Prolífica y muy popular entre lectores de varias generaciones, Taylor Jenkins Reid es una voz distinta en la literatura best-seller: sus libros exceden lo que en general se conoce como “chick-lit” –es decir, “historias de mujeres para mujeres”– e invitan a recorrer distintos momentos del siglo XX de la mano de personajes llenos de errores pero muy queribles.
Con siete novelas editadas en los últimos siete años, todas ellas liderando las ventas en numerosos países, Hollywood y las plataformas de streaming ya la tienen en el radar y trabajan en adaptaciones de sus libros.
Ella, sin embargo, asegura que es feliz escribiendo más allá de las ventas, y que se descubrió como escritora por casualidad. Mientras su último hit llega a la Argentina, la divertida Malibú renace, esta morocha de 37 años dialogó en exclusiva con Viva.
Cuando prende la cámara de su videoconferencia, lo primero que Reid hace es disculparse por los ruidos que llegan de una obra que están haciendo sus vecinos y que la están enloqueciendo.
Taylor Jenkins Reid vive en Los Ángeles y es madre de una nena.
Está sentada en una pequeña habitación de su casa de Los Ángeles en donde escribió todos sus libros y, aunque está perfectamente arreglada con un look elegante y sobrio, advierte que no pueden tomarse imágenes ni hacer mención a las palabras o frases que hay en un pizarrón colgado en una de las esquinas de su oficina: “Son los apuntes de mi próxima novela. Aún no sé si estoy convencida de hacia adonde apunto así que no quiero que se filtre nada”.
Y es que la metodología de esta escritora es meterse, en cada nueva historia, en un mundo nuevo. Mientras que Los siete maridos de Evelyn Hugo habla de la edad de oro de Hollywood y sus divas, en Todos quieren a Daisy Jones recreó el espíritu de las bandas de rock de la década del 70, inspirada por Fleetwood Mac, una de sus bandas favoritas. Y ahora, la estadounidense se lanza a contar cómo eran los 80 en las míticas playas de California.
Me inspiro en gente que conozco pero también en estereotipos: me interesa un montón cómo nuestra cultura moldeó iconografías para ciertas personas.
Taylor Jenkins Reid, escritora
Derechito a la pantalla
Malibú renace (Umbriel), que ya está a la venta en nuestro país y entre los libros de ficción más vendidos, transcurre en la fiesta anual que celebran los hermanos Riva cuando termina el verano. En este caso es agosto de 1983 y todos los invitados son parte del jet set del momento, con supermodelos, surfistas, artistas y empresarios.
Pero esta fiesta es especial porque toda su familia guarda secretos y están a punto de salir a la luz. Desde el comienzo se sabe cómo terminará la celebración: con la mansión en llamas y reducida a cenizas. ¿Qué sucede en el medio? Ése es el talento de Reid, mantener el interés hasta el final. Y lo hace en lo que el cine diría que es un “universo compartido”, porque hay vasos comunicantes entre cada libro: el padre de los Riva, por ejemplo, es uno de los músicos mencionados en Todos quieren a Daisy Jones.
Y es que las historias de Reid, que tienen un pulso cinematográfico innegable, pronto estarán en varias pantallas. Los derechos de Malibú renace ya fueron vendidos para que se transformen en una serie, en la que Jenkins Reid estará asesorando en los guiones, mientras que Todos quieren a Daisy Jones se estrenará el año que viene en Amazon Prime Video y One True Lovers será una película dirigida por Andy Fickman.
Reid está feliz con su presente pero también preocupada por los ruidos de la casa de al lado y por su hija, que aún es una bebé y podría interrumpir con su llanto la entrevista.
Para alguien que publicó una novela por año desde hace casi una década parece muy amable y tranquila. Y cuando escucha que la entrevista es para la Argentina se le ilumina la cara, porque era un país al que tenía planeado visitar antes de la pandemia. “Una de mis mejores amigas es de Brasil y escuché tanto de Sudamérica que no puedo esperar a verlo con mis propios ojos”, dijo entusiasmada.
Portada de «Malibú Renace» (Umbriel), la novela más reciente de Taylor Jenkins Reid.
-¿Siempre quiso ser una escritora?
-No, ¡para nada! Descubrí que quería escribir una vez que empecé a escribir y encontré ahí un placer que nunca había experimentado. Yo trabajaba en el mundo audiovisual, haciendo producción de cine y películas. De algún modo quería contar historias, pero pensaba que lo podía hacer con una cámara de por medio. Soy de Massachusetts, aunque de joven me mudé a Los Ángeles, en donde trabajaba haciendo castings. Un día, cuando tenía 21 o 22 años y estaba aburrida en un rato libre en mi oficina, comencé a escribir pequeñas historias que iba inventando en mi cabeza a partir de la gente que conocía trabajando.
-¿Y luego qué hacía?
-Se las enviaba a mis amigos por correo electrónico. Y todos me decían que estaban buenísimas y que querían más. Pero eran mis amigos. Seguí escribiendo hasta que a los 24 o 25 años me di cuenta de que, más allá de que a mis amigos les gustaba lo que leían, a mí me gustaba hacerlo. Así que me propuse sentarme y escribir una novela, sólo porque encontraba mucho placer, y aquí estoy.
Mientras las mujeres estamos más abiertas a leer historias sobre cualquier cosa, los hombres no se sienten tan cómodos leyendo historias sobre mujeres.
Taylor Jenkins Reid, escritora
-Bueno, desde ese momento hasta ahora usted ha sido muy prolífica: ha publicado casi una novela por año desde 2013 y todas son best sellers. ¿Tiene un método para lograrlo? ¿Cómo reparte su vida de escritora con su familia?
-Soy muy ordenada, pero debo reconocer que desde que soy madre las cosas no siempre salen como planeo. Mi método es dividir de antemano el tiempo entre cuánto tengo que investigar y cuánto tengo que escribir para llegar a un primer borrador de una novela. Entonces me armo una agenda, me propongo una cantidad de palabras que debo escribir a diario y hago todo mi esfuerzo por cumplirlo. Es un método sencillo y efectivo para mí. Desde que fui mamá quizá el gran cambio es que tardo más entre borrador y borrador, porque me cuesta sentarme a leer todo y entender qué falta o qué sobra. Nunca tuve tantas versiones previas de una novela como con Malibú renace, pero creo que fue porque supe desde el comienzo qué atmósfera quería transmitir y me concentré en hacerlo.
-¿Y la inspiración? ¿De dónde viene?
-De todos lados. De libros, series, películas. Miro todo hasta que alguna idea cruza mi cabeza y la anoto. Vuelvo a ella algunos días más tarde y veo si me sigue gustando. Hasta que encuentro algo que me entusiasma mucho y es la sensación más linda: sospechar que algo puede estar muy bien y luego llevarlo adelante. A veces me superentusiasmo y es como un pequeño ataque de pánico: ¿y si arruino todo porque no puedo escribir esto que tanto me entusiasma? En esos momentos tengo que serenarme y calmarme.
Taylor Jenkins Reid llegará al mundo de las series con Todos quieren a Daisy Jones.
-¿Y cómo lo hace?
-Trato de encontrar cosas para enfocarme y comienzo a imaginar y diagramar la historia. Después es el proceso que te acabo de contar: investigar, leer mucho sobre la época o los detalles de lo que quiero contar y sentarme a escribir en mi escritorio, algo que hago en completo silencio, lo que es difícil con una bebé en la casa. Así que ahora me pongo auriculares, alguna música tranquila y me sumerjo en los personajes y sus vidas.
-Esos personajes que usted describe son todos muy especiales. Pueden ser estrellas de rock o divas de Hollywood, pero siempre tienen vulnerabilidades, algunos errores, incluso a veces motivaciones muy humanas, ¿cómo los crea?
-Me inspiro en gente que conozco pero también en estereotipos: me interesa un montón cómo nuestra cultura moldeó iconografías para ciertas personas. Es decir, no me interesa tanto una persona en particular sino el mito que lo rodea, cómo es percibida por la sociedad y qué roles se supone que debe cumplir. Es como si existieran las personas reales y lo que la sociedad espera de esas personas. Mi escritura se sitúa en la tensión de esas dos realidades, en donde creo que salen las cosas más lindas…
-Hace poco leí un viejo reportaje que le hicieron en el que usted menciona una frase de Cary Grant: “Todos quieren ser Cary Grant, incluso Cary Grant”. Creo que es una referencia a estas ideas, ¿no es cierto?
-Sin dudas. Qué alivio que traigas esa frase porque si no la iba a tener que decir yo con el terror de quedar pesada porque es una cita que, desde que la escuché, me acompaña. De hecho, mis compañeros del secundario estaban hartos de que yo la trajera a colación en conversaciones sin contexto alguno. Pero bueno, hace tiempo me di cuenta de que gran parte de mi carrera se basa en esa frase, en la diferencia entre lo que las personas esperan de vos y lo que uno realmente es. Y lo pienso incluso para mí porque puede ser muy desgastante pasar tus días tratando de estar a la altura de lo que se espera de uno. Y a mí no me sale: no puedo pretender ser actriz o una celebridad porque soy muy sensible a las injusticias y cuando algo no me gusta no puedo mantener mi boca cerrada, simplemente no puedo.
-Entre esas injusticias, ¿siente que vivió muchas por ser mujer? Usted es una autora con personajes femeninos fuertes y millones de lectores, muchos de los cuales son mujeres, ¿se la tiene encasillada por eso?
-Me encanta el universo de las mujeres y defiendo la igualdad. Nada de eso me da vergüenza ni siento que deba pedir disculpas. Mientras las mujeres estamos acostumbradas o más abiertas a leer historias sobre cualquier cosa, los hombres no se sienten tan cómodos leyendo historias sobre mujeres. Cuando hago firma de ejemplares o algún evento con lectores, siempre se acerca un hombre y me aclara: “Lo compré para mi mujer. ¿Se lo firmás?” y yo siempre respondo que bien podría leerlo él. Es rarísimo porque hay mil productos que yo no consumo ni creo que sean para mí pero no siento la urgencia de aclarárselo al vendedor o a la creadora. Pero los hombres sí lo hacen. Hay tantas historias sobre hombres, y sobre hombres blancos mucho más, que calculo que se les hace difícil salir a buscar libros que les hablen de otras cosas. Se pierden cosas hermosas porque las historias nos permiten conectarnos con nuevas realidades, entender a los demás y, en ocasiones, entendernos a nosotros mismos. No es poco ¿no?
Fuente: Clarín