Desechados por las editoriales que los publicaron y recibidos en las viviendas de quienes los escribieron, los libros de más de una docena de autores encontrarán este sábado una nueva oportunidad de salir a la conquista de un lector que los acoja. Se trata de la primera Feria Autores y Bodegas, una iniciativa que surge como consecuencia de la práctica cada vez más frecuente de las grandes editoriales de ofrecerles a los escritores los ejemplares de sus títulos no vendidos antes de destruirlos.
La «guillotina» cae sobre los libros cuando las editoriales buscan reducir lugar y costos en los depósitos de almacenamiento, superadas las instancias de las mesas de saldos o en el caso de que sus autores no se hagan cargo de retirarlos. «Cualquiera de esas posibilidades es una estocada al corazón y al sentimiento de quien puso horas y mucho esfuerzo e ilusión en la construcción de un libro», dijo a LA NACION el periodista Carlos Ulanovsky, que participará de la nueva feria con ejemplares de ocho de sus hijos de papel: Estamos en el aire, Tato, Vivir en las butacas, Siete personajes en busca de un Toc Toc, Qué desastre la TV, Paren las rotativas, Días de radio e Historia Radio Nacional.
El sábado 10, entre las 14 y las 21, los escritores permanecerán con los ejemplares de sus libros a precios muy económicos, en AchaClub (Mariano Acha 2771, Coghlan), donde habrá música en vivo para amenizar la tarde.
La idea fue de Luciano Di Vito y Jorge Bernárdez, coautores de Las aventuras de Perón en la tierra y El fin del periodismo, tras recibir el rezago de los ejemplares no vendidos. ¿Qué hacemos con todos estos libros? ¿Por que no los vendemos nosotros?, se preguntaron. Convocaron a algunos escritores conocidos, que también tenían libros en sus casas, y nació la Autores y Bodegas para la que un amigo, propietario de la vinoteca que oficia de sede, cedió el espacio.Ads by
En poco menos de un mes, desde que comenzaron a organizarlo, recibieron el llamado de una veintena de otros escritores que están en la misma situación y querrían participar. «También nos buscaron algunos pequeños sellos editoriales que tienen problemas con la distribución. El tema es que nosotros somos periodistas y escritores, no organizadores de ferias», comentó Di Vito quien, no obstante, anticipó que harán al menos una más antes de fin de año. «Si bien muchos de los títulos no se encuentran hoy fácilmente en las librerías, pedimos que los precios sean accesibles, porque la idea es que lleguen a los lectores», agregó quien también es autor de El arte de perder.
Los demás autores que participarán son Marina Abiuso ( Amalita, la biografía yCorazón de gráfica), Demian Aiello ( Conspiranoia para principiantes), María Josefina Cerutti ( Ni ebrias ni dormidas y Casita robada), Fernando García ( Los ojos. Vida y pasión de Antonio Berni y Cómo entrevistar a una estrella de rock), Agustina Larrea (Quién es esa chica), Victoria Nasisi (La noche más larga), Sonia Renison (Ruta 40), Emilio Ruchansky (Un mundo con drogas), Soledad Vallejos ( Trimarco la mujer que lucha por todas las mujeres y Vida de ricos), Alejandro Wall ( ¡Academia Carajo! y El último Maradona) y Liana Wenner ( Nuestro Vinicius y Vinicius porteño).
«La feria del sábado es solo una manera de juntarse entre personas maltratadas por algunas editoriales», comenta Ulanovsky. Y, al referirse a los autores, agrega: «Nuestras tareas de creación son, de por sí, bastante solitarias. Por definición debemos desarrollarlas a puro esfuerzo, deseo, voluntad y vocación. En los últimos años las respuestas del famoso mercado y especialmente de las editoriales nos volvieron bastante menos grata la tarea. A la reducción de los anticipos por derechos de autor, se suman el hecho de que los plazos, antes semestrales se estiraron y de hecho se reciben, con suerte y viento a favor, un pago cada siete u ocho meses e incluso a veces uno al año». De ahí que desde el lugar de los autores la propuesta de Autores y Bodegas «puede dar una nueva chance a libros que, por una u otra razón, están en un limbo y desaparecieron de los circuitos de venta».
Fuente: Silvina Premat, La Nación