Sigmund Freud fue el hombre que puso en jaque el reinado de la razón como ordenadora del mundo que había impuesto la Modernidad, para plantear la idea de que los seres humanos no dominan todos sus actos de manera consciente. Su obra perdura y su legado sigue más vigente que nunca. Si bien escribía para publicar, lo hacía de puño y letra. Por eso, algunos textos escritos a mano por el padre del psicoanálisis perduran hasta hoy. Los psicoanalistas Juan Carlos Cosentino y Lionel Klimkiewicz son los responsables de una traducción de cuatro volúmenes de textos importantes de Freud, realizada a través de los manuscritos inéditos del gran psicoanalista vienés. Los cuatro volúmenes publicados por Mármol Izquierdo Editores son El yo y el ello, Más allá del principio del placer, Fetichismo y otros textos. Correspondencia: el caso A.B. y Das Unheimliche, y fueron declarados de interés por la Comisión de Cultura del Congreso argentino y por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los volúmenes mencionados, además de ser bilingües, cuentan con fotografías de los manuscritos. También tienen las versiones publicadas (no sólo las de los textos a mano de Freud), documentos inéditos y comentarios de Klimkiewicz y Cosentino.
Los manuscritos freudianos que se conservaron fueron adquiridos hace varios años por la American Psychoanalytic Association y para resguardarlos definitivamente de la venta y la dispersión fueron transferidos, con excepción de la parte perteneciente a Anna Freud (la hija de Freud), a la Sigmund Freud Collection de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, con sede en Washington. A mediados de los ’70, Anna Freud completó la colección donando su parte. Pero se resolvió que siguieran en Hampstead, Londres (donde estaban su consultorio y el de su padre) hasta que ella muriera. Luego de su fallecimiento, fueron colocados provisionalmente en un banco londinense, y finalmente fueron entregados en 1986 a la División Manuscritos de la Biblioteca del Congreso de EE UU., lugar en el que permanecen definitivamente depositados. De esto se enteró Cosentino luego de leer Volver a los textos de Freud, de la psicoanalista alemana Ilse Grubrich-Simitis, quien estudió los manuscritos y era amiga de Anna Freud. Cosentino se conectó con esta autora. Ella le dio el dato del director de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y así fue cómo este psicoanalista argentino se pudo encontrar con los manuscritos de Freud, de los que durante mucho tiempo no se sabía de su existencia.
«Fue un poco increíble», admite Cosentino sobre cómo se salvaron los manuscritos, teniendo en cuenta los tiempos convulsionados a nivel mundial en que Freud los escribió. «En 1933 se habían quemado los textos de Freud junto con otros textos importantes de otros autores, en varias universidades de Alemania. Todavía la invasión nazi no había llegado a Austria. Y Freud, que era un poco remiso a abandonar Viena, llegó un momento en que no le quedó otra que irse. Se fue y se pudieron llevar la mayor parte de los manuscritos. A Freud le gustaba redactar y publicar y no guardaba los documentos previos, pero alguna vez le dijeron que podían representar algún dinero para sus nietos y, a partir de 1914, los empezó a guardar. Entonces, que se hayan conservado y que hayan llegado al exilio londinense es bastante impresionante«, asegura Cosentino.
Freud escribía a mano y algunas cosas que están escritas a máquina tienen que ver con que las pasaba su hija Anna. «Escribía para publicar pero, por ejemplo, en El yo y el ello (del que están guardadas todas las etapas de producción) Freud escribió el borrador, y con el borrador escribió la copia en limpio. «El ponía a su izquierda el borrador, a la derecha la copia en limpio y, entonces, lo que iba reformulando en la copia en limpio, lo tachaba en el borrador. La copia en limpio iba a la imprenta, le devolvían las copias de galera, hacía las últimas correcciones y salía el libro. Y a este material, él no le daba mucho valor, y hasta 1914 lo eliminaba», historiza Cosentino.
Klimkiewicz agrega que Freud cuidaba mucho su estilo de escritura. «Escribía demasiado bien. Incluso, esas primeras versiones que las hacía de corrido, estaban muy bien escritas de por sí. Nuestro trabajo con los manuscritos trata de rescatar también toda esa tarea de cómo Freud iba elaborando, ya que él corregía hasta último minuto. Entonces, desde el trabajo de pensar las correcciones, las tachaduras, las abreviaturas, todo lo que descartaba, todo lo que repensaba, todo eso es el trabajo que nosotros queremos mostrar con los manuscritos porque, como decía Borges, no hay un texto definitivo. Borges decía que publicamos por religión o por cansancio. Pero no hay texto definitivo. Y ésta es la idea que nosotros queremos transmitir, de no hacer de la obra de Freud un texto religioso sino mostrar que es una obra abierta, y mostrar la labor constante que hacía Freud con sus propios textos», agrega Klimkiewicz.
El encuentro directo con los manuscritos «emociona», en palabras de Cosentino, porque «uno está mucho más cerca de los usos de la escritura, del juego de las variantes, de las fases características del proceso creativo en Freud». Y, según el editor, aún más en el caso de estos textos complejos, donde Freud hizo cambios importantes en su teoría porque «a partir de 1920 él se encontró con los obstáculos que impedían la curación analítica y arriesgó mucho, cambió conceptos, dejó de lado los que ya no servían”. Según Cosentino “uno ve cómo él fue redefiniendo conceptualmente y clínicamente estos obstáculos que aparecían«.
Todos los textos son bilingües y una página está en castellano y la otra en alemán, lo que posibilita al lector comparar conceptos de acuerdo al idioma en párrafos enfrentados. El trabajo que tuvieron que realizar no fue sólo de traducción sino también interpretar la letra de Freud. «En esa época, el alemán y otros idiomas cercanos se escribían con letra gótica. Entonces, cuando nosotros recibimos los manuscritos, entramos en perplejidad. Susana Goldmann había estudiado la letra gótica. Entonces, fácilmente se familiarizó con la letra gótica de Freud y el trabajo que ella hizo y viene haciendo con nosotros es invalorable», reconoce Cosentino sobre la responsable de la transcripción del alemán y de la traducción al castellano. «Lo interesante es que ella puede leer no sólo la letra gótica sino también lo que está tachado. Y la letra gótica debajo de la tachadura. Es un doble problema y una tarea que no puede hacer cualquier persona», asegura Klimkiewicz.
Fuente: Página 12.