Nadie sabe quién es. Lo han llegado a calificar como el artista vivo más popular de Gran Bretaña. Sus obras se adquieren a cifras astronómicas aunque él, alguna vez, se ha encargado de vender sus grafitis a 60 dólares en una calle cualquiera de Nueva York.
Banksy, de él hablamos, expuso en 2015 su obra más grande: el parque temático “Dismaland”, una emulación irreverente, irónica y macabra de Disney.
«Dismaland» fue montado en el sur de Inglaterra. Por el parque pasaron 150 mil visitantes. «Es un aparque temático no recomendable para los niños e incómodo para la familia», ironizó Banksy. (Reuters)
“Dismaland” mostraba por ejemplo al personaje de la Cenicienta muerta en un accidente de carroza, con los paparazis fotografiándola; una pileta con una patera repleta de muñecos de inmigrantes ahogados en el agua; carteles de denuncia contra el capitalismo y la represión policial. En 2005, hizo grafitis en medio de los escombros de la bombardeada Franja de Gaza.
Banksy oculta su identidad desde que comenzó con sus pintadas callejeras en los ochenta. “No puedo creer que ustedes, idiotas, realmente compren esta porquería”, respondió ante la cotización de tres de sus trabajos en una subasta de Sotheby´s en 2006. En junio de 2014, un grafiti que había pintado en un remolque fue subastado por 625.400 euros.
Otra obra clásica de Banksy.
En 2018, en plena subasta, autodestruyó su obra Niña con Globo tras ser adjudicada por 1,2 millones de euros. En cinco segundos, quebrantó -una vez más– todas las leyes del mercado del arte.
Fuente: Daniel Mecca, Calrín.