Las puertas porteñas pueden ser exquisitas, como la de la sede del Círculo Italiano (1903), en Retiro, con su techo hecho como un pétalo de vidrio y hierro. O como la que muestra un enredo de ramas y flores, ramas, flores y más ramas y flores, en la Casa de los Lirios (1905), en Congreso.
Fachada. Deslumbrante, la Casa de los Lirios, en Rivadavia 2031. / Diego Díaz
Enredados. Los lirios, de la Casa de los lirios, se expanden por la fachada e incluso hasta la puerta. En Rivadavia 2031./Alfredo Martinez
O pueden ser imponentes, como la del edificio que ocupa el Centro Naval (1914), también en Retiro, repleta de motivos que aluden al mar y que fueron moldeados con bronces provenientes de cañones de la Guerra de la Independencia. Dorada, señorial, casi no deja vacío donde la mirada pueda descansar. Así que frente a ella sólo queda dejarse llevar por el despliegue y repliegue de sus formas. Como si fueran olas, olas barrocas.
Portal. Del Centro Naval, con bronce fundido de cañones de la Guerra de la Independencia./ Archivo Clarín
Detalle. Del portal del Centro Naval, ubicado en Córdoba y Florida. / Archivo Clarín
Pero también pueden ser sencillas, modestas, en apariencia silenciosas. Y ojo: entonces, pueden engañar. Es el caso de la de El Viejo Almacén, ubicada en una de las pocas esquinas sin ochavas que quedan en Capital, en Independencia 299. Ahí «cientos de personas» -dicen crónicas- se juntaron el 8 de mayo de 1994 para festejarle los 25 años al espacio aunque hacía alrededor de uno que estaba cerrado. Y Leopoldo Federico se escuchaba fuerte.
Perfil renacentista. En la entrada de la casona que construyó el maestro italiano Palanti, en Palermo Chico. / Alfredo Martínez
Incluso pueden ser misteriosas. ¿Serán los relieves de la de la casona que el arquitecto italiano Mario Palanti (1885-1978) edificó en los años 20 en Palermo Chico, homenajes a laDivina Comedia de Dante Alighieri? ¿Serán esos retratos de tipo renacentistas -por la pose de perfil, la ropa, cierta armonía- evocaciones de él y/o de Beatrice, protagonista de esa pieza literaria? Como Palanti diseñó el Palacio Barolo inspirado, para algunos investigadores, en esos versos, el mito, la duda, no es fácil de desechar tampoco en este caso.
Como sea, aún cerradas, hay puertas y portones porteños capaces de extrañar y maravillar, igual que un poema, igual que un cuadro. Este GPS propone cinco, para arrancar. Pasen.
Posible recorrido:
1) Tango. Las anécdotas sobre El Viejo Almacén merecen varios GPS. Pero hay dos pertinentes para éste. Una es la del homenaje por sus 25 años, cuando su puerta estaba cerrada , en 1994. La otra señala que topadoras municipales le restaron 6 metros del frente para ensanchar la avenida Independencia en junio 1979. Sin embargo, como se ve en esta equina sin ochava, una de las pocas que hay en Capital, los lejanos ecos coloniales siguen en pie. Lo mismo que el tango.
A El Viejo Almacén lo abrió Edmundo Rivero en 1969 y al nombre lo inspiró la letra de Sentimiento Gaucho (1924), de Juan Caruso, que dice: «En un viejo almacén de Paseo Colón/ donde van los que tienen perdida la fe…»
Clásico porteño. La puerta de El Viejo Almacén, en la esquina sin ochava de Independencia y Balcarce. / Jorge Sánchez
En el local se presentaron Aníbal Troilo y Horacio Salgán. El escritor peruano Mario Vargas Llosa y el bailarín ruso Rudolf Nureyev estuvieron entre el público. Ya es un ícono porteño, también imán para turistas. En Independencia 299.
2) Los lirios. En esta puerta no está el Nautilus, esa especie de molusco espiralado que es emblema de las obras del arquitecto italiano Virginio Colombo (1885-1927), uno de los impulsores clave del Art Nouveau en Capital. Acá, en la Casa de Los Lirios reinan esas flores en el frente y en la entrada. Cuesta dejar de mirar la fachada: parece un cuadro con relieve. Pero la puerta también es una maravilla que evoca las formas de la naturaleza, con curvas abigarradas y sensualidad. Otro emblema modernista, que descansa, tranquilo, como un detalle más.
Detalle. La entrada a la Casa de los Lirios, en Rivadavia 2031. / Rolando Andrade
Nautilus. El molusco se convirtió en un sello del arquitecto Virginio Colombo en Capital. Éste está en la Casa Calise, en Hipólito Yrigoyen 2562/78. Una obra en restauración/ Archivo Clarín
La Casa fue construida en 1905 por el ingeniero civil Eduardo Rodríguez Ortega (1871-1938), influenciado por Antoni Gaudí (1852-1926), autor de la Sagrada Familia de Barcelona, para quien las formas dinámicas de la naturaleza fueron sostén de su obra. En Rivadavia 2031.
Dato I: Antes de irse, mejor mirar el techo de la Casa de los Lirios, donde aparece, ondulante, la escultura del hombre de cabellera larga y barba, a la que algunos consideran una representación de Eolo, dios griego del viento.
¿Eolo? Para algunos expertos, esta figura, que corona la Casa de los Lirios, representa al dios griego del viento. / Rolando Andrade
Dato II: También antes de irse, mejor mirar la cúpula de la construcción que está en la esquina de la Casa de los Lirios, en Rivadavia 2009, casi Ayacucho: con 950 piezas de vidrio espejado de colores, remata en un estructura con forma de cebolla y una veleta. También es obra de Rodríguez Ortega y el arquitecto Fernando Lorenzi la restauró en 1999 e incorporó la frase «No hi ha somnis impossibles » (No hay sueños imposibles, en catalán). En la terraza guarda réplicas en hierro de la Puerta del Dragón del Parque Güell de Barcelona. Vale la pena: es una de las cúpulas más lindas de la Ciudad de Buenos Aires.
Soñada. La cúpula de Rivadavia casi Ayacucho. homenaje a Gaudí. / Archivo Clarín
3) El mar. El portal de la sede central del Centro Naval es imponente aún antes de saber que fue realizado con bronce y hierro fundido de cañones de la Guerra de la Independencia. Varios de los motivos tallados sobre él aluden al mar -sobre todo, a su bravura- y están inspirados -en parte- en los salones de la Paz y de la Guerra delPalacio de Versalles.
El edificio fue inaugurado en 1914, aunque el club -es un espacio social, no institucional- se fundó en 1882. Lo diseñaron el suizo Jacques Dunant y el francés Gastón Mallet.
En un artículo del Boletín del Centro Naval, publicado en septiembre de 1964, sobre un texto del arquitecto Mallet, dice: «Cuando se proyectó la puerta, cuya ejecución fue mal interpretada, se preveía alrededor de la misma y equitativamente distribuidas con sus escudos, la representación de las catorce provincias, pues marítimas o no, ellas dieron sus hijos por la gloria y grandeza de la patria argentina». El mismo documento agrega: la entrada está entre dos pedestales que «esperan aún las estatuas proyectadas para ellos, una simbolizando la Marina de Guerra y otra la Flota Mercante».
Panorama.El Centro Naval inaugurado en 1914. Está en Florida y Córdoba. / Archivo Clarín
Apenas se ingresa -en visitas guiadas-, impresionan los mármoles y la lámpara de 200 kilos. La escalera imperial, que evoca a la de la Opera de París, es una invitación a soñar. En Florida 801.
Interior. Los frescos y la decoración rococó, igual que la gran araña del hall de entrada, remiten a Versailles y otros célebres palacios franceses. / Archivo Clarín
Dato: El artículo del Boletín del Centro Naval citado arriba también señala: «Hay en la banderola de esta puerta un bebé jugando con una concha de mar; ello significa que el edificio está destinado al refugio y solaz de los socios y que donde se divierte un niño hay tranquilidad. El motivo está tomado de una de las fuentes del Hotel de Ville, de París, quemado en 1871».
4) Clásica y moderna. Aunque se encuentra en un patio diseñado para carruajes, aunque da la bienvenida a un palacio -el Leloir-, es tan linda que hace que uno deje para después las otras joyitas. La vista va derecho al portal de la sede del Círculo Italiano y su marquesina.
Círculo italiano. La entrada, con ecos clásicos y modernistas. / Diego Waldmann
El arquitecto noruego Alejandro Christophersen (1866-1946) –quien también hizo el Palacio San Martín, sede de la Cancillería, entre otros edificios emblemáticos de la Ciudad– empezó a construir el Leloir en 1903. Lo hizo con los mismos rasgos academicistas y Art Nouveau que aparecen ya en la entrada.
Vista. La entrada completa, con el portal de rejas, del Círculo Italiano, en Libertad al 1200. / Diego Waldamann
El Círculo Italiano funciona allí desde 1944. Su restaurante, además de burrata, tiramisú y otras delicias, ofrece tranquilidad. Un refugio en medio de la vorágine. En Libertad 1264.
Dato: En el patio posterior, otra belleza que vale la pena visitar, tiene un plátano casi bicentenario.
Tesoro ecológico. El plátano de Círculo Italiano. Allí estiman que tiene unos 200 años. / Gentileza Circolo Massimo
5) La poesía. El portal de esta casona de Palermo Chico, llamada «la redonda», tiene relieves que, ¿según un mito urbano?, evocan a Dante Alighieri y/o a Beatrice, la protagonista de la Divina Comedia (siglo XIV). Al margen de las formas, se basan en que es la vivienda es obra del arquitecto Mario Palanti, tan fanático del Dante que investigadores sostienen que diseñó el Palacio Barolo, en Avenida de Mayo al 1370, inspirado en esa pieza literaria. En Ortiz de Ocampo y Eduardo Costa.
Zoom. Sobre uno de los relieves del portal de «la redonda». / Ariel Grinberg
Fuente: Clarín