Con sus museos y cafés cerrados, los escasos turistas en París solo pueden visitar unas pocas iglesias y dar largos paseos, una alternativa que permite conocer la Ciudad Luz desde un punto de vista diferente al que habrían tenido antes de la pandemia de coronavirus.
Para Ginevra Morello, una estudiante italiana que visita la capital de Francia con un amigo, esta situación le permite tachar de su lista de deseos uno de sus sueños: que la retrate uno de los muchos pintores que habitualmente se encuentran en la famosa Place du Tertre, en el artístico barrio de Montmartre.
«Antes había tanta cola de gente que era imposible, ahora es el momento», afirma Morello a la AFP mientras el sol se pone en la capital con el canto de fondo de los pájaros, una música imposible de escuchar hace un año por el ruido del tráfico y la multitud.
La Avenida Champs Elysees en Paris vacía por el toque de queda. Foto: Reuters/Gonzalo Fuentes.
Aunque, admite, le habría encantado coronar esta ocasión tomando un café en una terraza parisina, algo imposible ya que están cerrados desde octubre, al igual que los restaurantes. «Es una pena porque uno de los atractivos de París es visitar sus cafés», dice.
En lugar de eso, los turistas recorren las calles, admirando la arquitectura de monumentos a los que no pueden acceder, y con el tiempo justo para llegar a sus hoteles antes del toque de queda a las 18.
«Es un poco triste ver a tan poca gente. Se puede decir que la mayoría de los turistas son franceses de visita«, afirma Paul Vida, que viene de Canadá, y acaba de pasearse por la basílica del Sacré Coeur.
Su estrategia es arriesgada: escoge un lugar para visitar, sin preocuparse de si estará abierto o no, asegurándose de estar de vuelta antes del toque de queda, «sino son 135 euros (160 dólares) de multa».
Aunque ir de compras sigue siendo una opción en las pequeñas tiendas de la ciudad, los grandes almacenes como las Galeries Lafayette, atestadas de turistas en tiempos normales, están cerradas por precaución.
Pont au Change en Paris. Foto: AP Photo/Michel Euler
Hoteles y atracciones
Para los visitantes actuales, la escasez de turistas hace que el paseo sea mucho más agradable. «Es casi privado, todo está cerrado y es muy tranquilo», explica Christine Jouard, una filipina que fue con su marido francés a visitar París por primera vez.
En el Arco del Triunfo, en los famosos Campos Elíseos, donde se solían agolpar cientos de personas para sacarse una foto, Christine se toma su tiempo para elegir el ángulo perfecto con el que completar su álbum familiar.
Niall Carden, un irlandés de Erasmus de 21 años que estudia en el oeste de Francia, afirma que ahora, con menos gente, se puede disfrutar más. «Es triste no tener bares ni restaurantes, e incluso el hecho de no poder subir a la cima de la Torre Eiffel, eso es un poco frustrante, pero hay que apreciar las pequeñas cosas», dice. «Para ser sincero, es bastante tranquilo. Lo prefiero así».
El ingreso a la Torre Eiffel no está permitido. Foto: Bertrand Guay / AFP.
El mes pasado, los clientes extranjeros sólo representaron el 4% de las reservas en los hoteles actualmente abiertos, según la asociación de profesionales del turismo de la Región de París.
Eso se traduce en un descenso promedio de los ingresos de los hoteles del 73% en comparación con el mismo mes del año pasado, según la asociación, cifra que se eleva al 88% en el caso de los hoteles de la capital francesa.
Las personas que todavía están dispuestas a ir a pesar de los cierres y el toque de queda se enfrentan al gasto adicional de tener que presentar un test covid negativo al entrar en Francia, y generalmente otro al volver a casa.
A cambio, tienen la oportunidad de ver la ciudad como pocos lo harán. En 2019, antes de la crisis, París y su región atrajeron a 50 millones de visitantes, una cifra que se redujo en dos tercios el año pasado.
«¡Me siento como si fuera el dueño de París!», dice Ivan Vdovicic, un suizo de 27 años, mientras disfruta de un café al aire libre en el Trocadero con un amigo. «Es un poco raro que haya tan poca gente en la calle», admite. «Pero volveré a París cuando vuelva la normalidad».
Fuente: Clarín