Zona por zona, rastrearon las singularidades del habla de la provincia. De tomarse un “Fernando” a tener “boca de riñón”, las infinitas formas de la ironía. Domo, charlas y música. En la Plaza Vélez Sarsfield, antes de que se inaugure el Congreso de la Lengua
En Córdoba, el Fernet con Coca puede ser “Fernando”, “morocho”, “70/30” o “ferloncho”. Una persona que tiene boca grande es “jetona”, “trompuda”, “tiene boca de riñón” o es “trunchuda”. Si se destaca por el tamaño de su cabeza tendrá un “marote” o también “un galpón arriba”, “una piedra para trancar el mundo” o será reconocida como “cabeza de munición”. Un hombre lindo es un “papi”, un “potro” y además “ta bárbaro” y “ta rimbombante”. Una chica bonita es un “yeguazón”, un “camionazo” o “ta ricaza”.
En esta provincia hay grandes discusiones sobre si el bizcocho de grasa se llama así o “criollito” o “rasqueta”.Pobre de aquel que se haga una casa pretenciosa: “A cualquier rancho le ponen vidrios”, dirán los vecinos. Cuando las cosas en un pueblo están ordenadas, la gente suspira con satisfacción porque “cada chancho está en su estaca”. Claro que nunca falta el que anda por la vida “como bola sin manija”. O aquel que, preso de una gran excitación sexual, está “alzao como primer nieto”. Está el que mira de costado pero “ya quisiera el gato lamer el plato”. Y el problema surge cuando en un bonito acto regional aparece el loco de la zona, al que “le falta la línea de los cuatro”, como en un mal partido de fútbol. Ese sí que es “más peligroso que cirujano con hipo”.
El habla popular conjuga identidades, historias y paisajes, se explicó. / Daniel Cáceres.
El habla popular se construye como una compleja urdimbre donde se conjugan identidades, historias, paisajes. En ella también se adivinan las costumbres, el sentido del humor, la picardía, la observación tan afinada como corrosiva, la pertenencia a una geografía. Y si bien las distintas regiones comparten el uso de muchas frases y palabras, en otros casos cada una tiene su vocabulario propio y distintivo. Un grupo de docentes e investigadores de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de esta provincia puso todos estos elementos en el caldero y dio forma a una investigación sorprendente: “Las hablas de Córdoba: registro, conflicto y proyecciones”, que se acaba de presentar en el Festival de la Palabra, días antes del Congreso de la Lengua.
“Esto venía siendo un sueño de una colega que trabajó en dialectología latinoamericana, María Teresa Toniolo. Ella tenía como objetivo hacer un atlas etnolingüístico de toda la provincia de Córdoba y sin ese enorme antecedente, el proyecto actual no hubiese sido posible”, contó María Cristina Dalmagro, directora general de Las hablas en Córdoba, que llevó adelante el Centro de Investigación de la Facultad de Lengua que también ella dirige.
En 2017, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la provincia realizó una convocatoria que permitió realizar este ambicioso trabajo a lo largo de un año. Más de cincuenta investigadores recorrieron cerca de 2500 kilómetros para indagar sobre los modos de hablar, las pronunciaciones, el léxico, el uso de los tiempos verbales y de los refranes en seis poblaciones seleccionadas: Cura Brochero, Villa del Rosario, Villa Tulumba, Córdoba capital, Huinca Renancó y Marcos Juárez.
“Seleccionamos cada lugar en función de obtener una muestra representativa de la diversidad. Por ejemplo, Huinca Renancó está atravesada por la colonización española llegada a fines siglo XVIIII pero Villa Tulumba conserva mucho vínculo con los pueblos originarios de la zona. Marcos Juárez tiene mayor cercanía a la inmigración italiana y por eso su tonada es diferente a la de Cura Brochero, cuya tonada es ‘del esdrújulo’ por el modo de acentuación”, enumeró Dalmagro.
En cada lugar hubo conversaciones con los intendentes, las escuelas, las bibliotecas y distintas organizaciones barriales que ayudaran a encontrar 12 personas (en Córdoba capital fueron más por la concentración demográfica) de cada localidad. Así se formó un grupo de 96 “informantes” (ese es el nombre que se les da en investigaciones antropológicas), de distintas edades, género y escolarización para que, a partir de sus vivencias, pudieran proporcionar historias de vida, recuerdos, datos de comidas, hierbas aromáticas y detalles propios de cada zona.
“Se videograbaron cerca de ochenta horas de entrevistas. Como resultado, recogimos más de un millón de palabras que son un reservorio enorme para próximas investigaciones”, agregó Dalmagro.
En las calles cordobesas también se presentan reproducciones de las pinturas del Museo del Prado. / Daniel Cáceres.
Los datos de la investigación se dieron a conocer en las jornadas Café Científico y también, en un domo ubicado en avenida Vélez Sarsfield, frente al shopping Patio Olmos, donde se despliegan juegos interactivos, que se pueden visitar hasta el 30 de marzo, de 12 a 20.
En la recorrida del domo, la gente puede contribuir a la construcción colectiva de un diccionario específicamente cordobés. ¿De qué manera? Ayudando a definir un glosario de 300 palabras ya seleccionadas. También puede jugar armando refranes desordenados y dichos populares. Este recorrido delicioso incluye frases como “defenderse como gato panza arriba”, “tragarse el sapo” o “tirar la chancleta”. También se propone asociar distintos términos que ofician de sinónimos. Un ejemplo bien cordobés: “mate cocido” y “yerbeado”. Además la carpa tiene un microcine donde se proyectan las entrevistas al centenar de vecinos de que formaron parte de la investigación.
Otra buena noticia es que se puede acceder a toda esta información a través de una página web: lashablasdecordoba.lenguas.unc.edu.ar. También hay una página en Facebook y la semana próxima será posible descargar en los celulares una aplicación que sintetiza las líneas más importantes de la investigación.
La música propia de las palabras en cada una de las regiones
Para llegar a construir este mapa del habla, los investigadores hablaron con la gente de seis localidades y los invitaron a describir diversas expresiones que los consultados usan y escuchan en situaciones de confianza, por ejemplo cuando conversan entre familiares o amigos.
En Cura Brochero, dos de las palabras más usadas son “apencarse” (es decir, aferrarse a algo o a alguien) y “echar moco” (o sea, mandarse una macana). Otra singularidad es que ahí se usa el diminutivo como forma de crítica. Así, por ejemplo, es posible decir “Conocí a la novia de Pablo. Es lindita pero antipática”. Las historias de la región se hacen presentes en sus fraseologías.
“Cuando canta el río Suncho, vaquita que encuentra a mano no vuelve más”, hace referencia a una gran crecida de este río que se llevó hasta las vacas.
En Marcos Juárez es muy popular “Más perdido que Chechi en la soja”. Chechi fue un personaje real de la zona que se perdió en un campo de soja y fue encontrado muerto durante una cosecha. En Villa del Rosario una persona ociosa está “más al cuete que teta de mula” porque, se sabe, la mula suele ser estéril. En Villa de Tulumba al queso con dulce le dicen “postre de los camioneros” y en Huinca Renancó, “postre de milico”.
En Córdoba capital se toma mucho “vino con pritty”. También es muy habitual la exageración “malondón”, cuando algo es demasiado malo o “chetazo” para alguien de clase muy alta. Además abunda el poco elegante pero sonoro “culiau” como manera informal de referirse a alguien.
Fuente: Ivana Romero, Clarín