El nombre completo de Pablo Picasso tiene 23 palabras: se llama Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz y Picasso
Nació medio muerto, pero su tío médico, Salvador Ruiz, estaba ahí para rescatarlo. Como estaba disfrutando de un puro, se le ocurrió soplarle en la boca, a su sobrino recién nacido, el fuerte humo del cigarro. Consiguió que reaccionara. Había pasado el susto.
Era el 25 de octubre de 1881 en la ciudad de Málaga, España.
José Ruiz y Blasco y María Picasso y López, llamaron a su hijo mayor con toda pompa: Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz y Picasso.
Después de él llegarían al mundo dos hijos más: Dolores, en 1884, y Concepción, en 1887.
Un frustrado pacto con Dios
Cuando tenía un año Pablo pronunció su primera palabra: lápiz. Su padre era profesor de dibujo en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y el pequeño vivía rodeado de papeles, lápices y pinceles.
A los 8 años, después de haber presenciado una corrida de toros, empezó a pintar usando los pinceles de su padre José. La primera obra que completó se llamó El picador amarillo. Jamás la abandonó y el cuadro se trasladó con él en cada mudanza.
Alerta de spoilers… A lo largo de la vida Pablo sería mucho más fiel a sus obras que a sus sucesivas y sufrientes mujeres.
Al cumplir los 10 años, su padre perdió el trabajo en Málaga y debió buscar otro. Lo contrataron como profesor de arte en La Coruña, en Galicia, a dónde todos debieron trasladarse.
Pablo tenía 13 años cuando su hermana Concepción, de 7, enfermó de difteria. Tenía fiebre alta y muchísima dificultad para respirar. Pablo azorado la observó consumirse día tras día. Un médico vecino, Ramón Pérez Costales, la atendía. Para combatir la infección encargaron un novedoso suero que solo se conseguía en París, pero el remedio demoró demasiado.
Su papá, José Ruiz y Blasco, era pintor y también fue profesor de arte en Málaga, Coruña y Barcelona: dejó la pintura cuando él cumplió 15 años, tal vez porque se vio superado por su hijo
A las cinco de la tarde del 10 de enero de 1895 Concepción murió.
Pablo que había hecho un pacto con Dios (dejaría de pintar si su hermana sobrevivía) se enojó para siempre con la religión. A partir de este fracaso resolvió ser agnóstico.
Luego de enterrar a su hermana, pintó un óleo encerrado en su habitación. Ese cuadro también fue parte de su bagaje emocional en la vida.
Pocos días después del fallecimiento de Concepción, tuvo lugar la primera exposición de trabajos de Pablo en La Coruña. El joven artista estaba todavía anestesiado por el dolor.
En septiembre de ese año, José aceptó un traslado para cambiar el angustiante ambiente familiar. Le dieron una cátedra en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona.
Pablo siguió su secundario allí donde se destacó como alumno. José, que venía observando el sobresaliente talento de su primogénito, prometió que él no pintaría más, Pablo era muchísimo mejor. Decidió regalarle todos sus enseres.
En 1898, con 15 años, Pablo se fue con su amigo Manuel Pallarés a pasar una temporada en Horta del Ebro, en Tarragona. Aprendió a ordeñar vacas, a sacar agua de pozo y a disparar una escopeta. Durante unas semanas se instalaron a vivir como salvajes en una cueva. Fue un viaje aleccionador.
Pablo empezó a jugar con quitar de su firma en sus pinturas el apellido Ruiz. Primero, dejó solamente la inicial R. Luego, empezó a usar directamente su segundo apellido: Picasso. ¿La razón? Le parecía mucho más original el que provenía de su bisabuelo materno, un italiano llamado Tommaso Picasso, llegado en 1807 de Génova.
En los años que siguieron siguió pintando y empezó a circular entre tres ciudades: Barcelona, Madrid y París.
Trabajaba sin pausa, pero el dinero que conseguía solo le permitía sobrevivir.
El suicidio de su gran amigo Carlos Casagemas dio inicio al período azul de su obra: pinturas de temáticas oscuras como la prostitución y la pobreza
Crimen y… pintura
Cuando tenía 19 años le tocó enfrentar una tragedia. El 17 de febrero de 1901 a las nueve de la noche su gran amigo el pintor Carlos Casagemas se suicidó luego de intentar asesinar a su amante Laura Gargallo, que era bailarina, estaba casada y se hacía llamar Germaine. Carlos se enamoró, pero ella se burlaba de él, solía decir que era un hombre impotente. Para ella era solo una relación trivial. La relación no funcionó, pero no así la obsesión de Carlos con ella. Un día, durante una comida con artistas, en el momento del brindis Carlos apartó su plato de ragú sin tocar y sacó un arma. Apuntó hacia Laura y le dijo: “Mira, esto es para vos”. Pallarés, quien era amigo también de Carlos y estaba en esa cena, empujó su brazo y la bala salió desviada. Carlos, entre la sorpresa y la rabia por haber fallado, apuntó enseguida contra su propia sien y gatilló.
Pablo Picasso no estaba presente ese día, pero conocía a todos los protagonistas y supuso un enorme golpe para él. Superado el mal trance, después de un tiempo volvió a París y ocupó el mismo estudio que solía utilizar Carlos Casagemas. Y, en ese lugar, sin ningún escrúpulo comenzó una relación con Laura. Egoísta al límite, no le gustaba decirse a sí mismo que no.
No se sabe si por la culpa de haber cometido semejante traición o si fue por la simple angustia de la muerte de su amigo Carlos, el hecho es que Pablo termina pintando un cuadro que se volverá muy famoso: Evocación: el entierro de Casagemas.
Habían emergido los tonos azules característicos de su primera etapa, que se extenderá por unos pocos años.
A finales de enero de 1902, el pintor empezó a trabajar en un estudio en el número 6 de la calle Nou de la Rambla de Barcelona. Pablo recibió aquí el aviso para unirse al servicio militar. Como él tenía fijada residencia oficial en Francia desde 1901, pudo sortear ese llamado, pero debía pagar un dinero que no tenía. Su tío cedió y se lo dio.
En diciembre de 1902 se mudó al departamento del pintor y escritor francés Max Jacob. Trabajaba de noche y de día dormía en una pequeña cama. Pasaba frío y hambre. No podía darse el lujo de comprar lienzos. Solo dibujaba.
Fernande y las burlas a Matisse
En abril de 1904, el artista se instaló en París en el barrio de Montmartre, en un taller de un amigo. Luego de un romance con una joven extremadamente flaca, llamada Madelaine, quien le hacía de modelo, apareció en su vida Fernande Olivier. De su misma edad, 22 años, pero más alta y corpulenta que él, ella también posaba como modelo para los artistas.
Fernande no se llamaba así, en realidad era Amélie Lang, hija ilegítima de Clara Lang con un hombre casado. A los 18 años la joven había quedado embarazada de un violento maltratador con quien la obligaron a casarse. Por los golpes perdió al bebé y decidió separarse. Cambiar de nombre fue su pasaporte para una nueva vida.
Cuando comenzó a salir con Pablo ya había tenido romances con otros artistas de la época. Se engancharon en medio de sus bohemias fumatas de opio.
Ese mismo año Picasso se hizo amigo de Guillaume Apollinaire, poeta y escritor precursor del movimiento surrealista. Fue Fernande la que impulsó el cambio en las pinturas de Pablo que empezaron a volverse más alegres. Había emergido lo que se conoce como el “período rosa” del pintor. La crítica lo aplaudió.
La relación entre ellos estuvo signada por los celos enfermizos, la posesividad de Pablo y unas peleas desagradables y violentas. Ella recordaría de esos años, en una biografía, que Pablo era, además de agresivo, un hombre “maloliente”.
Fue durante esta época que Pablo conoció a los hermanos Gertrude y Leo Stein, quienes disfrutaban invirtiendo su fortuna en arte. Le compraron muchas de sus obras. Gertrude, que conocía al pintor Henri Matisse, decidió que él y Picasso debían conocerse y preparó un encuentro.
La relación entre los pintores prosperó y osciló entre el cariño, la admiración y los celos artísticos. Eran opuestos en todo. Picasso era egoísta y burlón; Matisse, tímido y educado.
De estos tiempos hay otra anécdota que retrata a Picasso y lo deja mal parado como amigo. Los dos artistas tenían la costumbre de intercambiar sus obras. En una oportunidad, Pablo eligió la que le pareció peor de las hechas por Matisse. Se la llevó y, luego, invitó a sus compañeros de parranda a tirarle dardos con ventosas a la nariz del cuadro. El objetivo era burlarse de su amigo.
Hacia finales de 1906 Pablo se enfrascó en una serie de bocetos de figuras que terminarían siendo su cuadro más famoso: Las señoritas de Avignon.
Junto a su pareja, Fernande Olivier, adoptaron a Raymonde, una niña de diez años, y a los pocos meses la devolvieron al mismo orfanato de donde la habían conocido
Devolver a una hija
En marzo de 1907 Fernande y Pablo fueron a un orfanato con la idea de adoptar a un bebé. La monja que regía el lugar le dijo a Fernande que eligiera el bebé o pequeño que más le gustara. La pareja escogió a una niña llamada Raymonde que tenía alrededor de diez años. En este punto hay testimonios divergentes, dentro de lo poco que se sabe sobre el tema, que sitúan la edad de Raymond entre los 9 y los 13 años.
La niña era hija de una prostituta francesa que trabajaba en un tugurio de Túnez y había sido rescatada primero por un periodista holandés y su esposa. Pero los holandeses la habían devuelto al asilo porque Raymonde no mostraba virtudes para tocar el violín.
Raymonde se mudó con sus nuevos padres, Fernande y Pablo. Picasso con 25 años se dedicó a llevarla al colegio y a enseñarle las tablas de multiplicar. Fernanda la acicalaba y le regalaba muñecas. Parecían felices con su hija.
Pero, sin mayores explicaciones, cuatro meses después, Fernande habría llevado a Raymonde nuevamente al orfanato donde pretendió dejarla. La monja no habría aceptado este nuevo fracaso y, según algunos biógrafos, la niña habría terminado siendo adoptada por un conserje de la zona.
Nadie explicó mucho más sobre la abrupta desaparición de la pequeña hija, pero todos -en el círculo de sus amistades- sacaron sus propias conclusiones. Pablo era un hombre al que le gustaban las mujeres demasiado jóvenes.
La fantasía de tener a una niña como “mascota” había terminado.
Un historiador de Picasso señaló que el detonante podría haber sido un dibujo que hizo Pablo de Raymonde desnuda, sentada con sus piernas abiertas mientras se lavaba los pies.
Simultáneamente con estas perturbadoras peripecias personales, para julio de 1907, Pablo había terminado la obra Las señoritas de Avignon. Muchos críticos dijeron que era una “basura” o, directamente, “terrorismo artístico”. El pintor lo tomó tan mal que, muy enojado, sacó el lienzo del bastidor, lo enrolló y lo escondió en un rincón de su taller durante una década.
Para este entonces, la pareja había empezado a desmoronarse. A finales de ese mismo año se separaron por primera vez, pero se reconciliaron a los tres meses. Cuando Fernande volvió descubrió que en esos 90 días de ausencia, Pablo y sus amigos, se habían descontrolado fatalmente bebiendo y drogándose. La juerga nocturna hacía que Pablo durmiera hasta pasado el mediodía. Si llegaban a despertarlo, enfurecía.
Cuando, por fin, Pablo comenzó a tener más éxito como artista y a ganar más dinero, empezó a manifestarse su su desinterés por Fernande.
Pablo Picasso fue uno de los sospechosos del robo de la Mona Lisa del Museo del Louvre. La historia dice que lloró abiertamente en el tribunal negando vinculación con el hecho
El robo de La Mona Lisa
Picasso, que había sido junto con el pintor y escultor Georges Braque el creador del cubismo, protagonizó un caso policial de alto voltaje mundial.
El 21 de agosto de 1911 robaron el cuadro La Mona Lisa, de Leonardo da Vinci, de la pared del Museo del Louvre. Cuando los empleados encontraron por la mañana el marco vacío en el piso, el museo cerró inmediatamente sus puertas y Francia clausuró sus fronteras. Era un escándalo de proporciones porque delataba la poca seguridad del museo. Ya había ocurrido, unos meses antes, que un periodista había dormido en un sarcófago egipcio para denunciar la vulnerabilidad de las obras de arte.
Los periódicos de París, al ver estancada la investigación, ofrecieron recompensas de hasta un millón y medio de dólares para quien aportara información. Arribaron miles de cartas, pero solo una llamó la atención de los investigadores. Honoré-Joseph Géry Pieret, un ciudadano belga, aseguraba que robar obras del Louvre era una tarea sencilla, él mismo ya lo había hecho. Como prueba dijo que dos años antes había tomado unas antiguas estatuillas ibéricas que había vendido por poco dinero, por intermedio de su amigo Apollinaire, a un artista llamado Picasso. Todos saltaron de sus sillas.
Al enterarse de sus declaraciones, Picasso y Apollinaire habrían entrado en pánico y pensado en deshacerse de las estatuillas arrojándolas al Sena. Finalmente, Apollinaire las entregó a un diario a cambio de anonimato.
Terminaron convirtiéndose en sospechosos del robo del célebre cuadro. En septiembre de 1911, el poeta Apollinaire fue detenido, interrogado y encarcelado en la prisión parisina de La Sant durante dos días. Negó el robo de La Mona Lisa, pero aceptó los anteriores. Pablo Picasso y Apollinaire fueron enfrentados en un careo. Dicen que “Apollinaire confesó todo” sobre las estatuillas y que Picasso lloró abiertamente en el tribunal asegurando que ¡nunca había conocido a Apollinaire!
Luego de oír los descargos de los veinteañeros, el juez desestimó que fueran los verdaderos ladrones de La Mona Lisa y quedaron en libertad.
Dos años después, un hombre llamado Vincenzo Peruggia, fue detenido mientras intentaba vender el cuadro de La Mona Lisa al director de la Galleria degli Uffizi, en Florencia, Italia. Peruggia era un ex empleado del Museo del Louvre. Picasso y Apollinaire respiraron aliviados: ya nadie pensaría mal de ellos, su imagen había quedado limpia de dudas.
Pero, como ya sabemos, que se hable mucho de algo en los medios suele resultar un excelente marketing. El dato curioso de esta historia es que, cuando el museo reabrió luego del robo y sin La Mona Lisa, rompió su récord de visitantes. Todos querían ver esa pared vacía.
Retrato de Pablo Picasso en 1908. Se calcula que el artista dejó 1885 pinturas, 34.000 ilustraciones, 3222 piezas de cerámica, 7089 dibujos y 1228 esculturas
Eva, la mujer frágil
Picasso solo era fiel a sí mismo. Mientras salió con Fernande siguió viéndose con Madelaine y con otras mujeres. Cuando se cansó de la relación siete años después, utilizó un romance que había tenido Fernande como excusa para abandonarla.
Fernande, que era famosa por su vagancia entre los amigos de Picasso, se quedó sin nada. Tuvo que arreglárselas para subsistir trabajando de cajera en una carnicería. Ella fue la única mujer que lo conoció en la intimidad antes de que fuera famoso. Resentida con la parte que le tocó en la historia del gran pintor, escribió en una autobiografía -que obviamente Picasso intentó detener-: “¿Se acordará Picasso ahora de la joven amiga que con frecuencia le sirvió de modelo y que, en cierta época, no pudo salir a la calle por dos meses porque no tenía zapatos?”.
Apenas dejó de vivir con Fernande, él blanqueó su relación con Eva Gouel. Ambas mujeres habían sido amigas. Pablo mezclaba sus relaciones sin problemas.
Pequeña, menuda y tímida, Eva era la antítesis de Fernande y se convirtió en la nueva musa para sus pinturas.
En mayo de 1913 murió José, el padre de Pablo. Poco tiempo después comenzaron los problemas de salud de Eva, le costaba recuperarse de unas anginas.
En julio de 1914, al empezar la Primera Guerra Mundial, Pablo logró evitar ir al frente por “razones médicas”. Además, Eva seguía desmejorando. Su frágil salud empeoró mes a mes. En noviembre de 1915 fue internada en un hospital. Picasso le dijo entonces a su amiga y mecenas, Gertrude Stein, “mi vida es un infierno”. Estaba destrozado y en vez de pintar, comenzó a escribir poemas:
“Se nos va escapando Eva
como agua turbia y desdichada
por la arena.
Dominante, recorre el espacio
veloz gacela, ojeras de plata azulada”
Eva murió el 14 de diciembre. Nunca se supo si fue por tuberculosis o cáncer de garganta. Pablo la había visitado todos los días. La había amado profundamente, pero eso no había sido impedimento para tener relaciones con varias mujeres más: una corista de un cabaret, una vecina de la pareja, una italiana sibarita, una modelo…
Pablo no frenó nunca sus impulsos. Como sería que su misma madre le dijo a una de sus tantas parejas: “Ninguna mujer podrá ser feliz con mi hijo. No pertenece a nadie (…)”. Y una frase que circula del propio Pablo Picasso lo pinta en cuerpo y alma: “A mí nadie me importa de veras. En lo que a mí respecta, los demás son como esos granitos de polvo que flotan en la luz”.
Con Olga Jojlova, quien pertenecía a una familia de la alta aristocracia rusa, tuvo su primer casamiento. Formalizaron la relación el 12 de julio de 1918, en París. Tres años después nació Paulo, el primer hijo del artista
Olga y Marie-Thérèse, en veredas enfrentadas
En julio de 1916 se llevó a cabo la primera exhibición de Las señoritas de Avignon. Sacarla del armario no aplacó a la crítica que se mostró dura.
En agosto, con 35 años, Pablo Picasso aceptó diseñar el vestuario para los Ballets Rusos. La compañía de Serguéi Diáguilev quería un artista rupturista y él se dejó seducir. En febrero de 1917, Pablo se instaló en Roma para trabajar con ellos y conoció a una bailarina diez años menor: Olga Jojlova.
Olga pertenecía a una familia de la alta aristocracia rusa. No era una mujer para un romance casual, solo la podría “poseer” con un casamiento formal.
El 12 de julio de 1918, en París, Olga se convirtió en su primera esposa. La ceremonia legal continuó con una misa de tres horas en la Iglesia Ortodoxa Rusa y los novios firmaron un acuerdo matrimonial. En caso de divorcio, Olga recibiría la mitad de todos los bienes de Pablo.
Alquilaron un buen departamento en la calle de La Boëtie, en la capital francesa, tomaron cocinero, chofer y, apenas quedó embarazada, niñera. Olga le exigió dejar la bohemia y lo hizo moverse entre la alta sociedad de la época vestido con trajes confeccionados por los mejores sastres..
El 4 de febrero de 1921 nació Paulo, su primer hijo.
Pero Pablo no podía pasar demasiado tiempo alejado de su real personalidad. Estaba aburrido y Olga se dió cuenta. Peleas y celos comenzaron a inundar la cotidianidad.
Pablo Picasso tenía 46 años cuando comenzó su romance, en enero de 1927, con una joven de 17: Marie-Thérèse Walter (Apic/Getty Images)
En enero de 1927 un nuevo romance detonó el matrimonio. Pablo (46) se involucró con una joven de 17 años: Marie-Thérèse Walter. La pasión la mantuvieron un buen tiempo en secreto, pero fueron ganando confianza y Marie-Thérèse se trasladó al número 44 de la calle La Boétie, justo frente al departamento donde Pablo Picasso vivía con Olga.
Fue el colmo de la osadía.
Demasiado joven para entender con quien lidiaba, Marie-Thérèse, lo soportaba todo. Picasso la moldeó como una muñeca sexual y experimentó con ella el sadomasoquismo. En el cuello de la joven quedaron estampadas las marcas de las quemaduras de los cigarrillos Gauloise que degustaba el artista.
A donde iba Pablo con su mujer, también iba la joven oculta. Incluso una vez, para tenerla cerca en sus vacaciones, la alojó en un campamento de verano para niños. Desafiar la ley que penaba la corrupción de menores también le generaba adrenalina.
Cuando Olga lo descubrió todo, Marie-Thérèse ya estaba embarazada. En octubre de 1934, nació Maya, la hija de Pablo con Marie-Thérèse.
Olga y él se separaron, pero Pablo para no dividir sus bienes como figuraba en el acuerdo, no quiso concederle el divorcio.
Las peleas con Olga llegaron hasta la pintura. Los retratos que hizo el pintor de ella, hacia el final de la relación, la muestran como una mujer monstruosa.
Como era de esperar, poco después del nacimiento de Maya, a Pablo se le pasó la pasión por Marie-Thérèse. Había encontrado a alguien más.
La época en la que estuvo con Dora Maar, fue cuando pintó el Guernica, un encargo del gobierno de la Segunda República de España para exponer en el pabellón de España en la Exposición Internacional de París
Dora, la golpeada
La siguiente mujer en su vida fue Dora Maar, la conoció en un café. Era fotógrafa, pintora, poeta y practicaba extraños juegos como cortarse las manos.
En esta etapa fue que Pablo pintó uno de sus cuadros más importantes, el Guernica, que se encuentra en el Museo Reina Sofía de Madrid, donde expresó el horror de la guerra.
La familia de Dora, que sabía de los maltratos del pintor hacia ella, se oponía a su relación con el artista. Un día, mientras ella discutía por teléfono a los gritos con su madre Julia sobre el tema, el teléfono quedó en silencio en un extremo. Julia había muerto de un síncope.
El sexo brutal y con golpes que practicaba Pablo Picasso con ella la llegó a dejar inconsciente más de una vez. Un chofer contó que había visto como Pablo le daba una paliza.
Dora era inestable mentalmente, no podía manejar la relación ni combatir a Marie-Thérèse, a quien el pintor seguía viendo. Un día, la encontraron deambulando desnuda; otro, decía que le habían quitado su bicicleta que seguía en su lugar. Los delirios de Dora terminaron con Pablo internándola en una clínica mental donde le aplicaron electroshock. Pablo ya había conocido, en mayo de 1943, a Françoise Gilot, una aspirante a pintora de 21 años. Le llevaba 41 años.
La avaricia de Pablo era sabida. De esto hay una anécdota con Marie-Thérèse, que vivía en la penuria durante el final de la Segunda Guerra mientras Pablo disfrutaba de su dinero sin culpas. Una vez, su ex y madre de su segunda hija, le fue a mendigar un pan de jabón y Pablo aprovechó la ocasión para mostrarle un baúl lleno de lingotes de oro y caros productos de perfumería. Le dijo: “Si me pasa algo todo esto es tuyo…”. Hipocresía pura mientras él retozaba sin carencias con todos sus demás amores. No siempre la brújula de la moral coincide con la del talento.
Con Françoise la calma no duró. Ella no era como el resto de sus amantes. Ella estallaba cada vez que llegaban cartas para Pablo de las “otras”. Un día, harta, decidió abandonarlo. Partió haciendo dedo hacia Marsella. Pablo la persiguió con obsesión y le prometió que tendrían un hijo. Ella, ingenua, volvió.
El 15 de mayo de 1947 nació el tercer hijo del pintor: Claude. Eso no impidió que él siguiera coleccionando pasiones y empezó a salir con Genevieve Laporte.
En 1949, para el primer Congreso Mundial por la Paz, le encomendaron al artista un dibujo para los carteles que se pondrían en París. Pablo realizó La paloma de la paz que se convirtió en un emblema mundial.
El 19 de abril, el mismo día de la apertura del Congreso, nació su segunda hija con Françoise y la llamó Paloma.
Françoise fue una de las pocas mujeres que no aguantó el maltrato. Un día de 1953, cansada de su despiadada pareja, lo dejó. Pidió un taxi, se subió y se marchó con sus hijos.
Con 72 años Pablo ni siguiera fue hasta el auto a despedirlos. Solo gritó cuando ella cerró la puerta: “¡Mierda!”.
Françoise Gilot logró superar la maldición Picasso y cumplirá 100 años el próximo 26 de noviembre.
Jacqueline Roque vivió trece años más que su marido: a los 59 años se quitó la vida disparándose con un revólver en la cabeza
Dominación y aislamiento
A Françoise la reemplazó rápidamente una joven sumisa (eso parecía) de 26 años llamada Jacqueline Roque, quien era divorciada y tenía una hija, Cathy, de unos 10 años. Madre e hija siempre tuvieron una tensa relación.
A finales de 1957, Pablo compró el castillo de Vauvenargues, en la zona de la Provence y, un tiempo después, se mudaron con Jacqueline a vivir allí. El día que llegaron los camiones para la mudanza, Pablo experimentó un ataque de pánico mientras le gritaba a Jacqueline que vendiera el castillo porque no lo quería. Ella, que lo llamaba “monseñor” en la intimidad, no le hizo caso y la mudanza continuó. Se había humillado muchas veces, pero nadie le quitaría la oportunidad de vivir en un castillo. Ni siquiera “Monseñor Pablo”.
Resulta que Jacqueline no era tan sumisa y Pablo tampoco tenía ahora, con 76 años, el poder de antaño.
Él, por su parte, se torturaba pensando que su ex Françoise se había casado con otro hombre: “Prefiero que una mujer muera antes de que sea feliz con otro”.
Hasta en la vejez seguía siendo insoportablemente celoso de su pasado.
El 2 de marzo de 1961, Pablo y Jacqueline se casaron en Vallauris y, en junio, dejaron el castillo para irse a vivir a la casona de estilo provenzal Notre Dame de Vie (Nuestra Señora de la Vida), en Mougins, en la Costa Azul de Francia. Esa casa fue el regalo de casamiento de Pablo a su nueva mujer.
La inteligente y astuta Jacqueline lo había dominado y lo mantenía aislado de su familia. Pablo no veía a casi nadie y no recibía a familiares. A tal punto que, cuando sus nietos Pablo y Marina (hijos de su primogénito Paulo) pretendieron visitarlo, Jacqueline hizo que los guardias soltaran los perros y los jóvenes salieran corriendo asustados. Otras veces, los dejaba horas parados en la puerta del castillo, que se encontraba custodiada por enormes perros afganos, hasta que aburridos se retiraban.
El 8 de abril de 1973, con 91 años, Pablo murió en su casa Notre Dame de Vie. Le habían fallado el corazón y los pulmones. La polémica Jacqueline lo enterró en el jardín de su propio castillo de Vauvenargues, envuelto en una capa española.
Pablo, el nieto del pintor proscripto en el castillo, terminó suicidándose al día siguiente del entierro de su abuelo al que no dejaban ver. Se tomó una botella de lavandina y demoró tres horribles meses en morir. Tenía 24 años y para su entierro su familia debió pedir dinero prestado. Detalles de una familia difícil.
Picasso fue uno de los artistas más prolíficos y figura en el libro Guinness de los récords. Se calcula que dejó entre otras cosas, 1885 pinturas, 34.000 ilustraciones, 3222 piezas de cerámica, 7089 dibujos y 1228 esculturas. Además de su obra, su legado incluía 4.5 millones de dólares en cash (el equivalente a unos 30 millones de dólares de hoy) y varios millones en lingotes de oro. Eso sumado a sus propiedades. Pablo era tan supersticioso que no quiso escribir un testamento, temía morir al día siguiente de hacerlo. Por ello, su herencia fue el centro de muchas disputas, entre sus hijos y nietos, durante seis años. Tiene, además, el “honor” de ser el artista más plagiado, más exhibido y más robado.
En 1975, Paulo su primer hijo, quien nunca entendió a su padre y vivió sumido en la tristeza, falleció como consecuencia de su alcoholismo. Su padre lo había “usado” toda su vida como chofer y cadete.
En 1977, Marie-Thérèse se ahorcó para terminar con su difícil existencia. Jacqueline vivió trece años más que su marido. A los 59 años se quitó la vida disparándose con un revólver en la cabeza. Era de madrugada y estaba muy deprimida.
Para algunos soportar al genio parece que fue tan difícil como sobrevivirlo.
Fuente: Infobae