La Unión de Escritoras y Escritores, incluido el Colectivo LIJ (literatura infantil y juvenil), se movilizarán este martes 24 de noviembre a las 12 al Congreso de la Nación para exigir el tratamiento de dos proyectos de ley imprescindibles para los trabajadores de la palabra: la llamada “Ley del Libro”, el proyecto que presentó en abril de 2019 el entonces diputado Daniel Filmus para crear un Instituto Nacional del Libro Argentina (INLA), que perderá estado parlamentario en diciembre; y la jubilación para escritores y traductores, de la diputada del FIT (Frente de Izquierda y de los Trabajadores), Romina del Plá. Claudia Piñeiro, Cristina Civale, María Inés Krimer, Eugenia Almeida, Claudia Aboaf, Débora Mundani, Silvina Rocha, Enzo Maqueira, Eduardo Mileo y Marcelo Guerrieri, entre otras y otros escritores, estarán en el Congreso y también acompañando la movilización a través de las redes sociales.
A diferencia del cine con el INCAA, el teatro con el INT y la música con el INAMU, el libro no tiene un organismo propio para el desarrollo de políticas públicas. “Al no existir un organismo que piense al libro como bien cultural, cada uno de los actores del sector editorial busca salvarse como puede y, en momentos de crisis como el actual, quienes generamos los contenidos de los libros carecemos de ayudas suficientes y vemos vulnerados nuestros derechos –explica María Inés Krimer, vocal de la comisión de Políticas Públicas de la Unión de Escritoras y Escritores-. Una de las observaciones, entre otras, que formulamos al proyecto de Filmus, es la definición de libro argentino: el ISBN se obtiene solo con llenar un formulario. Creemos que los subsidios y beneficios de este Instituto deberían estar dirigidos, en especial, a la creación autoral, traducción, diagramación, ilustración e impresión argentinos”.
Enzo Maqueira advierte que es necesario “dar el primer paso para organizar un industria de la cual formamos parte fundamental y que lleva años en un proceso de decadencia, en gran medida por falta de coordinación de las políticas públicas”. El escritor, vocal de la comisión de Prensa y Acciones de la Unión de Escritoras y Escritores, analiza las ventajas y desventajas de tener un organismo que piense al libro como un bien cultural. “La primera ventaja sería la creación de un organismo autárquico, al estilo del INCAA, que permitiría fomentar la producción autoral y física del libro argentino y su comercialización: más libros, a mejor precio, a más países. En cuanto a las desventajas, será cuestión de sentar a quienes representan al sector en una mesa para pensar cuáles son y cómo las podemos resolver. Entre las editoriales y las librerías hay organización y mucha gente valiosa que puede sentarse a plantear mejoras. Pero tenemos que hacerlo ya. Argentina se merece un Instituto Nacional del Libro”.
En agosto pasado, Del Plá presentó un proyecto de ley para crear un Régimen Nacional de Jubilación del/la Escritor/a, Traductor/a literario/a, destinado a personas nacidas en Argentina o extranjeros que acrediten 15 años de residencia en el país. Los beneficiarios deberán tener una edad mínima de 60 años, acreditar ante el ministerio de Cultura de la Nación una trayectoria pública en la escritura o traducción no inferior a 15 años, haber publicado 5 obras de creación propia o 20, si incluyen coautoría artística, escritas en lengua castellana o cualquiera de las lenguas originarias. En el caso de los traductores, el número de publicaciones deberá ascender a 15 libros o 20, si incluyen coautoría artística sobre la traducción. En el artículo 7° se establece que recibirán “una asignación mensual, de carácter personal, intransferible y vitalicia”, equivalente a tres veces el haber mínimo de las prestaciones a cargo del Régimen Previsional Público del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones. En diciembre, con el aumento del 5 por ciento, el haber mínimo será de 19.035 pesos. La jubilación para escritores y traductores sería de 57.105 pesos.
“La mayoría de las personas que escriben o traducen con finalidades artísticas y literarias se dedican a esta tarea después de duras jornadas de trabajo en otros oficios, ajenos a la actividad artística –plantea Del Plá en los fundamentos del proyecto-. Muchas otras de esas personas se hallan desocupadas. Y una mínima parte de ellas puede dedicarse plenamente al trabajo en ámbitos afines a su actividad específica. Por otra parte, la mayor parte de las escritoras y los escritores se ve obligada a pagar de su bolsillo las ediciones de sus obras, carece de la cantidad y calidad de subsidios necesarios para desarrollar sus actividades y no goza de la difusión de su trabajo en los medios de comunicación. Por no tener una relación de dependencia laboral clara, carecen de beneficios jubilatorios y de servicios sociales que les brinden cobertura médica”.
Maqueira recuerda que la situación de muchas escritoras y escritores durante la pandemia fue difícil, hasta el punto de que la Unión de Escritoras y Escritores tuvo que tramitar bolsones de comida a través del Ministerio de Cultura de la Nación. “Es importante entender que la Unión de Escritoras y Escritores no sólo representa a autores de literatura. Hay de todo en nuestro gremio. Quienes escriben manuales escolares, libros de divulgación, ghostwriters… Hay una gran indefensión en nuestro gremio. Somos el eslabón más débil en la cadena de una industria que no existiría sin nuestro trabajo, y queremos los mismos derechos que cualquier otra trabajadora y trabajador de nuestro país”, concluye Maqueira.
Fuente: Página12