Y el Premio Nobel de Literatura es para… Louise Glück. Así lo anunció la Academia Sueca y dejó a todos impactados. Se trata de una reivindicación a la poesía: Glück es la primera poeta en recibir el premio desde el galardón otorgado a la polaca Wislawa Szymborska en 1996. Nacida en Nueva York en 1943, escribió más de una decena de libros, todos de poesía.
Ya había sido reconocido por el Premio Pulitzer y, según el jurado del Nobel, posee una “inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”.
“Louise Glück no sólo está comprometida con los errores y las condiciones cambiantes de la vida, sino que también es una poetisa del cambio radical y el renacimiento, donde el salto hacia adelante se hace desde un profundo sentido de pérdida”, destacó Anders Olsson, titular del Comité del Nobel.
Para acercarnos a su obra, qué mejor que leerla. A continuación, reproducimos tres de sus poemas:
El deseo
¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?
Yo pido muchos deseos.
Cuando te mentí
sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté
qué pediste.
¿Qué crees que pedí yo?
No sé. Que volvería,
que al final de alguna manera estaríamos juntos.
Pedí lo que siempre pido.
Pedí otro poema.
(De Meadowland, 1996, traducción de Berta García Faet)
Mañana lluviosa
No amas el mundo.
Si amaras el mundo habría
imágenes en tus poemas.
John ama el mundo. Tiene
un lema: no juzgues
si no quieres ser juzgado. No
discutas este punto
con la teoría de que no es posible
amar lo que uno renuncia
a comprender: renunciar
al discurso no significa
suprimir la percepción.
Fíjate en John, fuera en el mundo,
corriendo incluso en un día miserable
como hoy. Que
elijas no mojarte se parece a la patética
preferencia del gato por cazar aves muertas: completamente
consistente con tus dóciles temas espirituales,
el otoño, la pérdida, la oscuridad, etc.
Todos podemos escribir sobre el sufrimiento
con los ojos cerrados. Deberías mostrarle a la gente
algo más de ti misma; mostrarles tu clandestina
pasión por la carne roja.
(De Praderas, 2017, traducción de Andrés Catalán)
Fantasía
Les voy a contar algo: la gente muere
a diario. Y eso es sólo el principio.
Cada día las funerarias están dando a luz
nuevas viudas, nuevos huérfanos.
Sentados con las manos juntas,
tratan de dilucidar esta nueva vida.
Luego están en el cementerio, algunos
por primera vez. Tienen miedo de llorar,
algunas veces de no llorar. Alguien se aproxima,
les explica lo que deben hacer ahora,
que podría ser dar un breve discurso
o arrojar tierra a la tumba abierta.
Y tras esto, cada uno retorna a la casa
que está de repente llena de visitantes.
Imponente, la viuda se sienta en el sillón,
por lo que la gente se le va acercando en fila,
en ocasiones toman su mano, en ocasiones la abrazan.
Ella tiene palabras para todos,
les agradece, les agradece su presencia.
Aunque en su fuero interno quiere que se larguen.
Quiere estar de vuelta en el cementerio,
de vuelta en el lecho del enfermo, en el hospital.
Ella sabe que es imposible. Pero su deseo de retroceder,
es su única esperanza. Y sólo un poquito,
no hasta llegar al matrimonio o al primer beso.
(Traducción de Frank Báez)
Fuente: Infobae