El 13 de Julio de 1959 se realizó en la galería Van Riel la primera exposición del Movimiento Informalista en la que participaron Enrique Barilari, Alberto Greco, Kenneth Kemble, Olga López, Mario Pucciarelli, Tomás Monteleone, conocido como Towas, Luis Wells y Fernando Maza.
Este movimiento incorporó a las prácticas locales procedimientos reñidos con lo que se llamaba entonces “el buen gusto”. Espontaneidad gestual, materiales de desecho, violentó los géneros artísticos tradicionales y abrió el camino al arte destructivo, las instalaciones, el arte de acción. Movimiento cuya estética produjo un amaneramiento que contribuyó a la rápida deserción del grupo que lo promovió.
En este grupo se menciona a Fernando Maza a quien OTTO Galería le rinde homenaje con la muestra “Paisajes enigmáticos”, acuarelas, óleos y grabados bajo la curaduría de María Cristina Rossi, que ha realizado una intensa investigación sobre este artista argentino nacido en 1936 y fallecido en Francia en 2017.
A principios de los 60 viajó a Nueva York donde se quedó hasta 1973. Aquí obtuvo la Beca de la Unión Panamericana que le permitió estudiar artes gráficas en el Pratt Graphic Art Center. Posteriormente vivió en Londres durante cinco años para después afincarse definitivamente en Francia.
En 1965 Jorge Romero Brest lo invitó a participar en el premio Di Tella en el que presentó cuatro telas y en esa ocasión expresó: “cuando uso caracteres gráficos, soy consciente de dos intenciones, simbolizar un color que no está y al mismo tiempo des-significar ciertas letras y números mediante su yuxtaposición reiterada para lograr un nuevo sentido semántico”. En palabras de Luis Felipe Noé, su gran amigo, “sus paisajes metafísicos son de gran sutileza”. ¿Qué se encuentra en su obra?
Muros, arcadas, escaleras, pilares, monolitos pirámides truncas, “siempre quise ser arquitecto pero nunca logré recibirme de bachiller, todavía quiero serlo pero sin dejar la pintura”, colores armoniosos, ángulos redondeados, letras -estas aparecen alrededor de 1963- fondos manchados, resabios del informalismo, en lo que podría llamarse paisajes desolados. Las letras se apoyan entre sí, aparecen acostadas o en delicado equilibrio, una constante es la presencia del ampersand en lugar de la conjunción “Y” para conectar palabras.
Romero Brest definió su obra “Maza pintaba arquitecturas ficticias, letras que no formaban sílaba, números que no indican cantidad, flechas que no apuntan hacia nada”.
En 1965 integró la representación argentina a la VIII Bienal de San Pablo. Recibió el P remio Guggenheim en 1971, en 1985 obtuvo el prestigioso Premio Palanza y en 1987 el Gran Premio de Honor en el Salón Nacional de Artes Plásticas, compartió con Jack Vañarsky el Premio de Pintura de la Fundación Fortabat en 1994.
En esta muestra se exhibe un conjunto de acuarelas, óleos y grabados realizados entre 1975 y 2007, Rossi señala que dejó de titular sus obras pero también lo enigmático se encuentra en las abreviaturas del lugar donde las pintó, por ejemplo: EC2 de 1974 realizada en Londres.
Entre sus pasiones estaba la música, la literatura, la poesía, fue influido por la cultura visual neoyorkina de los medios gráficos, el arte pop, las obras de Jasper Johns, a quien admiraba.
Para quien busca algún silencio redentor lo encontrará en esta muestra que reivindica a un verdadero artista , constituye un bálsamo ante la avalancha de propuestas sin consecuencia alguna, porque ante tanto tumulto , ruido ensordecedor, banalidad, el uso y abuso de la palabra ¡genial! para definir una obra, todo un exceso.
(Paraná 1158. Lunes a viernes de 11 a 18).
Una de las magníficas obras de Beatriz Moreiro, artista ambientalista radicada en el Chaco, que se exhibe en su exposición.
Beatriz Moreiro
Beatriz Moreiro nacida en Buenos Aires, desde 1978 vive en Chaco en una reserva frente a un estero y al Río Paraná. Desde hace mucho batalla a través de su arte por la conservación de la naturaleza que el hombre avasalla.
Su vasta carrera incluye exposiciones tanto en Argentina como en el exterior, muchos premios como el Primer Premio de Grabado y Gran Premio de Honor del Salón Nacional 2013y 2014, respectivamente.
Moreiro escucha en silencio las armonías de todo lo que rodea, se mimetiza con los árboles del monte, el estero, el río, la tierra, escucha el canto de los pájaros, el canto de los grillos, una suerte de entrega al paisaje como en el poema de Juan L. Ortiz “¡Oh , vivir aquí!”: “Así fuera una vida dulcemente perdida/en tanta gracia de agua, de árbol, flor y pájaro/ de modo que ya nunca tuviese voz humana/ y se expresase ella por sólo melodías/intimas de corrientes, de follajes, de aromas, /de color, de gorjeos transparentes y libres…”.
Moreiro puede pasar de la gráfica en la que usa sutiles matices de blancos y negros, grises a objetos –esculturas. Recordamos su versión de la planta caraguatá, especie nativa con gran presencia de espinas, que en guaraní significa agua, realizada en acero que plantó en troncos obtenidos del desmonte en una muestra “Mientras descansan los árboles” en Praxis (2016).
En ese entonces se refirió a cómo sus ojos, manos y cuerpo, estrecharon profundos vínculos con la naturaleza y su entorno, expresándose a través de del dibujo, el grabado , la instalación. Pudo expresar ese avasallamiento de árboles inerts, inmóviles y cómo entramadas vegetaciones crecían en sus cortezas.
En su muestra actual en Biga, galería no hace mucho inaugurada, presenta “Tierra intensa”, obra gráfica y también elaboradas esculturas-objeto que intensifican su interés por el entorno. Hay notables dibujos de hongos, considerado el quinto reino de la naturaleza, a veces un peligroso enemigo. Los claroscuros conseguidos permiten valorar la profundidad de los volúmenes y los contrastes de grises provocan la gran luminosidad de las imágenes.
Beatriz Moreiro le ha dado una vuelta de tuerca a su interpretación de la naturaleza que, como señala Rodrigo Alonso , “la ha transformado en una marca propia”.
(Arenales 1181. Cierra el 28 de octubre.)
Fuente: Ámbito