Roberto Fontanarrosa y «Quiero verte otra vez», relatos que no habían estado en librerías.
“Si un delantero remata al arco y su remate es perfecto, será gol. Ahora bien, si el arquero rival vuela en procura de esa pelota y su vuelo es perfecto, la sacará al córner, con lo que la teoría se viene abajo como un endeble castillo de naipes”. Esta reflexión pertenece al “filósofo, encuadernador y pensador contemporáneo especializado en temas de fútbol Juan José Serenelli”. El filósofo es -se sabe- un personaje del escritor rosarino Roberto Fontanarrosa, que murió en 2007.
La reflexión de Serenelli es, a su vez, parte del cuento “El síndrome del tiro libre”, que ahora se publica por primera vez en un libro. Editorial Planeta publica Quiero verte otra vez, con relatos que el escritor publicó en el diario Clarín pero que no habían llegado a librerías.
Así, el autor fue siguiendo desde las eliminatorias del Mundial de Francia (que se hicieron en 1997) hasta las que llevaron a Corea y Japón y que terminaron en noviembre de 2001.
Nombres como los de Maradona, el Loco Bielsa, Batistuta y hasta Gabriel García Márquez se cruzan con personajes como la Hermana Rosa y el pensador -y también dermatólogo- Serenelli.
Aquí, un cuento completo, que corresponde a esas eliminatorias de 1997.
Para sentarse y extrañarlo.
El síndrome del tiro libre
Domingo 12 de enero de 1997
Hay que terminar con lo que ya los médicos deportólogos denominan «síndrome del tiro libre» o «depresión post barrera». No puede ser que cada vez que nos disparen desde el borde del área estemos todos con los pelos como Don King.
Para colmo, esta noche, del otro lado habrá un par de especialistas, como el Príncipe Francescoli o el Vasco Bengochea, que le conocen todas las cosquillas a la pelota.
Del Vasco Bengochea se cuentan cosas asombrosas, como que el balón siempre le dobla, a veces hasta se le frena en el aire, retrocede, corcovea, se sacude y luego sale como balazo hacia cualquier ángulo.
Julio César Castro (Juceca), creador de Don Verídico y hombre incapaz de una exageración, nos dice: «En una oportunidad, el Vasco ejecutó un tiro libre con tal efecto que la pelota dio varias vueltas en torno a la barrera esperando que alguno de sus integrantes se desmayara por el mareo y cuando esto sucedió, por ese hueco se metió como puñalada para sorprender al goalkeeper. En otra oportunidad, el Vasco la hizo pegar en los dos palos, en el travesaño, picar en la línea y, finalmente, hacerle saltar de la mano el silbato al referí para regocijo de la parcialidad. Y hubo una tarde en que le imprimió tanto efecto a la esfera que la tiró al córner. Lo querían matar».
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Sin embargo, el filósofo, encuadernador y pensador contemporáneo especializado en temas de fútbol Juan José Serenelli (Jota Jota, el Yaya Serenelli) nos tranquiliza con un puñado de conceptos criteriosos. «El uruguayo —recuerda— siempre ha considerado el 0 a 0 como el resultado lógico de un partido perfecto, el sumun de un equilibrio cósmico y total entre dos divisas. Sin embargo, dicha teoría se agota en su misma enunciación. Si un delantero remata al arco y su remate es perfecto, será gol. Ahora bien, si el arquero rival vuela en procura de esa pelota y su vuelo es perfecto, la sacará al córner, con lo que la teoría se viene abajo como un endeble castillo de naipes».
Tal aseveración científica, desarrollada en su libro Los que nos quedamos afuera (donde narra, no sin congoja, cómo jamás pudo entrar a un estadio de fútbol), nos tranquiliza, en parte, sopesando la posibilidad de que esta noche los uruguayos se conformen con un empate.
La sorpresiva irrupción de la Hermana Rosa en nuestro maravilloso grupo humano viene a destruir, sin embargo, esta medrosa hipótesis. «No hay empate esta noche, hijos míos», comienza a pontificar.
Conteniendo mi ansiedad le consulto si no recibió, esta vez, el mensaje de una aparición celestial. «Recibí una aparición celeste —reconoce—, pero advertí que era celeste porque llevaba una camiseta uruguaya. Y hablaba con una voz muy parecida a la de Marcelo Saralegui. Y sospeché algo».
Rosa nos dice que, en esta oportunidad, se reunió con payes y chamanes de la Peña Mentalista Santiagueña «La Telesita», y con sus cuerpos cubiertos de cenizas entonaron chacareras truncas partidarias, sacudieron vainas de algarrobo y arrojaron piedras a los patos. «Gana Argentina 3 a 0, m’hijito —me dice—. Dos goles del Bati y uno de Moralito». Le apunto que ese es el resultado que ha esgrimido Maradona como deseo de su corazón, pero el resultado que le dicta su criterio a Diego es el de 1 a 1.
La Hermana Rosa me dice que las mentalistas trabajan para cumplimentar los deseos de Maradona. Sin embargo, nuestro recelo ante tan contundente resultado se mantiene.
Uno de los bravos muchachos que integra este puñado de valientes periodistas la encara. «¿3 a 0 no será mucho?», pregunta. Y la respuesta de la infalible vidente nos llena de desasosiego: «Parece mucho, ¿no?», reconoce.
Es notorio, mis amigos, que ni siquiera la indefectible ciencia de la adivinación se atreve a trabajar sin margen de error, hoy por hoy, como está el fútbol.
Fuente: Infobae