De acontecimiento editorial puede calificarse la publicación, el próximo 29 abril, por parte de Alfaguara, de dos obras que resultaban inencontrables para el lector español y que son el mayor testimonio escrito de la relación de amistad que hubo entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, interrumpida de golpe en 1976. Se trata de Dos soledades , la transcripción del diálogo que ambos mantuvieron en Lima en 1967, y de Historia de un deicidio, el completo estudio que Vargas Llosa dedicó a la obra del colombiano y que publicó Barral Editores en 1971.
Dos soledades es el diálogo público que ambos mantuvieron en la facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) de Lima los días 5 y 6 de septiembre de 1967, ante unas 250 personas en el auditorio y otras muchas que los escucharon gracias a los altavoces dispuestos en los pasillos. La expectativa se explica porque el colombiano, de 40 años, ya estaba empezando a vender como rosquillas Cien años de soledad y el peruano, de 31 años, acababa de ganar el premio Rómulo Gallegos por La casa verde. Es la primera vez que este texto se edita en España.
“Temo parecer reaccionario pero no conozco a nadie que no se sienta solo»
Gabriel García Márquez, 1967
En la conversación, García Márquez afirma: “En realidad no conozco a nadie que en cierta medida no se sienta solo. Este es el significado de la soledad que a mí me interesa. Temo que esto sea metafísico y que sea reaccionario y que parezca todo lo contrario y de lo que yo soy, de lo que yo quiero ser en realidad, pero creo que el hombre está completamente solo”.
Vargas Llosa asume el rol de entrevistador de García Márquez, pero este le pide, en un momento dado, que desarrolle su idea de que la mala situación social de los países latinoamericanos ha alumbrado una gran literatura.
“Es un golpe bajo –le responde el peruano–, pero… Sí, yo pienso que hay una relación curiosa en el apogeo, la actitud ambiciosa, osada, de los novelistas y la situación de crisis de una sociedad. Creo que una sociedad estabilizada, una sociedad más o menos móvil que atraviesa un periodo de bonanza, de gran apaciguamiento interno, estimula mucho menos al escritor que una sociedad que se halla, como la latinoamericana contemporánea, corroída por crisis internas y de alguna manera cerca del apocalipsis. Es decir, inmersa en un proceso de transformación, de cambio, que nosotros no sabemos a dónde nos llevará. Yo creo que estas sociedades que se parecen un poco a los cadáveres, son las que excitan más a los escritores, los proveen de temas fascinantes”.
«Una sociedad estabilizada estimula mucho menos al escritor que una como la latinoamericana contemporánea, corroída por crisis internas»
Mario Vargas Llosa, 1967
Sobre el boom, Vargas Llosa constata que “ha ocurrido algo curioso en los últimos diez o quince años. Antes creo que el lector latinoamericano tenía un prejuicio respecto de cualquier escritor latinoamericano. Pensaba que un escritor latinoamericano, por el hecho de serlo, era malo, si no demostraba lo contrario. Y que a la inversa, un escritor europeo era bueno si no demostraba lo contrario. Ahora ocurre exactamente lo contrario. El público del autor latinoamericano ha crecido enormemente, hay una audiencia realmente asombrosa para los novelistas latinoamericanos no sólo en América Latina sino también en Europa, en Estados Unidos”.
Borges o Cortázar
Más tarde, García Márquez cita a Julio Cortázar como ejemplo de escritor latinoamericano y lo contrapone a Jorge Luis Borges, a quien ve como, simplemente, argentino: “Yo creo que es una literatura de evasión. Con Borges a mi me sucede una cosa: es uno de los autores que más leo y que más he leído y tal vez es que el menos me gusta. A Borges lo leo por su extraordinaria capacidad de artificio verbal; es un hombre que enseña a escribir, es decir, que enseña a afinar el instrumento para decir las cosas. Desde ese punto de vista sí es una calificación. Yo creo que Borges trabaja sobre realidades mentales, es pura evasión; en cambio Cortázar no lo es”.
Por otro lado, Historia de un deicidio desapareció de las librerías ya en los años setenta, por la enemistad que se instaló entre los dos escritores, que llevó a Vargas Llosa a prohibir su reedición, para desesperación de Carlos Barral.
El libro, basado en su tesis doctoral en la Universidad Complutense, es testimonio de la enorme admiración que su autor sintió por García Márquez. Vargas Llosa solo autorizó, en 2006, que el libro fuera incluido en el tomo de ensayos literarios de sus obras completas en Galaxia Gutenberg. Y ahora es la primera vez, desde que lo hizo Barral Editores, que vuelve a publicarse de modo independiente.
Fuente: Clarín