ROMA.- Esqueletos, fragmentos de ánforas de terracota, lápidas de travertino o mármol con las letras D. M., que representaban “dis manibus”, los dioses manes, las divinidades del más allá, sarcófagos, frescos, bellísimos mosaicos. Todo esto puede verse en la Necropólis de la Vía Triumphalis, un sitio arqueológico muy poco conocido, que forma parte del maravilloso patrimonio artístico de los Museos Vaticanos y que inauguró hoy con bombos y platillos un nuevo ingreso: la Puerta de Santa Rosa de la Piazza del Risorgimento.
En una recorrida por las pasarelas de este lugar más que sugestivo de 1000 metros cuadrados que se descubrió en la década de 1950, cuando el Vaticano comenzó a construir un estacionamiento, la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, explicó que en verdad se trata de un área visitable desde 2013, pero bastante desconocida. La mayoría de los turistas, en efecto, suelen concentrarse en los clásicos “must”, como la Capilla Sixtina o la Basílica de San Pedro. “Hasta ahora se trataba de una visita sobre todo para grupos de arqueólogos, estudiosos y expertos, que debían combinar con los Museos Vaticanos, pero como vimos que iba teniendo cada vez más éxito, decidimos separarla y que los visitantes pudieran acceder en forma exclusiva e independiente, también en vista del Jubileo del 2025″, destacó.
A partir de este viernes, a través del ingreso especial de la Puerta de Santa Rosa podrá accederse directamente a la Necrópolis de la Vía Triumphalis, una experiencia sin duda única porque muestra cómo era un antiguo cementerio romano. La palabra necrópolis, del griego necròs (muerto) y pòlis (ciudad), en efecto, significa “ciudad para los difuntos”.
Hace 2000 años, como la ley romana prohibía por razones de seguridad e higiene incinerar y enterrar a los difuntos dentro de las ciudades, los cementerios solían levantarse a lo largo de los caminos que había afuera del centro urbano. Aunque ahora el pequeño Estado del Vaticano se encuentra en el corazón de Roma, hace 2000 años no era así y se hallaba en las afueras de la ciudad. Y existía un camino, la Vía Triumphalis (ruta que venía desde el norte y aludía a los romanos que regresaban tras su triunfo sobre los etruscos) que costeaba, en el valle, el monte o colina del Vaticano, donde fue construyéndose un cementerio al aire libre. “A la vera del camino, las tumbas se distribuían en las diversas terrazas de las laderas de la colina del Vaticano, donde había sepulturas colectivas e individuales, por sendas y rellanos, a menudo utilizados para ceremonias relacionadas con el culto de los muertos. Se trata de un yacimiento arqueológico único por el excelente estado de conservación de los restos y de gran interés para profundizar el conocimiento de las prácticas funerarias paganas”, explicó Jatta. Al margen de aclarar que en la necrópolis no hay nada cristiano, sino que todo es pagano, la experta aclaró que si bien ahora lo que se ve está bajo tierra, se trataba de un cementerio al aire libre; algo totalmente distinto a las famosas catacumbas, pero que, con el pasar de los años quedó oculto, bajo tierra y perfectamente conservado debido a aludes y deslizamientos de la colina.
“En muchos casos se hallaron las estelas funerarias con inscripciones que aclaran la identidad de los difuntos y sus historias, que tienen que ver con personajes de las clases sociales medias y bajas de la Roma imperial. No son tumbas de los grandes emperadores o de patricios, sino que narran la vida del pueblo a lo largo de muchos siglos y por ejemplo está la sepultura de Alcimo, el esclavo de Nerón que realizaba la escenografías del teatro de Pompeo”, detalló.
Giandomenico Spino, arqueólogo y vice director artístico-científico de los Museos Vaticanos, que hace 30 años comenzó a trabajar en esa increíble zona arqueológica que estaba justo a pocos metros de su oficina, bajo tierra, destacó que, al estar la necrópolis a la vera del camino, el paso de los viajeros alimentaba el recuerdo de los difuntos. “Y estaba muy presente sobre todo la actividad de los vivos: mediante prácticas especiales y ritos funerarios los antiguos romanos mantenían el vínculo con sus seres queridos difuntos y establecían un contacto con el más allá”, explicó. “Por eso no se trata de un lugar lúgubre, sino de un lugar de vida”, subrayó.
Coincidió su colega, Eleonora Ferrazza, que hizo hincapié en las inscripciones de las letras “DM”, halladas en las sepulturas en honor a los “dis manibus”, las divinidades del más allá paganas y que contó que las tumbas más pobres estaban formadas por fragmentos de ánforas de terracota donde, junto a las cenizas del difunto –que en muchos casos era cremado, pero a temperaturas inferiores a las actuales-, sus parientes colocaban a través de sus cuellos tipo embudo mezclas de leche, miel y vino, como para que estuvieran alimentados. “También existía la costumbre de poner debajo de la lengua del difunto una moneda para pagar el peaje hacia el más allá”, indicó la arqueóloga, que precisó que las tumbas halladas en la Necrópolis de la Vía Triumphalis van desde el final del siglo I antes de Cristo –cuando prevalecía la costumbre de la incineración de los muertos-, hasta el principio del siglo IV d.C.. “Podría haber sepulturas aún más antiguas pero no quisimos excavar más abajo debido a las dificultades a raíz de la fragilidad de los materiales y de los mismos restos, que necesitan constantes trabajos de manutención y conservación”, dijo a LA NACION Ferrazza, que puntualizó que es esencial que para la supervivencia del área arqueológica haya niveles estables de temperatura y humedad.
La Necrópolis de la Vía Triumphalis dejó de ser utilizada alrededor del año 320, cuando el emperador Constantino construyó la Basílica de San Pedro. Entonces los romanos prefirieron ser sepultados allí cerca, en la Necrópolis de la Vía Cornelia, próxima a los restos de Pedro, el primer mártir cristiano. “La gran diferencia es que la Necrópolis de la Vía Cornelia, debajo de la Basílica de San Pedro, también visitable y excavada en 1930, ha conservado sobre todo tumbas más pomposas, más monumentales, algo muy distino a lo que se hizo aquí”, concluyó Ferrazza.
Fuente: La Nación.