La famosa casa de La Loma, en el sur de la Ciudad de México, donde Gabriel García Márquez residió entre 1965 y 1967, entregado a la angustiosa tarea de escribir Cien años de soledad, acaba de ser donada por la propietaria del inmueble a la Fundación de Letras Mexicanas, que tendrá como destino impulsar proyectos de creación literaria bajo la orientación tutelar del escritor Juan Villoro.
Así, se concreta la promesa que el dueño original de la vivienda, don Luis Coudurier, hizo al premio Nobel 15 años atrás, en uno de los últimos encuentros entre el escritor, fallecido en 2014, y su accidental benefactor.
Se trata de la casa ubicada en Calle de la Loma 19, en la colonia Lomas de San Ángel Inn, sur de la Ciudad de México. En ese terreno, de 280 m2, Gabo dedicó 18 meses a trabajar en su novela, en largas horas que alternaba entre la incertidumbre por la escritura y la angustia por los meses de renta impagos que acumulaba, que se transformaron en un total de nueve.
Fue la esposa del escritor, Mercedes Barcha, quien llamó un día a Coudurier para explicarle que su marido estaba sumido en la escritura de un libro y que no podían pagarle en lo inmediato, pero que cubrirían la deuda al terminar la obra. Para ello, la esposa de Gabo se ofreció a firmar un documento legal que garantizara su promesa de pago. Coudurier le respondió: «Con su palabra me basta». Fue el primer alivio que García Márquez tuvo para continuar la novela por la que obtuvo el Premio Nobel de Literatura, en 1982. La anécdota fue recordada esta semana por su hija, Laura Coudurier, al firmar el contrato de donación del inmueble a la Fundación de Letras Mexicanas.
Para 1965, García Márquez había renunciado a sus empleos como editor de las revistas Sucesos y La Familia y como redactor publicitario para dedicarse a la escritura de la que sería la gran obra maestra de la literatura de su país y de habla hispana. Lo hizo en un estudio de 4 x 3 metros, mientras sus hijos Rodrigo, de seis años, y Gonzalo, de tres, revoloteaban por ahí al cuidado de su madre. «Tuvieron en ella un buen jardín para jugar mientras no fueron a la escuela», contó alguna vez el autor al recordar la casa.
«Son tres habitaciones en la planta alta. En las dos más pequeñas dormían Rodrigo y Gonzalo, y la principal era de Gabriel y Mercedes», dijo a LA NACION Geney Beltrán, coordinador del programa cultural de la Casa Estudio, que comenzará a funcionar en los próximos meses.
Publicada en 1967 en el sello Sudamericana, de Buenos Aires, la novela tuvo una tirada de 8000 ejemplares en su primera edición, que se agotó en 15 días. «El adelanto de 500 dólares, que el escritor colombiano recibió como parte de pago, sirvió para cancelar la renta que le debía a don Luis Coudurier, y por suerte también le sobró», contó Geney Beltrán. La obra recibió el Prix du Meilleur Livre Étranger en Francia en 1969 y el Premio Rómulo Gallegos, de Venezuela, en 1972.
Traducida a 35 idiomas, entre ellos alemán, checo, francés, húngaro, inglés, italiano y japonés, la novela representó para Gabo un mar de angustias y alegrías al mismo tiempo, como reveló en una carta a su amigo el mexicano Carlos Fuentes. «Jamás he trabajado en soledad comparable, no siento más punto de referencia que, quizá, Rabelais; sufro como un condenado poniendo a raya la retórica, buscando tanto las leyes como los límites de lo arbitrario, sorprendiendo a la poesía cuando la poesía se distrae, peleándome con las palabras. A veces me asalta el pánico de no haber dicho nada a lo largo de quinientas páginas; a veces, quisiera seguir escribiendo el libro el resto de mi vida, en cien volúmenes, para no tener más vida que esta…».
Confinado en el silencio de aquel estudio situado al oriente del Anillo Periférico, la principal y más caótica circunvalación que rodea el Valle de México y atraviesa sus principales vialidades, García Márquez dio vida al fascinante universo de Macondo y la familia Buendía, cuya magia acompañó al autor hasta los 80 años. En 2007, la Asociación de Academias de la Lengua Española lanzó un millón de ejemplares de la edición conmemorativa de Cien años de soledad para celebrar la edad del escritor y los 50 millones de lectores de la obra, una cifra que el propio García Márquez reconoció que «ni en el más delirante de mis sueños» habría pensado alcanzar.
Fuente: Gisela Antonuccio, La Nación