiene una superficie de 135.000 metros. En los cinco pisos de su edificio se despliegan 95 salas donde se exploran los últimos dos millones de años de historia en 60 exhibiciones.
Con seis millones de visitantes anuales, es el quinto museo más popular del mundo. Su exposición permanente, que incluye piezas de incalculable valor histórico como la Piedra Rosetta y las esculturas del Partenón -cuya devolución exige hace años el Estado griego-, consta de 80.000 artefactos.
¿Cuántos de ellos provienen de la Argentina?
Tan solo uno.
Y es tan pequeño que entra en una billetera.
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En el tercer nivel del edificio se ubica la sala 68. De dimensiones modestas, parece todavía más pequeña por el asfixiante color azul con el que decidieron pintar sus paredes.
La llaman la Galería del Dinero. Aunque no es de las más populares del museo -o siquiera de su piso, repleto de excepcionales sarcófagos egipcios y tesoros del imperio persa-, su objeto de estudio es central: los medios de pago que desarrollaron las distintas civilizaciones a lo largo de la historia.
En este espacio, aptamente patrocinado por la mayor empresa de servicios financieros del planeta, conviven dracmas acuñados hace 2500 años, billetes africanos del siglo 20, tarjetas de crédito y hasta una insólita alcancía de El Chavo del 8.
Una de las piezas centrales de la habitación es una espiral conformada por 194 monedas de distintos países.
Allí, entre dinares, rublos, dólares y coronas, aparece un viejo conocido: 6,34 gramos de peso, aro de cuproníquel y núcleo de aleación de cobre. Un peso argentino de 1997 con la imagen de María Eva Duarte de Perón.
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Buenos Aires, 1955. El italiano Mario Baiardi, maestro de grabadores de la Casa de Moneda de la Nación, recibe un encargo especial: acuñar un retrato de la actriz y dirigente política, Eva Duarte. La idea era homenajear con una moneda a la esposa del presidente Juan Domingo Perón, fallecida tres años antes por un cáncer de cuello uterino.
Pero la Revolución Libertadora puso fin en septiembre de ese año a una década de gobierno peronista y el proyecto no llegó a materializarse. Derrocado, Perón huyó al exilio y el cuño fue archivado durante 42 años.
Recién en 1997 y bajo otra administración justicialista, esta vez encabezada por Carlos Saúl Menem, se decidió desempolvarlo para conmemorar los 50 años de una de las iniciativas que la exprimera dama militó más activamente: la sanción de la Ley N° 13.010, que instituyó el voto femenino obligatorio en el país.
El grabador Jorge Nicastro actualizó los cuños originales de Baiardi para la nueva moneda de un peso, entonces convertible a un dólar por gracia del exministro de Economía, Domingo Cavallo. De esta manera, Eva Perón se convirtió en la primera mujer en aparecer en una moneda argentina.
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¿Cómo llegó hasta Londres? El Museo ofrece algunas pistas. Se sabe que Robert Knox, un arqueólogo canadiense que trabajó como curador de su Departamento de Antigüedades Orientales, la donó a la institución en 1999. En 2012, cuando renovaron la Galería del Dinero, la moneda fue montada en el lugar que ocupa actualmente.
Ante la consulta de LA NACION, un vocero del Departamento de Monedas y Medallas de la entidad reveló el criterio usado para curar la muestra: “Elegimos objetos que representan personas, lugares, culturas y temas como el comercio y el imperio. Algunos son históricamente significativos o cuentan una historia interesante. En este caso, es parte de una exhibición que presenta una moneda de cada país del mundo”, sostuvo la fuente que respondió de forma anónima el cuestionario enviado por este diario.
No es el único artefacto argentino en posesión del Museo. En sus bóvedas se almacenan unos 1900 artículos recolectados en nuestro país, algunos numismáticos -monedas y billetes de distintos períodos- y otros elaborados por pueblos originarios como los tobas, matacos, pilagas y araucanos -mayormente puntas de flecha, además de algunas cuchillas, cinturones y bolsos-.
Pero solo el peso de Evita terminó en una vidriera.
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El Museo Británico tiene muchas piezas inigualables, pero la moneda de Evita, se sabe, no es un ejemplar único. De hecho, el Estado argentino puso en circulación un millón de ellas. En el mercado de coleccionistas, cada una alcanza un valor de 1000 pesos.
“Forma parte de una serie de monedas que se hicieron entre 1996 y 2001 para conmemorar a Unicef, Mercosur, San Martín, Urquiza y Güemes”, dijo a LA NACION Ariel Dabbah, integrante del Instituto Federal de Investigadores Numismáticos de la República Argentina (Ifinra).
Pero la dirigente tuvo un protagonismo aún mayor que las organizaciones internacionales y los próceres. En 1997 salió en una segunda moneda de 50 centavos de aleación de cobre. En 2002, durante la presidencia interina de Eduardo Duhalde, se emitieron tres más por los 50 años de su fallecimiento -de uno, dos y cinco pesos realizadas en plata, cuproníquel y oro, respectivamente-. Fueron los antecedentes directos del billete de 100 pesos que comenzó a imprimirse en 2012 durante la presidencia de Cristina Kirchner.
“Esa tradición tan bella de monedas conmemorativas se cortó dado que, en períodos inflacionarios, tienden a circular menos porque se desvalorizan rápido”, agregó Dabbah.
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Casi indistinguible a simple vista en aquella espiral londinense, la moneda de Evita esconde una sorpresa más: es de curso legal, puede usarse aún como medio de pago y, por lo tanto, es todavía víctima de una tragedia inagotable: la economía argentina.
No se podría comprar mucho con ella. Cuando salió era equivalente a un dólar. Hoy apenas alcanza los 0,0083 centavos de esa divisa. De hecho, uno triplicaría su valor si la vendiera por el metal a los fundidores de bronce que, desde hace meses, pululan en las redes sociales.
¿Qué fue lo que pasó? Básicamente, el fin de la convertibilidad y una inflación salvaje -la segunda más alta de la región, detrás de Venezuela- impulsada por un gasto público exorbitante y una emisión monetaria sin control.
Según datos del Banco Mundial, entre 1997 -año en que la moneda empezó a circular- y 2020, nuestro país experimentó una inflación acumulada del 490%. Para 2022, las consultoras la estiman en torno al 70%. Como consecuencia, el valor del peso sigue en caída libre.
Es un caso raro: un objeto que, a pesar de estar exhibido en un museo mundialmente famoso, se deprecia todos los días. En definitiva, una paradoja bien argentina.
Fuente: Andrés Krom, La Nación