“La obra del marino italiano de haber sido producida en un contexto distinto, lo habría hecho acreedor al mismo tipo de la fama de que gozan Cook, Byron o Bougainville”, resume Alejandro Winograd director de la Colección Reservada del Museo del Fin del Mundo. Por Carlos Marrero, especial para DiariodeCultura.com.ar.
DiariodeCultura: ¿Cómo se llegó a editar esta obra que cuenta con el estudio preliminar del investigador Juan Pimentel acompañado por Juliana Gandini en la transcripción y selección de textos?
Alejandro Winograd: El Viaje científico y político…. recientemente editado por EUDEBA puede ser visto, según se prefiera, como una extensión o como un agregado algo forzado a la Colección Reservada del Museo del Mundo. Desde su origen y hasta ahora, la CR estuvo dedicada a la edición de las obras que conforman un fondo particular: la Biblioteca Reservada del Museo del Fin del Mundo (Ushuaia). Seguramente, no es pertinente detenerse ahora en una presentación detallada de la historia de este fondo (1). Pero sí vale la pena señalar que no es -no había manera de que lo fuera- una colección completa de las obras de los viajeros y exploradores del Atlántico Sur sino un conjunto específico; riquísimo pero, inevitablemente, incompleto.
Entre los años 2003 y 2019, y en el marco de un convenio entre Eudeba y el Museo se había publicado más de una decena de esas obras. Creemos que es legítimo considerar que, en ese lapso, la colección adquirió, no solo un cierto volumen sino, además, una identidad propia. En un tiempo en el cual la importancia y el peso de la literatura geográfica fueron creciendo, “los libros verdes” de EUDEBA se transformaron en una costumbre, y en una fuente de información y entretenimiento apreciada por un número significativo de lectores. Y deben haber sido esos; el volumen, la identidad y los lectores, los motivos que nos llevaron a pensar, cada vez con más frecuencia, que había títulos y autores que tenían que formar parte de la colección, aun si no habían sido parte de aquella especie de legado que recibió el Museo. Y Alejandro Malaspina es, sin duda alguna, uno de ellos.
El Viaje científico y político… es la primera obra que se incluye en la CR solamente por sus valores, y no porque, además de esos valores, haya formado parte de una biblioteca específica. Y esperamos que su edición constituya, a la vez que la ruptura de una regla, algo así como el descubrimiento de un nuevo horizonte. Uno en el que puedan incluirse otros libros acerca de los que pueda decirse, como se puede decir de éste, que si no son parte de la biblioteca original, merecerían serlo.
DdC: ¿Cómo se valora a Alejandro Malaspina y qué legado dejó?
AW: Filósofos, historiadores, antropólogos y psicólogos han dedicado esfuerzos enormes a desenredar la madeja que forman, en la vida de cada uno de nosotros, las circunstancias, los rasgos individuales y el contexto histórico en que se desarrollan nuestras vidas. Para el resto de nosotros, el asunto constituye un misterio, y en muchos casos, una fuente de sorpresas. Y Malaspina y su obra son, sin duda, una de ellas. Otra vez, y en aras de la brevedad, me remito al libro, y en particular, al Estudio preliminar de Juan Pimentel (seguramente, uno de los investigadores que han estudiado con más profundidad y agudeza la obra y el pensamiento de Malaspina). En sus Naufragios y rescates…. Pimentel hace una semblanza del derrotero de Malaspina y de las luces y sombras en que fue escrita su obra y que, sin duda, le será de enorme utilidad a todo aquel que quiera leer el libro, no solo como una historia de aventuras -que sin dudas lo es- sino también como una pintura de la América, la España y el mundo en que esas aventuras tienen lugar.
Malaspina estuvo envuelto –¿quién no?- en las turbulencias de su tiempo. En 1774, cuando ingresó como Guardiamarina en la Armada española, Carlos III reinaba sobre España y Sicilia, tenía enormes posesiones y ejercía una gran influencia en Italia y controlaba un imperio americano de dimensiones colosales. Veinte años después, cuando regresó de la expedición de que da cuenta esa obra, la prosperidad y el tinte vagamente liberal de aquellos años habían desaparecido. Y, junto con ellos, las ideas que habían dado pie al viaje que acababa de completar.
El primer golpe fue la decisión de que su obra no debía ser publicada, y el segundo, seguramente mucho más duro, el juicio al que fue sometido como partícipe de un complot para derrocar al gobierno y la condena a diez años de prisión. En 1802, cuando había cumplido seis de esos diez años, fue liberado y deportado a Italia, en donde pasó los últimos años de su vida. Hubo de transcurrir setenta y cinco años a partir de su muerte -y casi cien desde su partida- para que el Viaje….. viera la luz. Y aunque seguramente resulta obvio, valga señalar que, aun si mantenía -y todavía mantiene- todo su valor científico y todo su encanto literario, se había convertido en algo así como una obra de paleontología: la descripción detallada de un mundo y unos seres que ya no existen. Seguramente, Malaspina es menos conocido que algunos de los navegantes ingleses y franceses de su época o que los españoles de los siglos XVI y XVII. Pero su obra es de una profundidad y de una singularidad, notables, y con todos los riesgos que implican conjeturas de este tipo, parece razonable suponer que, de haber sido producida en un contexto distinto, lo habría hecho acreedor al mismo tipo de la fama de que gozan Cook, Byron o Bougainville.
DdC: ¿Qué objetivo tuvo la expedición Malaspina?
AW: Es frecuente oír que una de las características de nuestro tiempo es la velocidad de los cambios; que los cambios científicos, tecnológicos y culturales nunca tuvieron la velocidad que tienen en el presente. No pretendemos discutir la autoridad de quienes hacen esas afirmaciones, pero a veces, la lectura de las obras de los viajeros y exploradores del pasado las pone en duda. Las crónicas del siglo XVIII, y en especial, las de la segunda mitad provocan la sensación de que el mundo, o al menos el mundo visto con los ojos de un europeo, crecía y se volvía cada vez más exótico pero, al mismo tiempo, más y mejor conocido. Las exploraciones y conquistas, el rediseño de los imperios coloniales, la expansión del comercio, los avances en la tecnología de construcción y operación de las embarcaciones y el contacto con pueblos que, hasta hacía poco, eran práctica -o literalmente- desconocidos ofrecían oportunidades para plantearse una infinidad de preguntas. Y de encontrar, al menos una vez cada tanto, alguna respuesta.
Dos de las claves que hicieron posible aquella suerte de globalización temprana fueron los cronómetros náuticos y los levantamientos hidrográficos. Los primeros permitieron, por primera vez, establecer con precisión la longitud (2), y por ende la posición, tanto de una embarcación en alta mar como de un accidente geográfico nuevo o poco conocido. Y los segundos hicieron posible que los navegantes fueran capaces de evitar los riesgos y encontrar los pasos y puertos seguros aun en aguas en las que nunca habían estado.
En 1789, cuando se inició la expedición presentada en el Viaje… ambas técnicas estaban en pleno proceso de afianzamiento, y entre los objetivos de la expedición, se destacaban el levantamiento hidrográfico del litoral Pacífico americano y de las Filipinas y el establecimiento de rutas de navegación seguras entre los distintos puertos de esas costas. Pero además de esos objetivos náuticos, y si se quiere, clásicos, había otros más ambiciosos tales como: la identificación, estudio y recolección de especímenes de especies poco conocidas, o directamente desconocidas, de plantas y animales; la recolección de muestras geológicas y restos paleontológicos; la descripción y representación de los paisajes y la identificación de los rasgos más significativos o salientes de cada uno, y el conocimiento de los usos y costumbres de los distintos pueblos con que establecieran contacto.
Junto con todo eso, aun si no podía expresarse con tantas palabras, se esperaba que el viaje de Malaspina volviera a situar a España en la liga mayor de las exploraciones que, por entonces, parecía monopolizada por los navegantes ingleses (3)i. Y todavía algo más -quizás, un objetivo más personal que establecido por las autoridades-; en el curso de la expedición Malaspina inició la redacción de lo que, suponía, iba a ser un estudio detallado del funcionamiento del imperio español, y una hoja de ruta para su sostenimiento y adaptación a los cambios que se estaban produciendo en el mundo.
AW: No puedo soslayar la participación de Juan Pimentel, Investigador Científico en el Departamento de Historia de la Ciencia del Instituto de Historia (CCHS, CSIC). Ha sido visiting scholar en la Universidad de Cambridge y profesor invitado en la EHESS, París. Entre sus libros figuran La física de la Monarquía. Alejandro Malaspina 1754-1810 (Doce Calles, 1998), Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración (Marcial Pons, 2003); El Rinoceronte y el Megaterio (Abada, 2010, publicado en inglés por Harvard University Press, 2017) y Fantasmas de la ciencia española (Marcial Pons, 2020). Ha sido comisario de las exposiciones Cartografías de lo desconocido (BNE, 2017, con Sandra Sáenz López) y Una vuelta al mundo en la BNE (BNE, 2020). Es un historiador cultural de la ciencia y ha trabajado las relaciones entre el conocimiento de la naturaleza y la teoría social, la escritura y más recientemente el mundo de las imágenes.
Acerca del Autor
Alejandro Malaspina fue un marino italiano de origen noble al servicio de España y cuyo verdadero nombre era Alessandro Malaspina, nació en Mulazzo, Italia el 5 de noviembre de 1754. Su carrera naval, que comenzó en 1774 con el ingreso a la academia de guardiamarinas de Cádiz, alcanzó su culminación con su ascenso, ocho años después, a capitán de fragata. En 1788 presenta a la corona española su proyecto para efectuar un viaje científico y político alrededor del mundo que fue aprobado inmediatamente. A mediados del año siguiente las corbetas Descubierta y Atrevida, comandadas por el propio Malaspina y José Bustamante, parten de Cádiz y tras innumerables peripecias, regresan a la misma ciudad en 1794.
- En las primeras páginas de ésta y de todas las obras de la Colección Reservada se puede encontrar una nota escrita por Oscar Zanola -director del Museo del Fin del Mundo y creador de la biblioteca- en la que se da cuenta de las circunstancias que permitieron que ese fondo llegara a manos del que, por entonces, era un pequeñísimo museo regional.
- La historia de este proceso está narrada con muchísima claridad y muchísima gracia en el libro Longitud, de Dava Sobel (hay diversas ediciones y hay sitios que ofrecen la descarga de la versión PDF).
- A ese respecto, vale la pena leer el Discurso preliminar del Viaje alrededor del mundo…. de Louis-Antoine de Bougainville (Colección Reservada del Museo del Fin del Mundo, Eudeba, Buenos Aires, 2005).
@camarrero1