Gael García Bernal se tira de cabeza a la pileta y bucea bajo el agua cristalina. Su cabello, semilargo, se mueve con cada brazada. Esa escena de La mala educación, película de Pedro Almodóvar estrenada en 2004, es un calco de un detalle de Retrato de un artista (Piscina con dos figuras), el cuadro de David Hockney que se remataría doce años después por 90,3 millones de dólares y convertiría al pintor inglés en el artista vivo más caro del mundo, hasta que el estadounidense Jeff Koons lo desplazó el mes pasado con su célebre conejo de acero inoxidable.
Pero esa es otra historia. Lo que revela la escena inspirada en Hockney es el ojo entrenado del cineasta español para reconocer el valor de una obra de arte. Lo ha demostrado en casi todas sus películas, con roles protagónicos dedicados a obras de grandes artistas como Edward Hopper, René Magritte, Lucian Freud o Louise Bourgeois. Esta sensibilidad hacia el arte se confirma ahora como nunca en Dolor y gloria, actualmente en cartel en los cines argentinos, donde pone por primera vez en primer plano su colección personal.
«Artista viendo un libro de arte», obra de Guillermo Pérez Villalta, en el living de Salvador Mallo, el personaje de Banderas en Dolor y Gloria»Parece un museo», le dice el personaje interpretado por Leonardo Sbaraglia a Salvador Mallo, alter ego de Almodóvar encarnado por Antonio Banderas. «Todo lo que he ganado lo he invertido en esta casa y estos cuadros», responde este último mientras recorren su departamento, ubicado sobre el madrileño Paseo del Pintor Rosales, repleto de obras de artistas españoles vinculados con la llamada «movida» madrileña.
«La casa de Pedro es exactamente igual a la casa que se reprodujo en un estudio para la película -aseguró Sbaraglia-. Casi todas las obras que se ven fueron llevadas por él mismo, y hay otras que se han reproducido. No podés parar de mirar, realmente es un museo. No solamente hay cosas que son de muy buen gusto, sino que también tienen que ver con la historia de su cine y de su vida. Quizás dentro de cien, doscientos años, se abra al público, como las de Dalí o Picasso.»
«Esos cuadros son mi única compañía. Yo vivo con esos cuadros», le dice Mallo a su asistente cuando ésta le dice que el museo Guggenheim quiere en préstamo para una muestra dos de sus obras del pintor y escultor español Guillermo Pérez Villalta. Aquejado por múltiples dolencias, el protagonista de Dolor y gloria padece la soledad como una enfermedad más.
Su melancolía crónica, que lo ha conducido a un bloqueo creativo, parece encontrar alivio al refugiarse entre obras de artistas como Sigfrido Martín Begué, Jorge Galindo, Manolo Quejido, Miguel Ángel Campano y Mariano Carrera Blázquez, conocido como Dis Berlín y muy bien representado en los museos españoles.
«He buscado artistas con los que me siento familiarizado. En la mayoría de los casos, he crecido junto a ellos. Todos procedentes de los últimos setenta y con los que me he formado en más de un sentido. Este es uno de los aspectos más autobiográficos de la película. Todo me es familiar», escribe Almodóvar en un texto facilitado por Juan Gatti, creador de afiches memorables como el de Tacones lejanos(1991) y también de la gráfica y la animación de Dolor y gloria.
Vista de la casa de Salvador Mallo
«Nos conocemos desde hace cuarenta años, tuvimos muchos amigos en común», dice Pérez Villalta, que le dio permiso a Almodóvar para incluir en la película una reproducción de su obra Artista viendo un libro de arte (2008). «Él tiene otras obras mías y nos vemos de vez en cuando. Viene a mis inauguraciones, pero la vida nos ha distanciado porque vivo en Tarifa, en el sur de España», agrega, divertido por haber sido citado en el film.
Esta película lo llevó a evocar su colaboración artística en trabajos anteriores como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), en la que según él filmaron entre amigos «una escena de una fiesta con alcohol y drogas de verdad. Por eso se veía todo muy verdadero».
Salvador Mallo con una de las obras colgadas en su casa
Maruja Mallo, ¿un amor imposible?
Otra de las grandes fuentes de inspiración del director español esMaruja Mallo, personaje «almodovariano» si los hay, que vivió más de veinte años en la Argentina y creó en ese lapso una de las pinturas centrales de Dolor y gloria. Colgada en la cocina, El racimo de uvas(1944) saltó a la fama cuando una nota publicada por el diario español El País aseguró que representaba para Almodóvar «la historia de un amor imposible», nacido en 2017 durante una muestra en la galería Guillermo de Osma.
Una reproducción de Racimo de uvas, obra pintada por Maruja Mallo durante su exilio en la Argentina, aparece colgada en la cocina de la casa de Salvador Mallo en Dolor y gloria
«Según contaba el director informalmente durante un reciente encuentro con prensa -decía el artículo firmado por Ianko López-, él había querido adquirir la pieza en un momento en el que no tenía suficiente liquidez, y cuando pudo invertir en ella ya la había comprado el propio galerista para su colección personal. Se le ‘escapó’, y quizá su aparición en Dolor y gloria haya sido una manera de retenerla para siempre.»
«Eso es un invento -retruca Guillermo de Osma en diálogo con LA NACION desde Madrid-. El cuadro cuelga en mi casa desde hace veinte años y lo llevé a la galería para la muestra, pero no estaba en venta. Si bien Almodóvar dijo entonces que le gustaba, nunca hizo una oferta para comprarlo. Tampoco me pidió permiso para incluirlo en la película: lo que se ve puede ser una reproducción o una foto enmarcada, no el original.»
Leonardo Sabaraglia, Pedro Almodóvar, Antonio Banderas y el pintor Antonio López, durante una visita del artista al set de flmación de Dolor y Gloria Crédito: Gentileza Leonardo Sbaraglia
Más allá de esta anécdota, resulta evidente la admiración de Almodóvar por Mallo, artista pionera que bien podría ser otro alter ego del director. De hecho, no parece casual que el personaje interpretado por Banderas tenga su mismo apellido. Amiga de Salvador Dalí, Federico García Lorca, Luis Buñuel, André Breton y Pablo Neruda, pareja de Rafael Alberti, nunca se casó y defendió su libertad en una época en que las mujeres no solían hacerlo.
Nacida en 1902, a fines de la década de 1920 ya se pintaba de manera extravagante y vestía minifaldas o pantalones. José Ortega y Gasset publicó sus ilustraciones en la Revista de Occidente y le organizó su primera exposición. A principios de la década de 1930 vivió en París, donde frecuentó a Magritte, Max Ernst, Joan Miró y Giorgio de Chirico, entre otros. Breton le compró entonces Espantapájaros (1929), considerada como una de las grandes obras del surrealismo.
Gracias a la ayuda de Gabriela Mistral, Mallo se exilió en 1937 a la Argentina, donde permaneció más de dos décadas y colaboró con la revista Sur. En 1945, un año después de haber pintado el cuadro que se ve en Dolor y gloria, creó un mural en el cine Los Ángeles, sobre la Avenida Corrientes al 1700. Huyendo del gobierno de Perón se mudó en 1949 a Nueva York. Allí conoció a Andy Warhol a comienzos de la década de 1960, poco antes de regresar a Madrid, donde murió en 1995.
Este reconocimiento a los artistas españoles llega en un momento clave, cuando España no está representada en la muestra central de la Bienal de Venecia, curada por Ralph Rugoff. Y abarca, incluso obras del propio Almodóvar: son fotografías de bodegones realizados hace dos años por el director español mientras escribía el guión de Dolor y gloria, que ahora se exhiben hasta fin de mes en la prestigiosa galería Marlborough de Nueva York.