Diez años de estudio, preparación, restauraciones y hasta acciones legales para celebrar el genio del florentino Leonardo da Vinci, a 500 años de su muerte. El Museo del Louvre inauguró el jueves, en París, la más ambiciosa exposición del artista del Renacimiento, con once de sus veinte pinturas reconocidas. Es la retrospectiva más completa y original de toda su obra. Pero hay mucho más: 160 trabajos que incluyen diseños, manuscritos, esculturas, cuadernos, estudios de rodillas, manos, pies de osos, codos y hombros del padre de la modernidad pictórica o de sus contemporáneos. La muestra ha agotado entradas y para verla se necesita una reserva obligatoria por Internet. Se extenderá hasta el 24 de febrero.
En una “avant premiere” y cuando frenéticamente los carpinteros finalizaban los preparativos para la inauguración oficial, Clarín visitó la exhibición junto a críticos de medio mundo.
Los comisarios de la exposición, Vincent Delieuvin, conservador en jefe del patrimonio del departamento de Pinturas, y Louis Franck, conservador en jefe del patrimonio y del departamento de Artes Gráficas del Museo del Louvre, “desayunan, almuerzan y cenan con Leonardo” en estos días. Fueron ellos los que revieron y reescribieron su historia para darle una nueva mirada a su infinito universo y “adaptarlo al siglo XXI” .
Retrato de Leonardo Da Vinci, atribuido a Francesco Melzi, Portrait. © Veneranda Biblioteca Ambrosiana. Gianni Cigolini, Mondadori Portfolio
El museo francés consiguió la colaboración de las instituciones y museos más prestigiosos y ricos del mundo. La reina Isabel de Inglaterra, que reúne la más preciosa colección de Leonardo científico, botánico y zoólogo y sus diseños de mecanismos de fluidos, prestó sus obras de la Royal Collection del palacio de Windsor. El British Museum, la National Gallery de Londres, la Pinacoteca Vaticana, la Biblioteca Ambrosiana de Milán, la Galleria Nazionalle de Parme, el Museo Ermitage de San Peterburgo, la Galleria de la Academia de Venecia, el Metropolitan Museum de Nueva York y el Institut de France cedieron sus valiosas obras.
Estudio de las manos. © Royal Collection Trust © Her Majesty Queen Elizabeth II 2019
En una oscuridad leonardiana, la exposición del pintor comienza con una enorme escultura de bronce de Andrea del Verrochio, uno de los maestros de su tiempo, para la iglesia florentina de Orsanmichele. Cristo y Santo Tomás o La Incredulidad de San Tomas es una muestra de como el discípulo superó al maestro. Leonardo trabajaba en su atelier.
«Cristo y Santo Tomás» (1467), de Andrea del Verrochio. Leonardo fue su discípulo. / © Louis Frank
Leonardo había nacido como hijo natural de Messiere Piero en la noche del 14 al 15 de abril de 1452 en Vinci, cerca de Florencia. Su condición y status le impedían la academia. Lionardo di Ser Piero Da Vinci iba a ser a lo largo de su vida un genial autodidacta.
Así comienzan los estudios de Leonardo sobre las Draperies (paños plegados), monocromas para una tela de lino en 1436, donde el ha aprendido el primer fundamento de su propio universo: el espacio y las formas son engendradas por la luz. Con el escultor Verrochio, descubre no solo el carácter escultural de la forma sino el movimiento. El principio de realidad y fundamento de toda su obra, hasta su muerte, en el castillo francés de Amboise en 1519, como protegido del rey Francois I.
«Estudio para Santa Ana, el manto de la Virgen» © RMN-Grand Palais (musée du Louvre) Michel Urtado
En las paredes oscuras se van sucediendo las Draperies Médici de 1473, las de Jabach III, la de Saint Mary o las Draperies Saint Morys sobre tela de lino.
Leonardo se desliza de la escultura a la pintura, que genera sus obras La Anunciación (1472), la Virgen del Clavel (1478-80) y el Retrato de Ginebra de Benci (1474-78).
«La Anunciación» (1472)
Libertad es la continuación. Leonardo profundiza las lecciones de Verrochio y al mismo tiempo, se libera. La forma no es más que una ilusión que el mundo, en su perpetua movilidad, le arranca. El pintor no puede encontrar su verdad sino por una libertad de espíritu y de la mano, capaz de negar la perfección de la sombra.
Esta negación, en el diseño, es un asalto violento contra la forma, una yuxtaposición inmediata de estados incompatibles que solo dejan subsistir el negro.
Estudio para «Leda y el cisne». / © Royal Collection Trust © Her Majesty Queen Elizabeth II 2019
Leonardo llama a esta manera de traducir el movimiento «composición inculta». Sus obras la Virgen con el gato y la Virgen con frutas son sus primeras manifestaciones de ese concepto.
La «composición inculta» marcará el pensamiento del maestro florentino. Su libertad transfigura el universo del pintor. Frente a esta libertad creativa, establece la tendencia a lo incompleto, lo inacabado hasta el infinito, que va a marcar su pintura y sus trabajos. Un buen ejemplo es la imagen San Jerónimo Penitente (1480), que fue prestada por los Museos Vaticanos al Louvre.
«San Jerónimo Penitente» de Leonardo, obra prestada por el Museo Vaticano. / © Governatorate of the Vatican City State – Vatican Museums.
La exposición continúa con Leonardo en Milán, a donde llegó de la mano de Ludovic Sforza, llamado El Moro, regente del ducado de Milán .
Allí él se convierte en el animador social de la corte. Se transforma en escenógrafo para el casamiento del joven duque, Gian Galeazzo e Isabel de Aragón. Concibe una enorme estatua ecuestre a la memoria de Francesco Sforza, el fundador de la dinastía. El Moro le encarga La última cena (1495–98), pintura mural para el refectorio de la Orden de los Dominicos de Milán en la iglesia Santa María de las Gracias.
Ya había comenzado la transformación de Leonardo y sus invenciones. Esas invenciones a veces lo confunden porque, harto de la pintura al fresco, quiso imaginar una nueva para La Cena y la pintó con barnices imperecederos. Se olvidó de la humedad del muro. Comenzó a degradarse cuando aún él vivía.
«La última cena» (1495-98), el famoso mural del artista italiano.
Es el primera obra donde la reacción de los Doce Apóstoles ante la palabra divina se desplaza como una onda. El primer manifiesto de la modernidad renacentista, la que le dio su renombre universal.
Da Vinci trabajó siempre mucho, pero lentamente. Esa es la razón de sus escasas obras, aunque muchas se hayan perdido. Multiplicaba los estudios preparatorios hasta encontrar la actitud más justa, la más elocuente, para continuar con una pieza indefinidamente. Viajaba con ellas a donde fuera hasta ser inacabables, como La Gioconda (1503-1519), que lo acompañó hasta su muerte. Podía tardar 10 años (o más) en una sola obra.
En Milán, al atelier de Leonardo se suman dos brillantes colaboradores. Giovanantonio Boltraffio, admirable pintor, y Marco D´Oggiano. Ellos y Leonardo desarrollan un arte suntuoso del retrato de la corte. Así nace La dama del armiño (1489-1490) y La bella herrera (1490-96), expuestas en el Louvre.
«La bella herrera», una de las pinturas de Leonardo en el Louvre. / © RMN-Grand Palais (musée du Louvre). Michel Urtado
En la muestra se exhibe la imponente copia de La Cena realizada por Marco d´Oggiano, su discípulo, entre el 1506 y 1507, cuando Leonardo estaba vivo y residía en Milán.
En septiembre de 1499, el ejército de Luis XII de Francia conquista el ducado de Milán. Sforza huye y Leonardo deja la Lombardía en diciembre. Cuando pasa por Mantue, diseña el retrato de la marquesa, Isabel de Este. En él subvierte la tradición del retrato y la hace en movimiento, cuando la marquesa conversa. La obra sufrió una inundación y perdió sus bordes laterales e inferiores.
«Retrato de Isabel de Este» (1499-1500) / © RMN-Grand Palais (musée du Louvre)_Michel Urtado
El Louvre restauró tres de las grandes obras de Leonardo –Santa Ana, La bella herrera y San Juan Bautista – para esta extraordinaria exposición. Con una visión moderna frente al más moderno de los pintores renacentistas, incorporaron rectografías infrarrojas de diferentes pinturas de Leonardo, a la misma escala que su obra original. Este examen científico permite revelar el diseño subyacente a base de carbono, el trazo de composición del artista para la preparación de su soporte, que será después recubierto de diferente capas de pintura. Como Leonardo cambiaba de ideas cuando comenzaba a pintar, en ellas se refleja esa evolución del pensamiento y todas sus transiciones.
«San Juan Bautista» (1513) © RMN-Grand Palais (musée du Louvre)_Michel Urtado
Leonardo botánico, ingeniero, matemático, geómetra, ornitólogo, experto en mecanismos de fluidos, astrónomo, zoologo, físico. El pasaje de ciencia de la exposición probablemente sea su sección más fascinante y original. Allí están sus manuscritos, sus pequeñas libretas de anotaciones y observaciones. Un cara a cara con su genio, su curiosidad y su escritura. Todas las disciplinas convocadas en un raro resumen de su inteligencia, su talento, su libertad de pensamiento frente a todos los aspectos del universo. Un repertorio de observaciones de todas las disciplinas reunidas. Un infinito laberinto: desde el teorema de Pitágoras a los efectos de los reflejos del Sol sobre el agua, los movimientos de la luz sobre la Luna, compás, cuadraturas y operaciones diversas, o un dibujo de la anémona de Bique, cortesía de la Reina Isabel, para el Leonardo botánico.
Allí está expuesto El Hombre de Vitruvio (1490), el último en llegar a la exposición en avión el pasado sábado 19. Un tribunal veneciano había prohibido el traslado de la obra a Francia, generando una disputa entre ambas naciones. El tribunal administrativo regional finalmente falló a favor del préstamo. Había sido un pleito formalizado por Italia Nostra, una organización dedicada a la protección del patrimonio, que sostenía que la obra era demasiado frágil y corría riesgos.
El «Hombre de Vitruvio» (1490): su préstamo fue el eje de una controversia. REUTERS/Benoit Tessier
La exigencia científica de Leonardo podía dispersarse en todos los campos. Era su búsqueda de la forma necesaria para permitirle la libertad, para ser el maestro de las sombras, del claroscuro, del “sfumato” que lo caracteriza y fue su gran hallazgo revolucionario.
Es en ese período cuando produce La Cena, Santa Ana, La Gioconda, La Batalla de Anghiari y San Juan Bautista, con su cabellos ondulados renacentistas.
Cuando los Médicis son desalojados de Florencia por Carlos VIII de Francia, y se reestablece la constitución republicana en 1434, Leonardo regresa a su tierra. Allí es donde concluye su obra Santa Ana, Salvator Mundi y San Juan Bautista, los grandes trabajos que conformaron su herencia moderna.
Un dato: el famoso Salvator Mundi, desaparecido desde su compra por una suma descomunal hace un año y medio (450 millones de dólares) no se verá en la exhibición.
«Santa Ana, la Virgen y el Niño» (1503). / © RMN-Grand Palais (musée du Louvre)_René-Gabriel Ojéda
En el otoño europeo de 1503, comienza su gran obra: el retrato de Lisa del Giacondo, el mismo año que Piero Soderini, el ejecutivo de Florencia, le pide a él y luego, a Miguel Ángel, dos inmensas pinturas de la batalla de Anghiari y la batalla de Cascina. Leonardo abandona el trabajo en la mitad y se va a Francia. La Roma de León X solo tenia ojos para Miguel Ángel y Rafael.
El rey francés Francisco I aloja al viejo maestro en el chateau de Cloux en Amboise, en pleno valle de la Loire. Cuando en el 1516 lo visita el cardenal Aragón, nieto del rey Ferrantes de Nápoles en Amboisse, Leonardo le muestra tres obras, prolongadas hasta el infinito: Santa Ana, La Gioconda y San Juan Bautista.
«La Gioconda» 1503 y 1506, tal como se la expone en una sala recién renovada del Louvre; por la gran cantidad de público que quiere verla, también se presenta en una experiencia de realidad virtual (AP Photo/Thibault Camus)
La Gioconda es propiedad del Museo del Louvre pero es «la desaparecida» de esta muestra por ser la más visitada, lo que genera un difícil acceso a ella -y largas colas-. Su presencia, sin embargo, puede apreciarse en una experiencia de realidad virtual. En una sala aparte, a través de un visor de realidad virtual, los visitantes se aproximan en un tête a tête, una experiencia inmersiva con la Gioconda que dura siete minutos. Una solución a la histeria turística que rodea a la gran obra de Leonardo en la Sala de los Estados, rodeada de vidrio. El acuerdo entre el Louvre y la empresa HTC Vive Arts hizo posible su detallada apreciación virtual.
Un encuentro único que proyecta en el tiempo los efectos que esos 500 años pueden haber tenido, que explica el “sfumato” y sus innumerables capas, la identidad de la modelo, los detalles de su fondo, como fue restaurada. Quinientos años después, una experiencia tan leonardiana como posmoderna. El misterio Da Vinci continúa.
Fuente: Clarín