Una pequeña acción, silenciosa, en un gran museo ha provocado un terremoto. La acción: la artista valenciana Maria Llopis y sus alumnas de la Escola Masana entran al Museu Picasso de Barcelona con remeras que denuncian que Picasso fue un maltratador.
Dicen que dejó destruida a su amante Dora Maar, que había sido una gran fotógrafa hasta conocerlo. Observan obras y se fotografían con ellas y sus remeras. Y cuelgan el resultado en la red.
¿Las reacciones? Encendidas, amenazas de muerte incluidas, pero es a Llopis a quien le cancelan su cuenta de Instagram.
“Las mujeres recibimos una violencia por ser, estar y señalar. Los haters de internet me denuncian y me cierran la cuenta a mí. Estamos tan indefensas como hace cien años”, señala la creadora.
Su acción se inscribe en el profundo movimiento de revisión del pasado que vive el mundo occidental en múltiples ámbitos: el género, el sexo y por supuesto la esclavitud y el colonialismo sobre otros pueblos, que ha llevado a la Tate Britain a colocar largos carteles explicativas en cuadros hoy hirientes que muestran a señoras rodeadas de esclavos con collares metálicos.
Una revisión del pasado que ha dado el #MeToo o el Black Lives Matter, y también la llamada cultura de la cancelación, que envía al ostracismo, cancela, a celebridades protagonistas de comportamientos juzgados inadmisibles, como le ha sucedido a J.K Rowling por sus opiniones sobre la cuestión trans.
Sin cancelar
Llopis no pide cancelar nada. “Creo que hay que ser más sinceros, no ocultar, no invisibilizar que Picasso fue un gran maltrador, lo que no obsta para que fuera un gran pintor de Málaga y calvo. Cancelar no nos ayuda, no sirve para nada, es censurar, cerrar, no abre diálogo, puertas. Pero al dar datos sobre Picasso hay que añadir uno más: era un maltratador».
En ese sentido, explica, «las exposiciones temporales tendrían que dar cabida a las mujeres de Picasso, en su mayoría artistas, no verlas sólo como musas, como objetos. Unas mujeres a las que pegaba unas palizas que las dejaban inconscientes. Separo obra y artista, y no tengo nada en contra de su obra, era un genio, pero hay que decir las cosas, afrontarlas con valentía. Dicen que no se pueden juzgar con igual rasero otros tiempos, ¡pero si estamos igual, sólo que hoy no la dejaría inconsciente frente al chófer!”
“No tengo nada en contra de su obra, era un genio, pero hay que decir las cosas, afrontarlas con valentía”
María Llopis
ARTISTA
La historiadora Victoria Combalía, autora de una biografía sobre Dora Maar, con la que tuvo largas conversaciones, explica que sin duda Picasso fue un maltratador psicológico y en su libro hay mil ejemplos, pero dice que testimonios de violencia física tienen sólo uno a través de Victor Brauner, que describe a Dora Maar con un ojo morado y ella dice que ha sido “por una riña con su padre… a los treinta y pico años. Podemos inferir que la pegaba, es plausible que la pegara y a muchas otras de sus mujeres”.
El director del museo Picasso Emmanuel Guigon señala sobre la acción de Llopis que le parece muy bien “toda iniciativa respetuosa, es magnífico que la gente se exprese dentro del museo”, aunque señala que si bien está claro que era un “hombre del siglo XIX y machista seguro”, no le constan los maltratos físicos y “hay que interrogar a la gente que conoce más su vida”.
En ese sentido dice que en noviembre aprovechará la exposición sobre Lola, la hermana de Picasso, para un debate sobre la relación del genio con las mujeres. “Somos de nuestra época, no podemos ignorar estos debates, se puede poner un foco. Y se podría interrogar a Françoise Gilot, que está viva con 98 años y ha seguido haciendo su propia obra”.
“En nuestro imaginario sólo tenemos a Picasso como marca y no se puede ensuciar”
Roger Bernat
DIRECTOR TEATRAL
Guigon recuerda que en 2023 se conmemoran 50 años de la muerte de Picasso y que trabajan “en un recorrido amplio y didáctico con muchos más documentos de su relación con el mundo, mirando la nueva investigación y las polémicas”.
La directora del CCCB, Judit Carrera, apunta que los museos han de ser “permeables a los conflictos, no santuarios donde no se pueda cuestionar nada, se han de poder cuestionar los referentes de nuestro pasado pero siempre desde la base del rigor. Y de abrir los términos del debate público más que de cerrarlos”.
El director teatral Roger Bernat apuesta por separar el artista de la obra, “que tienen vida propia y a veces son emancipadoras aunque el autor sea un hijo de puta. De hecho es casi sano que una cosa sea Picasso como persona, otra como autor y otra como coche. En nuestro imaginario sólo tenemos a Picasso como marca y no se puede ensuciar. Y si tenemos un Museo Picasso es para reflexionar qué significa su obra a medida que pase el tiempo. Debe estar atento a la calle y acelerar los procesos de cambio, no frenarlos”.
Pablo Picasso. Reproducción de un retrato del pintor español Pablo Picasso, tomada en 1959 por Richard Avedon. Foto EFE
En cuanto a la cultura de la cancelación, subraya que es “nefasta porque en el espacio del arte cualquier pensamiento debe ser posible. Nos llevaría a un espacio de autoritarismo”.
Prefiere no quitar estatuas, dice, sino crear el espacio para que los artistas las resignifiquen. Y recuerda que las pirámides de Keops son un espectáculo de la barbarie humana porque murieron miles construyéndolas pero nadie las desmontaría, las hemos indultado por su belleza.
“Hemos de aprender a vivir con estos documentos sabiendo que la sociedad cambia y hay discursos inaceptables. Que el Guernica es capital pero Picasso tuvo relaciones con las mujeres que no podemos aceptar”, concluye.
Opinión: A la lista negra… ¿negra?
Juan Bufill, crítico de arte
Me gustaría poder afirmar otra cosa, pero parece cierto que Picasso era machista, misógino y abusó de su poder y machacó física y psicológicamente a sus parejas. Hace unos años presenté en Barcelona el libro de Alicia Dujovne Ortiz Dora Maar: prisionera de la mirada.
Leyendo esta estupenda y bien documentada biografía de la excelente fotógrafa, me llevé una impresión horrible de Picasso y de muchos surrealistas: ¡Menuda pandilla de sádicos, narcisistas y misóginos!…
De Picasso llama la atención su empeño en que Dora Maar abandonase la fotografía, precisamente el medio de expresión en el que ella era excelente, mientras que en la pintura solo podía ser una sombra del gran Picasso. Hay mujeres castradoras, pero también hay hombres castradores.
Es difícil separar la estética de la ética y el autor de su obra. En la obra de Picasso hay mucha agresividad y violencia. Salvo en sus fases melancólicas, clásicas y tardías, abundan en ella las expresiones de sexo feroz y muerte (incluso para denunciarla). El amor se encuentra, en cambio, en las pinturas de Chagall, y además es un amor que vuela. Y la poesía está en Miró, en Klee, en Arp… Y por supuesto en los mejores poetas.
Ahora bien: ¿Cómo acabar con la historia de las artes y de la literatura?…
Es muy fácil: prohibiendo toda mención a los autores con graves defectos, por ejemplo el egoísmo, la misoginia, el machismo, el sadismo…
Se salvarán tal vez cineastas como Tati (pero no Chaplin), filósofos como Albert Camus (pero no el nazi Heidegger), etc.
Y si incluimos la afición a los licores y las drogas, quedarían muy pocos y muy pocas. Así que tampoco en este caso la caza de brujas parece recomendable. Y decir «lista negra» es racista.
PK
Fuente: Clarín