Mafalda Arcadini, de 22 años, estudió Filosofía y cursa el traductorado: «Mafalda seguro tuvo que ver con que me gusten tanto las Humanidades»
La voz depositada por Quino en Mafalda trascendió al personaje de historieta. La expresiva niña dibujada a base de preguntas y respuestas se volvió síntesis de profundas reflexiones y dio la vuelta al mundo con un mensaje que no ha envejecido. Asociado a una raíz germánica, el nombre de Mafalda se refiere a la «fuerza en el combate» y no resultaría difícil, de intentarlo, vincular ese significado a las batallas discursivas que el artista gráfico fallecido en el día de ayer supo librar con humor y profundidad sobre el papel en sus inolvidables tiras.
Junto al personaje de Quino, Mafalda es también nombre de princesa -Mafalda de Saboya (1902-1944), mártir de la Segunda Guerra Mundial- y, entre otros, del transatlántico puente entre la Europa migrante y América SS Principessa Mafalda, que trajo de Italia a una multitud de emigrantes a Argentina, hundido en la década del 30.
Algunos ejemplos de quienes hoy llevan el nombre muestran cómo el personaje de Quino superó los cuadraditos de la arquitectura gráfica y atravesó sus vidas. En otros casos, aunque el DNI no lo refiera, la identificación de una «Mafalda» es parte de un bautismo popular para hablar de quienes aspiran a mayores dosis de libertad y sabiduría. Según el Registro Nacional de las Personas (Renaper), hay 7.360 personas vivas que tienen Mafalda como parte de su nombre y 1.147 que lo llevan como nombre único.
Isabella Cosse, investigadora de CONICET y autora del libro Mafalda: historia social y política, señala que «innumerables mujeres» han referido haber sido apodadas así de chicas por ser «muy preguntonas» e incluso conservan «una Mafalda propia: un dibujo, una muñeca, y hay quienes se la tatuaron». Desde su óptica, «eso habla de una significación social en clave feminista que es crucial y Quino tuvo la intuición de colocar al personaje en el nudo de las tensiones generacionales y la confrontación con los mandatos de género». En sus primeros trazos, Mafalda era especialmente «andrógina, decía malas palabras y se aburría de jugar a las muñecas o de tomar el té, e innumerables mujeres se proyectaron a partir de esta composición que les permitía desentenderse de la sujeción, pensarse libres y rebeldes».
En la despedida al maestro, varias mujeres comparten la experiencia de llamarse Mafalda.
Mafalda Martínez, médica forense. «El personaje me volvió ocurrente»
Desde Córdoba capital, la médica forense Mafalda Martínez cuenta que se llama así por decisión de su padre. «Me lo pusieron por la historieta y me encanta. Tengo 50 años y en esa época la tira estaba de moda, siempre lo estuvo, pero era el boom. Cuando estaba en primaria, los chicos se reían y yo no me daba cuenta, pero cuando supe que era un personaje de una historieta, me sentí más importante y quería rendirle honor, porque me he sentido muy identificada. Creo que por ese motivo soy a veces ocurrente y hago un chiste con cualquier cosa», cuenta. «Ya sea por sus reflexiones de la vida, el amor o la felicidad o por algún pensamiento que siempre te sacaba de la realidad, como ocurre al leerla ahora».
En su etapa universitaria, a la actual científica le preguntaban si su nombre era su apellido o recibía a cambio alguna broma que le hacía tener siempre presente al personaje. Conoció solo a otras dos mujeres muy mayores que llevan su nombre. «Una de ellas me contó que se lo pusieron por un barco que trajo a los italianos de Europa». La médica cordobesa, que hoy se encuentra al frente de la batalla contra el coronavirus, cree que muchas frases recurrentes de Quino resultan motivadoras en los tiempos actuales: «¿Y vos qué tomas para estar mejor?», le pregunta en una ocasión Felipe a Mafalda. «Yo tomo distancia».
Mafalda Arcardini, estudiante de traductorado. «Tuvo que ver en mi interés por las Humanidades»
Mafalda Arcardini tiene 22 años, vive en Merlo y, tras incursionar en Filosofía en la UBA, cursa el traductorado de Inglés en el Instituto Lenguas Vivas. «Haberme criado con Mafalda seguro que algo tuvo que ver con que me gusten tanto las Humanidades. De hecho, creo que ella quería ser intérprete para trabajar en la ONU y resolver los conflictos mundiales», apunta.
Creció leyendo el libro «gigante de Toda Mafalda» y asegura que siempre fue para ella «un orgullo» llamarse así. «Mi abuela me dice que de muy chica yo me tentaba leyendo las tiras y ella no sabía si yo entendía los chistes o si me hacía reír otra cosa. No sé si entendía todo, pero creo que bastante, porque muchas frases me marcaron y todavía las recuerdo», comparte. «Amo al personaje y ya de chiquita me hizo cuestionarme un montón de cosas».
Mafalda Minnozzi, cantante. «Hice mía frases suyas: ‘¡Basta de palabras!’»
«La muerte de Quino es como si hubiera muerto un familiar, un amigo, hasta un confidente. Mafalda nació conmigo y crecimos juntas», cuenta Mafalda Minnozzi, cantante italiana que reside entre San Pablo y Nueva York, con un fuerte vínculo con Argentina. Su madre eligió su nombre en honor a la princesa Mafalda de Saboya, segunda hija del rey de Italia Víctor Manuel III y Elena de Montenegro, sin embargo, ella lo resignificó a partir de la obra de Quino.
«El personaje no fue solo un cómic sino una idea, un sueño, una voz interior que muchas veces habló en mi lugar. Mafalda de Quino siempre me sorprendió, me divirtió, me hizo compañía y algunas de sus famosas frases como ‘¡Basta de palabras! ¡Lo que quiero son hechos! ¡Si solo hubiera querido palabras me hubiera comprado un diccionario!’, las hice mías y las menciono a menudo. Cuando dice que quiere parar el mundo porque se quiere bajar es una exhortación a cambiar, a revolucionar, a creer, a tener fe en las propias ideas e ideales». Con la promesa de que en su próxima visita a Buenos Aires se sentará en el banco de San Telmo para compartir con Mafalda, la escultura, cómo le va la vida, la cantante se refiere a la particularidad de llamarse así. «Soy Mafalda hace más de 50 años y me ha dado la capacidad de identificarme con el personaje y recorrer el camino político, social y ambiental que Quino logró difundir a través de su voz. Siempre fui vivaz y rebelde. Quino se ha convertido para mí en sinónimo de intelectualidad, simpatía y profunda humanidad».
En Italia son pocas las Mafaldas, pero en Sicilia «un fragante pan casero» recibe este «término voluminoso, que tiene muchos significados diferentes en su interior y que requiere de una personalidad ecléctica, versátil y de un carácter fuerte. De lo contrario, el nombre se vuelve más importante que la persona que lo posee».
Mafalda Rita Britos, diseñadora. Un apodo que llegó para quedarse
En su DNI la diseñadora de indumentaria Mafalda Britos es Rita Britos, pero salvo sus padres y su novio nadie la llama así. «Cuando iba a la secundaria, una amiga a la que quiero mucho me puso el apodo. En ese entonces yo usaba mucho el pelo corto y se me inflaba», recuerda con humor. «Primero no me gustó, pero después me encantó lo que representaba y me volví muy fanática del personaje», señala la joven de 25 años, nacida en Formosa y residente en Rosario.
Desde entonces usa su nuevo nombre. «Hoy decís Rita y nadie me conoce. Estoy muy acostumbrada a que me digan Mafalda personas muy allegadas. Ese es mi nombre. Me llena de orgullo y me súper identifico con relación a la inocencia, la espontaneidad y con eso de decir siempre lo que piensa», agrega. También ella, cuenta, pasó por una etapa en la que discutía con su mamá porque odiaba la sopa.
Entre otras anécdotas, destaca que tras varias mudanzas nunca dejó atrás objetos de gran valor sentimental referentes a la obra de Quino. «Cuando me vine a Rosario, lo primero que agarré y que puse en la heladera fue un imán de Mafalda que hacía años me habían traído de Buenos Aires: ¡Era importantísimo!».
Casi una pieza de museo
El Fondo Quino, donado por su autor al Archivo de Historietas y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional, posee una carta manuscrita que en 1991 una persona llamada Mafalda escribió al creador del personaje. Fechada en Buenos Aires el 24 de junio de ese año, dice: «Señor Quino. Estimado dibujante (.) Cuando iba al colegio de religiosas, mis compañeras se llamaban María Mercedes, María Lurdes, y yo, Mafalda, ¡qué terror! (.) Hasta que de pronto hicieron explosión sus historietas, su muñequita. Y allí comenzó otra historia. Ud. me hizo popular y me agrada. Dicen que me identifico con este personaje, tierno, filósofo, político, de pocas pulgas. Hay muchas personas con estas características, pero no tienen la etiqueta, como yo», expresa la autora del escrito sin dar cuenta de su apellido.
Fuente: La Nación