“Todo se va, menos las esculturas; ésas quedan para la próxima”. Con su vitalidad habitual, Marta Minujín recorre su taller de San Cristóbal señalando hacia dónde viajará cada obra el año próximo: unas hacia el Museo Judío de Nueva York, otras a la Pinacoteca de San Pablo. Apenas se detiene unos segundos a pedido del fotógrafo, junto a un par de reproducciones en cartón de su propia imagen con el puño en alto. Necesitará esos dobles en 2023, para cubrir todas las muestras que tiene programadas en Estados Unidos, Brasil y Europa.
“Mejor, ¡así trabajo más!”, responde animada cuando se le pregunta si extrañará toda esa producción realizada desde comienzos de la década de 1960. No sufrirá el “síndrome del nido vacío”, asegura, todo lo contrario: iniciará el año celebrando sus ochenta el 30 de enero en el Malba, con un “Casamiento con la eternidad”, similar al “Casamiento con el arte” de 2013. Solo que esta vez no se vestirá de blanco sino con un traje flúo; la torta gigante será de caviar negro y el champagne estará teñido del mismo color.
“Soy de la misma generación que los Rolling Stones y Paul McCartney. Todo empezó en los sesenta, es la década mágica de la gente rebelde que cambió el mundo con el hipismo, el arte conceptual, el videoarte, el pop art, la minifalda…”, recuerda, con algo de nostalgia. “Me siento igual que a los 25″, asegura sin embargo la artista más popular de la Argentina, mientras se quita sus característicos anteojos para hablar con LA NACION. El año pasado perdió a “Bebe” –Juan Carlos Gómez Sabaini su compañero de toda la vida y padre de sus dos hijos-, pero los múltiples proyectos le dan fuerza para concentrarse en el futuro.
Entre los hitos principales, anticipa, se contará una muestra antológica curada por Darsie Alexander en el Museo Judío de Nueva York; se exhibirá allí hasta enero de 2024 y seguirá viaje al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, acompañada por un libro sobre su carrera. Entre muchas otras obras de distintas épocas, incluirá el cubo inmersivo presentado el año pasado en la porteña Fundación Santander.
“Nunca expuse sola en un museo de Nueva York, ¡es lo máximo!”, celebra entusiasmada la artista que llegó a realizar en esa ciudad una performance con Andy Warhol, en la que simulaba el pago de la deuda externa argentina con mazorcas de maíz. Desde el año pasado otra obra suya, elMinucode(1968), tiene sala propia en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York; allí se exhibirá además a partir de marzo Simultaneidad en Simultaneidad (1966), en el marco de la muestra colectiva Señales: video y democracia electrónica.
También en Nueva York se expuso en 2019, en el New Museum, su Menesunda recargada. Es decir, la recreación de la ambientación original de 1965 -realizada junto a Rubén Santantonín en el Instituto Torcuato Di Tella– que presentó el Museo de Arte Moderno de Buenos Airesmedio siglo después. Ese laberinto psicodélico de 400 metros cuadrados iniciará en 2023 una gira por Europa como parte de una muestra de ambientadoras de vanguardia –entre las cuales se cuentan Yayoi Kusama y Niki de Saint Phalle– que comenzará en el museo Haus der Kunst de Munich (Alemania) y continuará al año siguiente en Copenhagen Contemporary (Dinamarca) y la Tate Liverpool (Gran Bretaña). “Ahí quiero ir porque van a estar las artistas –señala-. Espero que no estén todas muertas”.
“Marta Minujín se exporta y exporta La Menesunda”, agrega como sugerencia de título de este anticipo exclusivo a LA NACION, cinco años después de aquel otro en el que adelantaba su participación en la Documenta de Kassel con suPartenón de libros prohibidos. “Todo esto tiene que ver con lo de Kassel –reconoce-; les agarró una locura con Marta Minujín, descubrieron que fui una mujer de vanguardia”.
Esto último se confirmará también en otra muestra individual, que le dedicará la Pinacoteca de San Pablo en paralelo a la famosa bienal impulsada en esa ciudad. Viajarán hasta allí -donde su obra se exhibió también en 2018, en el marco de la exposición Mujeres Radicales: arte latinoamericano, 1960-1985-, sus telas en gran formato realizadas durante la pandemia; las piezas realizadas con colchones flúo: el nido de hornero gigante exhibido en el CCK; la escultura inflable que cautivó a las nuevas generaciones en Lollapalooza y una réplica del cubo inmersivo presentado en Fundación Santander.
Como si todo esto fuera poco, la gira global que coincidirá con sus ochenta años incluirá además la exhibición de dos de sus obras informalistas, en una muestra itinerante de artistas mujeres curada por Agustín Pérez-Rubioque comenzará en febrero en la galería Whitechapel de Londres. Las realizó cuando iniciaba su carrera junto a Alberto Greco, antes de falsificar su fecha de nacimiento para poder casarse y viajar a probar suerte en París. De aquella época es la foto que tiene colgada en su taller, donde se la ve abrazada a Greco junto a una obra de Pablo Suárezy un corpiño en la mano. “Era mi mejor amigo, me adoraba y yo a él”, dice sobre el maestro del “arte vivo”, que se suicidó en 1965 y acaba de ser homenajeado con una muestra por el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
No parece haber tiempo ahora para la melancolía. Porque además de la agenda ya confirmada para 2023 hay otros dos proyectos que Marta busca concretar. Uno es la instalación en la explanada de Fundación Proa de una “Torre de Pisa” inclinada, realizada con botellas de agua que el público podrá llevarse, similar alBig Ben de libros políticos que recostó el año pasado sobre los Piccadilly Gardens de Manchester. Y otro, una escultura gigante con el perfil dorado y deconstruido del David de Miguel Ángel -recurrente en sus creaciones- que quiere construir a modo de “catedral” en el Parque Thays. “Para eso voy a necesitar ayuda de los dos gobiernos”, anticipa, tan incansable y activa como una estrella de rock.
Fuente: Celina Chatruc, La Nación