Breccia, el artista que transformó la historieta en experimentación

Casa del Bicentenario. Exhiben más de 70 trabajos originales del dibujante. Obras emblemáticas y su estética poderosa. Nació en Montevideo en abril de 1919, brilló en Buenos Aires y muchos de sus dibujos trascendieron las fronteras regionales. / C. del Bicentenario

¿Quién podría perderse la exposición Breccia 100. El dibujo mutante, creada en conmemoración de Alberto Breccia, el gigantesco dibujante que nació hace un siglo? En lo posible, nadie debería. Se trata de una muestra –curada por Laura Carballo y Thomas Dassance– con más de 70 trabajos originales del autor, algunos de los cuales dieron lugar a historietas reconocidas mundialmente, a fuerza de puro talento y expresión desarrollados por Breccia y por diferentes guionistas. Pero en particular, en esta muestra, por Breccia. La fuerza de sus dibujos es poderosa: a veces se sienten como llagas. Otras, son puños, continentes, años, insomnios, trastornos, respiraciones, nacimientos, muertes, flashes, soles, lunas (muchas lunas), y la lista sigue, y sigue…

En la Casa Nacional del Bicentenario, el espacio que cobija la exhibición, también se exponen videos mostrando cómo iba armando sus dibujos, sus pinturas, sus cuidados y sofisticados collages, con metodologías y manos sabias, con ese estilo tan original, tan único, tan rupturista en relación a lo que era no sólo el dibujo de historieta de mediados del siglo XX sino también a lo que fue, en ese momento, el dibujo en general.

Fragmento de la legendaria “El Eternauta”, que dibujó en su segunda versión con los guiones de Oesterheld.

Fragmento de la legendaria “El Eternauta”, que dibujó en su segunda versión con los guiones de Oesterheld.

Hay que entenderlo así: la historieta no es un género menor; es una forma artística. Una oportunidad para que creadores como Breccia, por ejemplo, indiquen otras formas de comprender y ver el mundo. Sus dibujos son una posibilidad para contar cosas nuevas, bajo formas a las que todavía hay que encontrarles una posible respuesta (si es que la hay, y si ocurriera que una sola respuesta pudiera servir de algo; después de todo, en el campo del arte, en donde las lecturas polisémicas, múltiples, son más enriquecedoras, vale más todo aquello que escapa a cierta retórica). Agreguémosle, a los maravillosos dibujos, la función que cumplen las viñetas, los guiones, los textos: les suman complejidad, cierta coherencia posible; ritmos narrativos. Las historietas pasan a convertirse así en prácticas dialécticas.

En esta exposición el acento está puesto especialmente en el Breccia dibujante, y aún más, en el Breccia experimental: no se trata solamente de la primera etapa del artista, vinculada a Vito Nervio (la historieta sobre un detective aparecida en el número 1 de Patoruzito, en 1945) sino más a la época que siguió a Mort Cinder (“el hombre eterno”, muriendo y resucitando constantemente). En relación a este cambio en la producción de Breccia, contó el dibujante Carlos Nine alguna vez que Hugo Pratt fue definitorio: él instó a Breccia para que se “dejara de hacer pavadas”, que dejara de dibujar al “oso chirimbolo” y fuera más allá. Pratt, otro gran dibujante con base en la historieta (el cómic deviene, al fin y al cabo, para estos artistas, una excusa).

“Mort Cinder” en la revista Misterix, 1963.

“Mort Cinder” en la revista Misterix, 1963.

Los dibujos de Breccia que pueden verse ahora –y tengamos en cuenta, mientras pensamos en ellos, en un dato: Breccia era un dibujante autodidacta– son arte.

Ya desde chico este autor deseaba ser artista. Practicaba copiando a Milton Caniff, Alex Raymond, Bruno Premiani, Raúl Roux… Luego Dante Quinterno le enseñó la articulación entre cuadros, entre secuencias y planos; la narración secuenciada. Así como en las academias de Bellas Artes y en las universidades se copiaban (se siguen copiando) bodegones, desnudos u obras de los considerados “grandes maestros” desde fines del siglo XIX, Breccia copiaba ilustradores, dibujantes de historietas y artistas que le gustaban.

“Caperucita Roja” (1980), collage.

“Caperucita Roja” (1980), collage.

Sin un despliegue en orden cronológico –aunque sobre una de las paredes puede observarse un cuadro, una línea biográfica vital marcando los hitos en la vida del creador nacido en Montevideo–, la exposición reúne trabajos alrededor de núcleos temáticos, como por ejemplo “Dominar el dibujo” (vinculado a su primera etapa, entre los años 40 y 50) o “Breccia y la literatura”. Sobre este eje, él había explicado –y ahora recuperan los curadores de la muestra–: “Es cuando empiezo a hacer Los mitos de Cthulhu sin tener un editor fijo a la vista, que se me abre el panorama y yo me convierto no en un asalariado, sino en un profesional que le dedica el tiempo que le es necesario (al dibujo). Que empiezo a sentir el gozo de dibujar de otra manera”.

Hay también toda una zona dedicada al encuentro creativo entre Breccia y Oesterheld a finales de los años 50, que sigue marcando un antes y un después en la historieta (y el dibujo) locales. Breccia define su estilo en un blanco y negro casi radical, ganando fuerza gráfica.

"Un tal Daneri” (1974), con guión de Carlos Trillo.

«Un tal Daneri” (1974), con guión de Carlos Trillo.

“Hay alquimia dibujante–guionista”, dicen los curadores. También detallan que la exposición comprende dibujos originales de Mort Cinder (realizada junto a Oesterheld, entre 1962 y 1964, que fueron pensados para ser publicados con matices de grises y no plenos negros); originales de Perramus (de Breccia y Juan Sasturain); y una sección de obras de Breccia menos conocidas, a color, casi sin trazos.

Por supuesto, hay dibujos de El Eternauta en la versión Breccia–Oesterheld (la primera había sido dibujada por Francisco Solano López). El Eternauta: relato de la vida de Juan Salvo y su familia en Buenos Aires, en clave de ciencia ficción, quienes mientras juegan al truco escuchan por la radio sobre “esa” explosión en el océano Pacífico. Luego invasiones, naciones aliadas, luchas. Radiación. Y los trajes especiales para combatir la violencia social que comienza a desatarse. Metáfora: corría el año 1969.

La historieta –publicada en la revista Gente– fue truncada. Había despojos y dolencias. Pero los dibujos siguen, y siguen: sobreviven al resto de los días. Ahí están, aquí, ahora.

Ficha

Breccia 100. El dibujo mutante.

En la Casa Nacional del Bicentenario, Riobamba 985.

Martes a domingos, de 12 a 20. Entrada gratuita.

Hasta el 23 de junio.

Fuente: Clarín