“Entre nosotros hay voces falsas que intentarán hechizarte como las sirenas lo intentaron con Odiseo, como esa música que andas siguiendo. Veo que alguien te está pidiendo ayuda: es una reina atrapada en su retrato”. De esta manera comienza uno de los varios capítulos de la serie Una noche en el Museo del Prado: el capítulo que explica los símbolos presentes en las obras maestras de la colección del museo español, ubicado en Madrid y cerrado por la pandemia de coronavirus, sobre todo en las pinturas de Francisco de Goya, del flamenco Pietr Paul Rubens y del español Diego Velázquez. El Prado es la institución que reúne el mayor número de trabajos de cada uno de estos grandes artistas dentro de su colección (en total el patrimonio del museo es de 8.000 obras).
Una galería del Prado vacía. El museo, cerrado por primera vez en ocho décadas, conserva obras de Francisco de Goya y Diego Velázquez. / AP
¿Pero cuáles son las voces que nos hablan en este documental que intentan hechizarnos…? Esas voces parecen fantasmagóricas pero no lo son: provienen de las propias obras y de sus protagonistas. Durante estos capítulos, nos cuentan sus vidas desde sus épocas: los siglos XVI, XVII, XVIII… La serie es accesible y gratuita, abierta a todos desde youtube o desde el sitio mismo del museo. Fue producida para un público general y de todas las edades al cumplirse los 200 años del museo (durante 2019) por la Radio Televisión Española (RTVE) en colaboración con Bruta Media, y hace un recorrido por el museo del Prado de noche, mientras se encuentra cerrado al público.
Es entonces cuando reina el silencio y las voces de los personajes de los cuadros comienzan a aparecer. La filmación (y las voces) ofrecen toda suerte de explicaciones acerca de las maravillosas y hechizantes obras que posee el Prado: en su capítulo “Un museo de pintores” -existen otros tres capítulos más, “Un museo del gusto real, “Un museo de símbolos” y “Un museo de reflejos”- aparece el propio “Sordo”, Goya, hablándole al protagonista-guía de la serie documental.
Vista del Museo del Prado de noche. El documental recorre las obras más emblemáticas que aquí se conservan. Actualmente, está cerrado por el coronavirus. /EFE/Mariscal.
También asoma en ese capítulo el ranking de los 10 artistas-maestros de quienes mayor cantidad de obras posee el museo: El Greco, Tiziano, Vicente López, Jean Brueghel El Viejo, Velázquez; luego otro flamenco como Brueghel, David Teniers. Más tarde le siguen -siempre creciendo en número de obras que son de la colección del museo- Luca Giordano; “el españoleto” barroco José de Ribera; otro gran pintor barroco, Rubens; y por último, el “hit” de el Prado: Goya (la institución española posee la mayor cantidad de Goyas de todos los museos del mundo).
Pero el guía del documental lanza una pregunta: ¿cómo puede ser que un museo tan importante tenga más de 100 obras de Rubens y tan sólo una pintura única de Rembrandt, si los dos eran artistas super-importantes en la Europa de su época? Para contestar esto, el documental propone jugar al “Risk de la pintura europea antigua”. Así nos traslada al mundo del siglo XVII. “Empecemos por hablar de Flandes, que producía la mejor pintura europea del momento y pertenecía a la Casa de los Habsburgo”, nos comenta el guía, en off, durante la filmación. Debido al gusto de Felipe II (de España) por la pintura flamenca, podemos encontrar muchísima obra de esta zona y época en el Prado. En cambio, gracias a la guerra que enfrentó Holanda con España, hay muy poca pintura holandesa: por eso el museo posee un solo Rembrandt: “Era el pintor del enemigo”, sostiene el guía.
El 3 de mayo en Madrid o »Los fusilamientos» (1814). Óleo sobre lienzo de Francisco de Goya.
Hay, también, poca pintura de lo que entonces era Alemania porque a la corte española no le gustaba el estilo. En cambio, el museo posee muchísima pintura italiana porque España dominaba la zonaen ese momento. Abarca especialmente obras provenientes de la zona del Veneto, ya que el área mantenía con el país ibérico una intensa colaboración artística. Así, puede observarse en el documental cómo las grandes movidas políticas e históricas pueden explicar, también, por qué podríamos llegar a conocer más sobre algunos artistas y menos sobre otros.
En julio de 1782 se estrenó una ópera de Mozart en Viena, El rapto en el serrallo, se menciona ahora en el capítulo “Un museo de símbolos”. Al terminar la representación de la obra de Mozart, el emperador José II de Austria se acercó al músico, y lo felicitó por la ópera pero también lo criticó: le dijo que le pareció que la obra contenía “demasiadas notas”. Le pidió si podía “sacar algunas”. Mozart le contestó, muy cortésmente, que si el emperador era tan amable de detallarle qué notas estaban de más, él con gusto las sacaría. Por supuesto, la cosa quedó ahí. Pero en este capítulo de “El Prado de noche” el guía compara a la enorme cantidad de notas que posee una obra de Mozart con la enorme cantidad de alegorías, leyendas, parábolas, historias antiguas y símbolos que contienen las pinturas del museo: son demasiadas obras las del museo y por lo tanto, es casi imposible abarcar todos sus significados, su simbología.
Las meninas. Óleo sobre lienzo pintado en 1656 por Diego Velázquez.
Aunque de igual manera detallan en la serie que las obras que son visibles en ese capítulo, son las de Rubens (Siegen, 1577- Amberes, 1640); y explican cómo nosotros vamos comprendiéndolas por niveles. ¿El primero? Se trata de la comprensión de una pintura a nivel emocional. Para esto no hacen falta conocimientos sino poseer la capacidad de emocionarnos. Pero para comprender los trabajos a otros niveles, sí haría falta, quizás, sostiene el guía, algo así como un “manual de instrucciones”.
Aún de esta forma, en el documental proponen un experimento: sacan un cuadro de Rubens a la calle; colocan algunas sillas para que las personas que pasen caminando por allí puedan sentarse a contemplarlo; y escuchan sus opiniones, producidas desde el primer impacto, el emocional. “Me conmueve el realismo que tiene”, dice un chico. “Pienso que en el cuadro los hombres están bastante más tapados que las mujeres”, comenta una chica con un bebé. Y luego el público enumera lo que puede ver en el cuadro: un paisaje idílico; ovejas; dos personajes, uno más pobre, otro más rico; tres mujeres; un pastor; y lo más importante de la obra: una manzana. “Siento pureza”, sostiene un joven. “Siento belleza y paz”, comenta una mujer. “Cierto misterio o algo de duda, porque hay muchos personajes a la vez”, acota una chica.
Y en realidad, explica el guía en el documental, la obra de Rubens -llamada El juicio de Paris– se vincula a la mitología griega, al Olimpo de los Dioses. En ella aparece una escena de celebración, la de una boda. Y todos están invitados a la boda menos la diosa Eris, que es la diosa de la discordia. Aunque de todas formas, desafiante, Eris se presenta; y lo hace portando una manzana en su mano. La manzana: el símbolo de la discordia.
«El rapto de Europa» (i), «Adán y Eva» (c) y «Retrato ecuestre de Felipe II» (d), tres de las obras de Rubens que tiene el Prado, en una muestra de hace años en que fueron agrupadas.
En un momento Eris tira la manzana sobre la mesa, diciendo: “Esta manzana será para la más bella de las diosas”. Entonces, claro, se produce la discordia: todas las diosas presentes en la mesa piensan que esa manzana debería de ser para ellas porque cada una piensa que es más bella que la de al lado. Y el dios Zeus, que debería ser el encargado de elegir para quién podría ser esa manzana, no lo hace.
En cambio, Zeus delega la decisión proponiendo: “Vamos a encontrar a alguien que sea puro, alguien que sea imparcial, para que decida”. Ese personaje es París. Paris cree que es un pastor; y en realidad es un príncipe, el de Troya. Pero todavía no lo sabe. Y lo que se ve en la pintura es esto: el dios Hermes y las tres diosas enviadas por Zeus para presentarse ante Paris, quien debe elegir a una. Y allí están las tres: a la derecha Hera, la diosa de la familia y el matrimonio.
«El sueño de Jacob», un clásico del barroco español de José de Ribera.
En el centro de la pintura está Afrodita, la diosa del amor y del deseo. Y a la izquierda se encuentra Atenea, la diosa de la sabiduría y de la guerra. Cada una de estas diosas le ofreció, en secreto, algo a Paris, a cambio de que la eligiera: Hera le ofreció dominar el mundo. Afrodita le ofreció que la mujer o el hombre más hermoso del mundo se enamorara de él, de Paris. Y Atenea le ofreció toda la sabiduría del mundo, saber todas las cosas y vencer en todas las batallas. ¿A quién eligió, finalmente, Paris…? Esto se sabe en el documental. Y también es conocido que esa famosa decisión fue la que desencadenó, finalmente, una de las guerras más grandes de la historia: la guerra de Troya.
Muy bien filmado, con una infinita cantidad de detalles, estrategias digitales y un discurso que puede comprender desde un niño de alrededor de 10 años hasta un adulto -a lo largo del cual no sólo se detallan historias increíbles acerca de las obras del patrimonio del Prado sino que también el guía, demostrando también cierta calidad de detective, va desentrañando diversos misterios contenidos en las pinturas a lo largo de los cuatro capítulos-, el documental El Prado de noche ofrece no sólo la posibilidad de escuchar a los artistas y protagonistas de las obras más excepcionales sino también la oportunidad de comprender por qué ciertas piezas o ciertos personajes se nos aparecen como emblemáticos hoy en día.
Divertido, Una noche… capta inmediatamente la atención de cualquiera que ame el arte. Y de aquellos que quieran darse una vuelta divertida por el museo: a pesar de la distancia geográfica, ahora, con producciones como esta, es posible.
Fuente: Clarín