Luego de veinte años de abandono y desidia, avanza la restauración de la icónica Confitería Del Molino. En tres meses se licitará la concesión del bar y del Salón de Baile. La gente podrá volver a disfrutar de su deliciosa pastelería en el mismo sitio donde se sentaron los personajes más importantes de la historia nacional. Además, se habilitará un nuevo mirador: el roof toop Del Molino, con una de las vistas más lindas de la ciudad, frente a la plaza del Congreso Nacional. El inmueble luce como nuevo pero está rodeado de flamantes rejas para evitar el vandalismo, del cual fue víctima en varias oportunidades. En su interior, los restauradores ultiman detalles para que el público conozca las obras durante una recorrida a realizarse este viernes, en vísperas del 106 aniversario de su inauguración, en el contexto de una Argentina pujante y en crecimiento.
“Hay furor por Del Molino, en 45 minutos se agotaron todas las entradas, teníamos 8.000 cupos y están todos cubiertos, tal como nos pasó otras veces. Pero brindaremos una nueva recorrida el 21 de este mes para que nadie se quede afuera”, adelantaron los organizadores. En esta visita se caminará a través de los salones, la terraza y se podrá descender al subsuelo, donde a principios de siglo los inmigrantes italianos montaron una gran fábrica de panificados la cual abastecía la confitería, pero también a casas y locales de los alrededores. Del Molino es una construcción de tres cuerpos rematada por una cúpula decorada con las aspas de un molino. Tiene ocho plantas, y se ubica en una emblemática esquina porteña, en la intersección de las Avenidas Rivadavia y Callao, frente al Palacio Legislativo. Representa lo mejor del Art Noveau en Buenos Aires, caracterizado por su estilo florido, suntuoso y recargado. Es obra del italiano Francisco Gianotti y fue inaugurado el 9 de julio de 1916.
La fachada
En la fachada de estilo Art Noveau, ornamentada y suntuosa, ya no hay más desprendimientos de materiales. Se reparó y se la pintó color Piedra París tal como la soñó Gianotti.
Los pisos superiores
Los departamentos están siendo puestos en valor. Hoy son talleres de restauro, pero en un futuro se convertirán en dos museos y en oficinas.
Salón de baile
Se eliminó un bar instalado en la década del 70. Desde su balcón se observa la marquesina a nuevo, con sus coloridos vitrales.
La Confitería
Durante 1997 cerró sus puertas luego de la quiebra de sus dueños. A partir de ese momento y durante dos décadas estuvo en ruinas, fue saqueado e intrusado. En el 2015, LA NACION informó que debido a su ostensible abandono caían vitrales y trozos de mampostería de la fachada sobre la vereda. Al año siguiente se aceleró su proceso de expropiación y, luego de sucesivas promesas, en el 2018 comenzó la recuperación por parte de la Comisión Administradora del Edificio de Del Molino, integrada por miembros de la Cámara de Senadores y de Diputados. Según detalló el Secretario Administrativo de la Comisión, Ricardo Angelucci, las asignaciones para las obras en el inmueble se manejan de acuerdo a un Programa Presupuestario del Congreso Nacional. El costo de la puesta en valor integral asciende a $511.420.996.
Qué se podrá ver durante la recorrida a Del Molino La visita comenzará ingresando por la puerta de Avenida Rivadavia 1801, con sus arañas, mármoles y escalera tal como eran a principio de siglo. Se sube hasta el primer piso, al Salón de Baile, testigo de fiestas y casamientos de varias generaciones, luciendo completamente restaurado. Desde uno de los balcones se observa la marquesina de coloridos vitrales con el nombre Del Molino, también renovada. “Volvió todo a su estado original. En la década del 70 los descendientes de los dueños, los Brenna, hicieron una disco en un sector del Salón de Baile para salvar el negocio. Pero se desvirtuó por completo el lugar, tenía barra, bar, etc. Esa intervención posterior fue eliminada”, explica Mónica Capano, especialista en el patrimonio inmaterial del inmueble, quien desde el 2014 investiga la historia del edificio. Según la experta, es necesario tener en cuenta que además del abandono de los últimos años, mucho tiempo antes el lugar fue dañado. “Durante la revolución de 1930 (cuando Uriburu encabezó un golpe de Estado que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen y estableció una dictadura militar) los clientes comenzaron a atacar a los militares, tirándoles objetos desde el primer piso. Pero ellos, para repeler, ingresaron a caballo y destruyeron la planta baja, donde la gente estaba tomando el té”, afirma la asesora de la Comisión Bicameral.
La Confitería que volvió a brillar Durante el recorrido que realizó LA NACION, se continuó el recorrido bajando por la escalera hasta la Planta Baja, donde está el corazón del edificio: la Confitería. Hay dos ascensores originales de hierro, uno de ellos fue restaurado y el otro está en proceso. Además, se instalará uno nuevo, accesible, que permitirá ir desde el subsuelo hasta la terraza. “Sólo falta colocar los muebles y las luminarias. Hicimos una restauración integral de la Confitería”, asegura Guillermo García, del Plan Rector de Intervenciones Edilicias, destinado a la preservación del patrimonio arquitectónico y cultural del Palacio del Congreso Nacional y la mejora y refuncionalización de sus dependencias anexas. En el lugar se recuperaron maderas, vitrales, estucos y bronces, la mayor parte de ellos robados. Sin embargo, los especialistas encontraron un ejemplar original de cada uno de los elementos de bronce y pudieron replicar los faltantes, tal como se observa en los picaportes tallados. “Hemos descubierto cosas que estaban naturalizadas en su momento. Por ejemplo: el hermano de Francisco Gianotti tenía un corralón de materiales en Milán. Mandaban desde Buenos Aires los diseños y su hermano los fabricaba y se los enviaba en barco”, asegura Capano. Para llegar a este tipo de conclusiones la especialista se basó en antiguos mapas, planos, cartas y documentos. Pero también entrevistó a antiguos clientes y mozos, estudió los hallazgos arqueológicos, desde latas de pan dulce hasta menús del bar.
De ahí se desprende que la primera confitería Del Molino estaba en Rodríguez Peña y Callao y sus dueños eran Brenna y Rossi, ya famosos por su repostería en una zona cuasi rural. Cuando se crea la Avenida de Mayo, Brenna, muy hábil para los negocios, llega a vivir a la esquina de Rivadavia y Callao y le pide a Gianotti que en un tiempo récord fabrique una enorme construcción al levantar el edificio de la ochava a la altura de otro pre existente en Callao y, a su vez, alzando otro inmueble nuevo sobre Rivadavia. Es decir, completa el volumen creando una estructura de hormigón armado, muy moderna en su tiempo, compuesta de tres inmuebles. Después de apreciar los avances en la confitería la gente podrá bajar a los subsuelos, previos a Gianotti, los cuales estuvieron durante décadas inundados por la pérdida de agua de un caño. Se ingresa hasta ahí, saliendo del edificio y volviendo a entrar por Callao, donde había lujosos departamentos privados y que hoy conserva su hall de entrada cubierto de cerámicas recuperadas.
Los subsuelos lucen sus azulejos blancos originales. Ahí limpiaban la vajilla, pero además tenían fábrica de hielo, un frigorífico, grandes hornos y cocinas, una sobadora y una mezcladora. Había montada una gran industria. Algunos de estos elementos estarán a la vista del público. “De este tipo de cosas nos enteramos al hablar, por ejemplo, con uno de los maestros pasteleros, encargado de decorar los huevos de Pascua, quien nos mostró que había hasta perdido las huellas digitales de sus dedos a causa de tantas horas trabajadas”, dice Capano.
Buenos Aires sumará un nuevo rooftop El último punto de la visita es la terraza del quinto piso, donde las obras también están terminadas y donde aún falta determinar si quien se haga cargo de la misma será el mismo concesionario que maneje la confitería, explica García. Allí instalaron un office, que servirá para un eventual bar. Ahí vivían antiguamente los caseros del edificio. Hoy se puede ver como los especialistas trabajan en el mantenimiento de las aspas originales que simbolizaban una Argentina en crecimiento gracias a su industria harinera. También, trepar a la cúpula de coloridos vitrales por una escalera caracol y apreciar las esculturas de los leones alados instaladas a lo alto. Resta poner en valor los departamentos de los distintos pisos que los italianos tenían como renta, crear en uno de ellos un museo, tal como lo indica la Ley de Expropiación, el cual estará probablemente en el cuarto piso, donde existe un espacio conservado casi intacto. También se creará otro museo en el segundo piso. Hoy en los departamentos funcionan los diferentes talleres que probablemente pasarán a ser dependencias del Congreso. La visita también contará con espectáculos musicales, una muestra de arqueología urbana y una exposición con los trajes de los mozos y empleados del lugar a través de la historia.
Fuente: La Nación