Julieta Prandi presenta su primera novela. Lleva un título contundente: “Yo tendría que estar muerta” (editorial The Orlando Books). Dice, desde la solapa, que la historia está “basada en hechos reales”. Su protagonista es Lucía, una conductora de televisión que se encuentra encerrada en una relación de pareja tormentosa y debe atravesar un infierno para recuperar su vida.
-Me salió de las entrañas, dirá más adelante.
Es imposible no asociar el relato, la trama de la novela, con su propia historia. En 2019, en un acto de arrojo, Julieta habló por primera vez sobre la violencia física y económica que padeció durante su matrimonio. También hizo la denuncia en la Justicia. Ahora, cinco años después, en entrevista con LA NACION, la primera pregunta parece inevitable. Ella lo sabe, la espera.
-Julieta, ¿es una autobiografía?
-No, cuenta una historia que representa a muchas mujeres. Esta basada en hechos reales, porque esta temática quizás no hubiese existido si no me hubiesen pasado determinadas cosas… Algunas trascendieron pero otras, para preservarme a mí y a mis hijos, las mantuve en mi intimidad. Le dejo al lector que intuya o que interprete qué partes del relato me tocaron vivir a mí.
-¿Cómo surgió la idea de escribir una novela?
-Yo escribo desde chica, pero necesitás tiempo para hacerlo. Yo estaba dedicada a full a mi carrera y no le dedicaba el tiempo necesario. Pero el año pasado me decidí y lo hice, porque realmente tenía ganas. Se alinearon los planetas, porque Marcela Citterio, la guionista de Amor en Custodia, una novela en la que trabajé, me contactó y se unieron nuestras ganas.
-¿Cómo surgió el título, “Yo tendría que estar muerta”?
-Surgió en una charla con Marcela, en su casa. “Yo tendría que estar muerta”, le dije a ella, haciendo referencia a que si yo no hubiese sido una persona conocida hubiera sido fácil que desaparezca porque estuve amenazada de muerte. Y ahí Marcela me dijo: “Creo que este es el título”. Y es cierto, representa muy bien la historia y también el sentir de muchas mujeres que, por ahora a través de Instagram, lo tomaron para contar sus casos. Se me caían las lágrimas al leerlas.
-El personaje principal, Lucía, ¿cuánto tiene de Julieta?
-Mi libro no es la historia ficcionada de Julieta, es una historia “basada en hechos reales” que la pude escribir por todo lo que me tocó vivir y creo que le puede servir a muchas mujeres.
-Te referís al tema de violencia doméstica que sufriste durante tu matrimonio.
-Mi caso trascendió porque a mí no me habían quedado más opciones. Había un vacío legal, una desprotección de los chicos, la violencia que estaba viviendo en la justicia y la violencia económica… todavía no he recuperado mi patrimonio, ni siquiera mi casa, mis cosas, que están en poder de un padre que hace cinco años no paga cuota alimentaria… Tuve que vivir un montón de batallas, incluso la personal, que está en la vía judicial penal.
En 2019, tras revelar el infierno que estaba atravesando, Prandi comenzó una fuerte batalla judicial contra su exmarido, Claudio Contardi. Llevaban diez años juntos y tenían dos hijos en común. En medio de la separación, la conductora lo denunció por abuso sexual con acceso carnal y amenazas. En diciembre pasado la Justicia resolvió que el empresario gastronómico irá a juicio oral y público. “Ahora estamos esperando la fecha del juicio”, cuenta.
-En tu caso, ¿sentís que el sistema judicial estuvo a la altura de las circunstancias?
-Es difícil. Muchas veces uno se pregunta: ¿la justicia dónde está? ¿Cuántos años tiene que esperar una víctima para recibir finalmente un juicio? ¿Por qué la persona que te que te lastimó y te violentó tiene tantas instancias para apelar y seguir con su vida? Es mucho para la victima. Además tenés que revictimizarte, hay que pasar por pericias, ratificaciones de testimonio… En un punto te preguntás: ¿En serio tengo que pasar por todo esto y la otra parte nada? Te desgasta.
-¿En algún momento pensaste: “Bueno, basta, hasta acá llegue”?
-Creo que esto es parte de empezar de nuevo. Pienso que los hechos tienen que tener una consecuencia: a nivel económico no puedo perder lo que trabajé durante más de 20 años… y en lo personal, las cosas que tuve que atravesar, que no se las deseo a nadie, tienen que tener un castigo. También la violencia que sufrieron mis hijos, porque hay muchas cosas que no cuento para preservarlos.
-¿Sentís que lo que te pasó te acercó más a la gente?
-Tal vez, pero no fue algo premeditado o planeado. La verdad trascendió porque no me quedaba otra otra opción y eso generó que las mujeres que estaban atravesando la misma situación o que la habían atravesado se acercaran. Muchas me agradecieron por contarlo, por ser la voz, porque hay una necesidad muy grande en muchas mujeres de contar lo que están padeciendo. Yo soy una persona como cualquier otra. Muchos creen que porque te va bien o sos conocida o trabajás en la moda o en la televisión no puede sucederte algo así. “¡¿Pero cómo?! ¡¿Si ella tiene acceso todo?!”, dicen. Y sí, puede pasarle a cualquiera. Cuesta que la gente lo entienda y creo que es por eso que impactó tanto mi caso. Pero te aseguro que toparte con un psicópata le puede pasar a cualquiera a lo largo de la vida. Y, lo más complejo, no es tan fácil de descubrir al psicópata en el primer momento…
-¿Por qué?
-Porque tienen un patrón, un modo de proceder, una forma de ir acorralándote de una manera… no te das cuenta. Y cuando te diste cuenta, es tarde.
-¿En qué momento te das cuenta? ¿Qué tuvo que pasar para que cambiase tu mirada?
-Llega un momento en que todo se vuelve muy brusco, muy extremo. Pasás de estar con una persona que creías que era lo mejor que te podía pasar, porque apareció en un momento de tu vida que estabas triste o vulnerable, o que por algún motivo estabas frágil… porque ellos necesitan eso para generar una dependencia y una confianza… de pronto empezás a otorgar determinadas libertades y poderes sobre vos. Te empiezan a alejar de tu gente, te controlan y de a poco comienzan a trabajar sobre tu autoestima para que vos sientas que sin él sos una inútil.
-¿Vos llegaste a pensar que eras una inútil?
-Llegás pensar absolutamente todas las denigraciones que te dicen. Y tu autoestima baja cada vez más… y después viene la violencia.
-En los casos de violencia existe una fase llamada “de arrepentimiento” o “luna de miel” donde el agresor pide perdón, busca excusas para explicar su conducta y hace promesas de cambio.
-Totalmente. Las he escuchado en la comisaría, en los juzgados, en todos lados… Les pegan y después les piden perdón y lloran. Se aparecen con flores y a la noche capaz que la fajan otra vez. Es una locura. En mi caso, yo quedé en mi casa encerrada sin documentos, sin teléfono y no podía salir.
-Y en el medio están los hijos. Una, como madre, no quiere que sufran
-Eso también… Empiezan a generarte culpa de lo que les vas a hacer a tus hijos, si vos te vas o si te separás. Te quieren hacer creer que les estás arruinando la vida a él y a tus hijos si tomás la decisión de irte. Te manipulan hasta el último minuto. Lo que pasa es que en algunos es tarde… yo me fui cinco minutos antes de que fuese demasiado tarde. Me fui con lo puesto y con mis dos hijos. Tuve que salir a pedir dinero prestado para mantener a mis dos hijos, habiendo trabajado toda mi vida, porque hubo un momento en que ni siquiera podía pagar los medicamentos… Fue un camino de mucho dolor y todavía estoy esperando una división de bienes.
-¿Y las personas cercanas a vos? ¿No te advertían?
-Es que ya te empezaste a alejar… además mis padres viven en Pinamar y mi hermana en Chile, no tengo más familia. Las amigas que se van dando cuenta son las que él intenta alejar… Un control absoluto. No me dejaba ni siquiera manejar un auto. Control absoluto.
La publicación del libro está prevista para mediados del mes próximo, y la presentación oficial de “Yo tendría que estar muerta” será el 28 de abril a las 19 horas en la Sala Julio Cortázar, en la Feria del Libro. También habrá una proyección de un video con una canción que compuso su actual pareja, Emanuel Ortega, tras leer la novela. “Él la escribió y la compuso. Es bellísima. Se llama “Presa” y habla de esta historia”.
-¿Cuánto tuvo que ver Emanuel Ortega en este desafío?
-Un montón. No solo en la escritura, él tuvo que ver en mi reconstrucción. Me conoció en el 2020, un año después de que me fui de mi casa. Todavía estaba en el departamentito que había alquilado para vivir con los chicos, tratando de volver a trabajar y de volver a confiar en mí. Eso fue difícil, volver a confiar en mí, me costó horrores porque me llenaba de dudas frente a cualquier cosita que tenía que hacer… Emanuel me encontró en pleno litigio judicial, cambiando de abogados, con perimetrales, tratando de encontrar un poquito de paz… Pero bueno, me enamoré, se enamoró y nos elegimos. Fue muy sanador encontrarnos para acompañarnos en nuestros caminos. Cuando uno se siente emocionalmente estable, amparada, contenida y amada tenés otra fuerza para reconstruirte.
-Y volver a ilusionarse con el amor
-El fue muy importante en eso porque yo había dejado de creer que existía ese sentimiento.
-Cuando te escuchás diciendo cosas que tal vez, en otro momento, eran muy difíciles de asumir, ¿qué sentís?
-Muchas veces me emociono. Me puede pasar en una entrevista, cuando estoy con una amiga o incluso hablando con Emanuel. A veces sale el tema porque a él le cuesta entender situaciones que tuve que atravesar y cómo no las vi antes. Me reconozco en el error o en la falta de atención, me enojo conmigo misma, pero también reconozco que pude salir, me pude ir y pude volver a armarme. Es muy importante que uno pueda reconocérselo porque en una situación tan límite tenés dos opciones: la trágica, donde decís “bajo los brazos y me dejo morir”, o la del dolor, en la que salís adelante atravesando todo el dolor, haciéndolo por vos y por tus hijos.
-¿Qué buscás con el libro?
-No lo hice buscando algo, simplemente necesitaba escribir, publicar esta historia. Después, si mi relato puede ayudar a alguien más, bienvenido. Hay que visibilizar el horror para que no se repita porque los monstruos existen en la vida real… ojalá les sirva a muchísimas mujeres porque, lamentablemente, perdimos a demasiadas.
-¿Qué sentiste al terminar de escribir “Yo tendría que estar muerta”?
-Una liberación enorme, un alivio gigante, fue catártico. Y es una historia que va a tener continuación.
Fuente: Constanza Bengochea, La Nacion