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Sobre hojas cuadriculadas y amarillas por el tiempo vibra desafiante la tinta azul que María Elena Walsh usó para crear un manuscrito hasta ahora inédito. El texto de 1985 se hace público 35 años después con un abordaje de género que la célebre escritora planteaba ya por aquellos tiempos: la limitada presencia de la mujer en los ámbitos culturales.
En el día en que la poeta, dramaturga, cantautora y compositora cumpliría 91 años, la Fundación que lleva su nombre y que se encarga de preservar su legado, comparte el documento. En el texto, Walsh vuelca sus reflexiones con motivo de la visita al país de las escritoras Susan Sontag y Dacia Maraini, invitadas a la Feria del Libro de Buenos Aires de aquel año, en que la novelista estadounidense también disertaría junto a Jorge Luis Borges.
En esos folios, la autora de Otoño imperdonable da forma a una suerte de borrador o ayuda memoria para una ponencia que ofrecería en el marco de la feria junto a las escritoras extranjeras.
De las cuatro hojas que conformaron el documento, se conservan tres, explica Sara Facio, quien fue compañera de Walsh durante más de tres décadas -hasta el final de sus días- y quien se encargó de conservar el manuscrito. “Las hojas estaban sueltas en un cuaderno de manuscritos que contiene la traducción que hizo de las cartas, en inglés, de su abuela Agnes (publicadas en Novios de Antaño)”, señala la ilustre fotógrafa, que además opina sobre lo formal del texto: “Me fascina cómo escribe de corrido, sin correcciones, con bella letra y total claridad”.
“Si María Elena conservó este documento fue porque lo quiso preservar. Fue una decisión, no una casualidad”, remarca Graciela García Romero, secretaria de la Fundación.
El fragmento del manuscrito que se hace público a través de esta nota refuerza los aspectos abordados en torno al género por la autora en buena parte de sus creaciones.A la hora de valorar este tipo de reflexiones de Walsh, Sara Facio remarca: “El tema principal para ella se centraba en que la mujer fuese tratada en la sociedad como persona, como igual al varón y no varios escalones abajo. De ahí su preocupación porque las mismas mujeres se diesen cuenta y no se sintieran inferiores, culpables y como mano de obra barata”.
La fotógrafa entiende que estas preocupaciones fueron trasladadas por la escritora a sus creaciones literarias “de diferentes maneras: con dolor, con bronca, con ironía. El tema siempre está presente en su obra, aun en la infantil”, señala. Y alude a escritos de su compañera que la “emocionan” en este sentido, como el poema “Complicidad de la víctima”,publicado en LA NACION en 1978 o el texto “Sepa por qué usted es machista”, que la autora escribió para la revista Humor dos años más tarde. En este último artículo, Walsh procuraba, con ingenio, dar respuesta al postulado del título y sugería que una persona podía ser machista por faltarle “el principal de los sentidos: el del humor; porque se siente Dios, aunque no sea ministro; o porque su mamá es una santa, por lo tanto las demás mujeres son unas brujas”, enumeraba en un extenso listado de posibles opciones.
La escritora se interesó por la mirada sobre la mujer desde su juventud, cuando leía a Virginia Woolf, a Doris Lessing o a Victoria Ocampo, con quien entabló una gran amistad y por quién profesó una profunda admiración. En los 70, Walsh encabezó, asimismo, círculos de feminismo y política junto a la escritoraAngélica Gorodischer y la cineasta María Luisa Bemberg. En 1984, tras la vuelta a la democracia, dirigió junto a Susana Rinaldi y María Herminia Avellaneda el programa de televisión La Cigarra, de corte feminista y emitido por Canal 11, que duró solo seis meses. Facio considera que, como producto televisivo, el ciclo “fue una bomba por su temática, aunque atacado políticamente de la peor manera en otra demostración de machismo, ya que nadie se había atrevido nunca a llevar a la TV a las Madres o Abuelas de Plaza de Mayo y ellas lo hicieron, o a llevar a la pantalla a obreras que ganaban menos que los varones realizando los mismos trabajos”. La fotógrafa se encargó de grabar en VHS aquellos programas, que define como “joyas” que pasarán a formar parte, junto a toda la obra de la escritora, del archivo digital del legado de María Elena Walsh.
Previsiblemente, a partir de mediados de este año, en este espacio virtual se podrá acceder también no solo al manuscrito que se publica en esta ocasión sino a otros escritos inéditos de la autora que están siendo digitalizados gracias a un proyecto de mecenazgo financiado porFundación Itaú, junto a otros aportes.“La Fundación María Elena Walsh no puede dar una estimación exacta de cuántos manuscritos habrá, ya que todavía están apareciendo algunos que no estaban en su conocimiento”, explica el presidente de la entidad, José Pagés, quien también profundiza en relación al escrito al que Walsh dio forma en 1985 en el marco de la Feria del Libro. “Este manuscrito amplía, de manera significativa, las opiniones conocidas de María Elena sobre el tema género, posicionándola como pionera en la discusión de la presencia femenina en ámbitos culturales de nuestro país. La digitalización del archivo nos recordará que esta situación inequitativa sigue ocurriendo en diversos ámbitos en pleno siglo XXI”, señala.
Escritoras y pensadoras analizan el texto
Consultadas por el contenido del manuscrito, intelectuales y referentes de la literatura argentina dan su opinión sobre las palabras de María Elena Walsh en el escrito publicado.
Luisa Valenzuela
Con su ojo siempre atento a las injusticias y desequilibrios, nuestra sublime María Elena una vez más puso el dedo en la llaga. Como quien no quiere la cosa, así, de refilón, en una anotación que quedo latiendo entre sus manuscritos inéditos. Dos rápidas reflexiones al respecto. Una, el agradecimiento a la Fundación que lleva su nombre y encuentra estos pequeños tesoros que agregan un tizón más al fuego vivo de su memoria. La segunda, la intuición de lo feliz que en alguna zona de la consciencia expandida de la que habló David Bohm la consciencia que alguna vez se llamó María Elena Walsh debe de estar festejando la flamante ley por la interrupción legal del embarazo. Y también, por qué no, el uso cada vez más difundido del lenguaje inclusivo, mal que le pese a la RAE (y esto también la alegraría, recordemos su genial defensa de la Ñ). Importantes temas para paliar su frustración por haber tenido que esperar veinte años (!) a partir de su reclamo para que una escritora pronunciara el discurso inaugural en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Gabriela Cabezón Cámara
Me parece que en este texto, como en tantos, María Elena Walsh da en el clavo: habla de “un espacio que quiere ser universal”. Ese universal fue, durante siglos y siglos, muy pequeño, apenas el punto de vista de los amos que, durante siglos y siglos, fueron varones y europeos. Lo que muchas, muches y muchos estamos intentando con nuestro trabajo es que esa perspectiva que se erigió en universal ya no sea la única. Que en el universal entremos las gentes más diversas, las perspectivas más diversas. En este sentido -y en muchos otros- es especialmente interesante la cultura de los pueblos originarios: eso que Edoardo Viveiros de Castro, entre otros, llama perspectivismo amerindio. Lo humano, en este marco, es una perspectiva. Puede tenerla lo que nosotros consideramos ser humano, nuestra especie. También el yaguareté o el pecarí o el manatí. La humanidad es un punto de vista: el propio. Siendo así, la humanidad es el universal común de casi todos los seres, un universal lleno de perspectivas diversas. Creo que ya es hora de que ese universal raquítico, el tradicional que nos dominó hasta hace muy poco y en muchos casos todavía nos domina, se llene de otras perspectivas. Va a ser mejor y más rico para todes.
Claudia Piñeiro
Hay varios aspectos interesantes en el texto. Históricamente, lo que plantea María Elena Walsh ha sido, y en parte aún es, exactamente así: lo que menciona en cuanto a las ferias, en cuanto a la patria potestad -ahora lo vimos con el aborto- y en cuanto al debate femenino-feminista. Tantos años atrás y ella ya planteaba estos temas. En relación a las ferias, cuando se empezaron a dar cuenta de que era vergonzante no convocar a mujeres, empezaron a “armar cupo” con mesas de la ‘literatura femenina’ o de ‘las mujeres y no sé qué cosa’, y ahora se ve lo mismo con mesas de feminismo, la lucha de las mujeres, del aborto, donde seguimos siendo convocadas en cuanto a mujeres. Pero a la hora de discutir los grandes temas de la literatura universal o local muchas veces reservan los lugares para los hombres. Esto ha mejorado, hubo cambios producidos a partir de la militancia y la toma de conciencia: en las últimas ferias estuvimos varias mujeres seguidas en los discursos de apertura inaugurales, como Luisa Valenzuela, Rita Segato o yo. Creo que de algún modo quisieron reparar en los últimos años el desastre de los años anteriores. Esto ha mejorado en el mundo literario en general, pero a fuerza de lucha y protesta. Otra cosa súper interesante que dice el texto de MEW es lo de ‘extranjeras o no extranjeras’: el movimiento feminista es darnos la mano entre distintas mujeres de distintos países. Si algo discriminatorio ocurre en una feria en Chile o en Colombia, acá vamos a protestar. O lo mismo ellas protestan por lo que nos pasa a nosotras. María Elena esto lo vio mucho antes. Vio que en el feminismo hay un abordaje transnacional que no se ha dado tanto en otros movimientos. Uno de sus mayores logros.
Dora Barrancos
María Elena Walsh planteaba en 1985, a poco más de un año de recuperada la democracia, la queja feminista de la falta de reconocimiento de las mujeres, circunstancia habitual en la Feria del Libro local mitigada en la oportunidad por la presencia de la norteamericana Susan Sontag y de la italiana Dacia Maraini. Festejaba esas incorporaciones que parecían partículas en la cantera misógina de la vida cultural vinculada a la producción literaria. Pero debe entenderse que el reclamo de Walsh se extendía a la experiencia abrumadora de la discriminación femenina en todos los cuadros sociales, y en un gesto que guarda ecos de Virginia Woolf, se negaba a ubicar como “extranjeras” a las dos invitadas a la Feria, puesto que más allá de las diferencias, había una identidad de sufrimiento y de solidaridad que las acercaba al “suelo común” de todas las mujeres. Era el momento de la discusión parlamentaria de la “patria potestad”, ese instituto patriarcal que ponía en vilo las prerrogativas del mismo maternaje. Walsh se refiere de modo sarcástico a la diferencia semántica y valorativa que pretendía distinguir entre “femenino” y “feminista”, una disyunción de la arcadia patriarcal que, aunque a veces pretende aliento, está irremisiblemente en bancarrota, gracias, entre otras, a la propia notable autora.
Ariana Harwicz
Decir artista mujer es ahora habitual, por lo menos en Occidente, en cualquier feria del libro: Frankfurt, Madrid, Buenos Aires, Guadalajara, Gijón; en los premios, en el arte, en el cine, pero me impresionó mucho, tras la lectura de estas notas de MEW citando a Sontag y esto que cita del Muro de Berlín y de la marginalización, que está hablando de la muerte social de las mujeres en el arte y lo está diciendo en 1985. Me impresiona por la cercanía, porque yo ya existía y ya era una niña lectora, y porque recuerdo haber ido con mi mamá a las ferias del libro. Reveo en la memoria y recuerdo a casi todos hombres en las ferias: poetas, escritores, dibujantes, humoristas. La mujer siempre tuvo un no estatuto. Era del orden de lo inconcebible decir una artista mujer. Era un no concepto. Hay excepciones en el siglo XVII y en el siglo XVIII, en el centro de Europa, sí, pero son excepciones absolutas. Y sino el destino de toda mujer que escribía o pintaba era hacerse pasar por su marido o escribir como anónimo o con pseudónimo. Hay que ser muy consciente de esta historia. Para el canon, no hay un equivalente en la historia de Dostoievski en mujer, o de Tolstoi, Dante, Shakespeare, Cervantes, Borges, Beethoven, Mozart, Picasso o Rubens. Siempre está la idea de que los grandes faros del arte son hombres. Parece que eso definitivamente cambia y se quiebra, se modifica esa historia a partir del siglo XX y, sobre todo, a partir del XXI. Es innegable que la mujer ha sido llevada a una muerte social en el arte. Y esa revolución cultural la estamos viviendo, las escritoras de hoy que somos convocadas somos conscientes. Lo que yo desearía como escritora de ahora en más es que no se lleve a la muerte social ahora a los hombres con las teorías de género con ánimos de revancha, sino que se abra el campo del arte sin forzosamente pensarlo desde ese lugar.
Fuente: Cecilia Martínez, La Nación.