Cuando Tomás Eloy Martínez murió, el 31 de enero de 2010, el periodismo narrativo –la crónica, en líneas generales, pero también sus derivados y sus géneros afluentes menores– estaba empezando a vivir una especie de nueva edad de oro en las letras latinoamericanas, o al menos así lo anunciaban, con estridencia, las revistas culturales. Era una doble vuelta, porque Tomás Eloy Martínez (TEM) había sido uno de los grandes nombres modernizadores del periodismo cultural.
Desde la revista Panorama, en los años 60, y luego en el diario La Opinión, donde desplegó el poder de su influencia para favorecer causas estéticas nobles, y también a través de su colección de bellas y evocadoras entrevistas reunidas en Lugar común la muerte, estableció un nuevo parámetro de libertades narrativas para la comunicación.
No es arriesgado afirmar que TEM fue de los nombres que activaron esa posibilidad. Varias de sus novelas son obras de no ficción, en especial su novela cumbre, Santa Evita, con el sutil hilo que la enhebra al relato Esa mujer, de Rodolfo Walsh. En el libro, que tras una larga investigación relata el destino del cadáver embalsamado de Evita, indagó como nadie en la pasión necrofílica de los argentinos desde la Revolución Libertadora. Además en él, no solo hay un diálogo subterráneo con sus predecesores en la no ficción, como Truman Capote; también un ir y venir con autores contemporáneos como Leila Guerriero, el francés Emmanuel Carrère, los cronistas Jon Lee Anderson y John Carlin.
Tomás Eloy Martínez con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Belisario Betancourt y José Saramago en la Universidad de Guadalajara, México / Foto de Víctor Serra, 2004. Gentileza Fundación TEM
Es imposible, sin embargo, resumir a TEM en una pocas palabras. Fue un hombre para su época y su época fue un alud: los años 60 y la explosión contracultural; los años 70 y la violencia latinoamericana. Fue el cronista -inspirado y poético- del tercer ciclo peronista en su preludio, ya enrarecido por el halo siniestro de José López Rega. Allí están lasMemorias del general; publicadas en 1996, recogen sus mistificadas conversaciones con Perón, en Madrid en 1970. En La pasión según Trelew, reconstruye la huida de 16 guerrilleros del penal de Rawson en agosto de 1972 y su posterior fusilamiento.
Fan incondicional y amigo de los autores del boom, del que fue un hacedor directo en sus días de periodista cultural en Panorama, TEM dibujó los puntos que expandieron eficazmente el periodismo argentino, ubicándolo como mediador entre la literatura y sus lectores, entre los creadores y las editoriales. Fue un activista de sus pasiones lectoras. Cien años de soledad, la novela de García Márquez que había rechazado la editorial Era de México y que fue aceptada por Paco Porrúa, de Sudamericana, no habría llegado a sus primeros y decisivos 8.000 ejemplares sin la entrevista de TEM a su autor.
Tomás Eloy Martínez junto al editor Paco Porrúa y a los escritores Mario Vargas Llosa y Emir Rodríguez Monegal, a fines de los años 60. / Gentileza Fundación TEM
Vivió y escribió en dictaduras y exilios; enfrentó los años 80 y la reconstrucción política, en las noches largas de redacción y democracia. Otras novelas, como El vuelo de la reina, se sucedieron, en una prosa elegante y realista, aunque de tonos románticos, siempre intensa. Supo encriptar un tramo de su propia biografía en La mano del amo y, la última, en 2008, Purgatorio.
Contó alguna vez Juan Forn, entonces editor de Planeta, queSanta Evita, nació muerta. Se iba a llamar La pérdida y el autor no le encontraba la vuelta. Todos los meses le mandaba a su editor los capítulos en proceso y uno era peor que el otro, hasta que decidió abandonar el proyecto. Un tiempo después se mudó con su mujer, Susana Rotker, a Nueva Jersey y, para sorpresa de Forn, los textos empezaron a llegar de nuevo. Pero era otro libro. «El viraje determinante en el libro se produjo cuando Tomás se incluyó a sí mismo como personaje, con su voz de periodista: aquella que usaba para hipnotizar a su auditorio en las trasnoches de Primer Plano», recordó, evocando otra redacción emblemática, la de Página/12 de los ’80, en la que publicaban Rodrigo Fresán, Charly Feiling, Graciela Speranza, Alan Pauls, Gabriela Esquivada, quien sería su última compañera, y Marcelo Figueras.
Tomás Eloy Martínez en el Festival de Cine de Mar del Plata, en 1961, junto a Ernesto Schoo y Edgardo Cozarinsky . / Gentileza Fundación TEM
A veces los libros tardan décadas en encontrar su estructura, su estilo. Santa Evita se publicó en 1995, en plena crisis del Tequila, a pesar de que las autoridades de Planeta decían que no era el momento para lanzar un libro así. Encontró decenas de miles de lectores; de hecho, fue uno de los libros más vendidos en la historia de Argentina y se tradujo a más de 30 idiomas; fue publicada en 60 países. Se reedita todos los años. En 2015, cuando se cumplieron 30 años de La novela de Perón y 20 de Santa Evita, se hicieron ediciones conmemorativas, con un anexo documental. Este año Alfaguara va a reeditarlas nuevamente. Como corolario, se anunció una miniserie que hará Disney-Fox, con fecha de estreno en 2021.
Hace un par de meses, la casa norteamericana en la que TEM escribió ese y otros libros se vendió. Ezequiel Martínez, hijo del escritor, ex editor de Revista Ñ y hasta hace unos días director de Cultura de la Biblioteca Nacional, cuenta que «esa casa de Highland Park, en Nueva Jersey pero a 40 minutos de tren de Manhattan, logró comprarla cuando estaba casado con Susana Rotker y gracias al éxito de Santa Evita.» Casi un mes después de la impactante e inesperada muerte de Susana, arrollada por un auto cuando cruzaba una esquina sin tránsito, en noviembre de 2000, TEM publicó un artículo donde escribió: «Ambos éramos felices en Highland Park: ambos éramos cada día un poco más felices, si eso es posible».
La Fundación Tomás Eloy Martínez fue una voluntad del autor y Ezequiel, uno de sus ocho hijos, la puso en marcha en los meses posteriores a la muerte de su padre. TEM pidió crear la fundación, que en la actualidad trabaja para digitalizar todo el material y catalogar la biblioteca, para preservar en un mismo lugar los más de diez mil volúmenes de su biblioteca y todos sus archivos, y también para fomentar y ayudar a la literatura y el periodismo joven de América Latina.
«Santa Evita», el best seller de Tomás Eloy Martínez sobre el destino del cadáver de Eva Perón. Fue traducida a 30 idiomas.
Los papeles de Tomás Eloy Martínez están a disposición de quien los pida en la actualidad. Los libros, en proceso imparable de reedición. Su forma de pensar un periodismo protagónico en la vida nacional se impuso en ámbitos e instituciones centrales de la región y también en rincones imperceptibles, donde su práctica es apasionada. A eso se le llama posteridad.
Fuente: Clarín