Remeras, tazas, protectores de pantalla, almohadones, fundas de celulares. Su rostro de cejas tupidas y bozo sin depilar puebla los locales de merchandising en todo el mundo. ¿Por qué Frida Kahlo se convirtió en un símbolo universal?
Un 6 de julio de 1907 nacía la artista plástica mexicana Frida Kahlo, quien, además de ganarse un lugar entre los pintores más famosos de la historia, se convertiría en un ícono a nivel mundial de la libertad y la autodeterminación. Pero, más allá del valor y la belleza melancólica de sus obras, ¿cómo llega una chica de Coyoacán, nacida a comienzos del siglo pasado en el D.F mexicano, a convertirse en un ícono potente de varias generaciones, que conserva y renueva su vigencia cada día?
Son muchos los factores que intervienen en los destinos de una vida. Pero hay algunos que suelen funcionar como bisagra hasta resultar determinantes.
Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón -así se llamaba la chica de la famosa Casa Azul que hoy es museo- ya desde la cuna, parecía estar destinada a fines humanitarios. Hija de un alemán y una descendiente de españoles e indios americanos, Frieda significa “paz” en el idioma de su padre. Pero acaso no será solo el nombre lo que la impulse sino, sobre todo, la adversidad.
De chiquita se enfermó de poliomielitis. La terrible “polio”, que azotaba a los niños de esa época, le dejó una pierna mucho más delgada que la otra. Por si fuera poco, a los 18 años, un tranvía chocó y arrolló el colectivo en el que viajaba, hasta dejarlo hecho chatarra contra una pared. La columna vertebral de Frida Kahlo se fracturó en tres partes. Dos de sus costillas se quebraron, al igual que su clavícula y su pelvis. Su pierna derecha, la más delgada, se fracturó en 11 partes, su pie derecho y su hombro izquierdo se dislocaron y su cadera fue atravesada por un hierro que perforó su útero hasta salir por la vagina. Pasó por 32 cirugías y estuvo postrada en una cama durante meses. Quedó con secuelas muy limitantes y dolorosas de por vida.
El óleo «Autorretrato con loro y chango», 1947, que pertenece a la colección del Museo Malba.
La chica que quería ser médica no solo salió adelante sino que se convirtió en una de las artistas más influyentes del siglo XX y un ejemplo, ya que, a pesar de sus dificultades físicas, se abría paso en un ambiente, hasta ese momento, liderado por los hombres.
Durante el período de convalecencia, se dedicó a la pintura. Con la ayuda de un caballete especial, que tenía un espejo en su parte superior, comenzó a pintar su rostro. De ahí que, de las 143 pinturas que se conocen de Frida, 54 sean sus expresivos autorretratos. «Me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco», explicó alguna vez.
En el tapabocas. Una imagen tomada en el hospital El Cruce, de Florencio Varela. / AFP
Su aspecto es un motivo de admiración para sus seguidores. En épocas en que la feminidad era un valor sobrepreciado, Frida decidió hacer a un lado los mandatos para mostrar una imagen de sí misma absolutamente desprovista de todo cliché. No se conformó con retratarse al natural sino que hasta exageró sus rasgos característicos, como sus cejas tupidas y el vello facial, hasta hacer de ellos una marca registrada.
De hecho, su calidad de mestiza fue un refuerzo para las ideas de nacionalismo revolucionario floreciente en su país. Con sus trajes típicos, sus moños, bordados y festones coloridos, y sus collares y aros de estilo precolombino, se convirtió en embajadora de la cultura mexicana en el mundo. En varios de sus trabajos, como en su autorretrato Tehuana, de 1943, se la ve ataviada como las mujeres zapotecas, una tribu originaria de México.
«Autorretrato como Tehuana o Diego en mi pensamiento», de 1943. / EFE
Aunque André Breton la quiso convencer de que sus pinturas eran surrealistas, ella insistió en que solo pintaba su realidad. Su obra batió récords. El autorretrato El marco, expuesto en el Centro Pompidou, fue la primera obra que el Louvre adquirió de un autor mexicano.
Su vida amorosa y sexual fue otro flanco de batalla. A los 21 años conoció al pintor Diego Rivera, de 41, con quien se casó al año siguiente. Pronto, quisieron tener un hijo pero hubo dos intentos fallidos: debido a las secuelas del accidente que había sufrido Frida, debieron abortar. El cuadro Aborto en Detroit refleja esas experiencias.
Frida y Rivera mantenían una relación abierta desde que ella lo descubrió con su hermana menor y se arrojó a los brazos de León Trotski, que se había exiliado en México tras la subida al poder de Stalin en Rusia. Ambos tuvieron otras relaciones; llegaron, incluso, a divorciarse para, luego, casarse otra vez. Ella tuvo amoríos tanto con hombres como con mujeres. Además del líder comunista, movimiento del cual ambos esposos formaban parte, el escultor de origen japonés Isamu Noguchi y la cantante y actriz franco-americana Joséphine Baker, son algunos de sus amantes famosos. Frida jamás ocultó su bisexualidad, frente a la moral opresiva de aquellos años.
«La columna rota», de 1944.
En 1953 le amputaron una pierna por debajo de la rodilla debido a una gangrena y le recetaron medicamentos derivados del opio con los cuales intentó suicidarse varias veces. Mientras tanto, escribía poesías en sus diarios.
«Cuando muera quemen mi cuerpo. No quiero ser enterrada. He pasado mucho tiempo acostada. ¡Simplemente quémenlo!», había pedido.
Natalia Sedova, Frida, Trotski y Diego Rivera.
El 13 de julio de 1954 su cuerpo mutilado entró al crematorio vestido con un traje típico mexicano y con la mano derecha sobre su pecho. Sus cenizas están en la casa Azul de Coyoacán. En su último cuadro, un óleo que muestra sandías con colores muy intensos escribió, simplemente: «Viva la vida”.
Fuente: Clarín