«La sangre manda», el nuevo trabajo del estadounidense Stephen King que reúne cuatro novelas cortas, uno de los formatos que el escritor domina y que ha ido practicando con mayor frecuencia a lo largo de una carrera que ya acredita 50 obras, llegará a la Argentina en las próximas semanas.
«Todos los periodistas lo saben: la sangre vende más. La sangre atrae más. Cuanto más cruenta sea una noticia, más ojos la seguirán. Tal vez esa sea la razón por la que la detective Holly Gibney se fija en una noticia sobre una matanza en un instituto. Y más concretamente en un hombre: un corresponsal que parece estar siempre allá donde ocurre una gran tragedia».
Así comienza «La sangre manda» (Plaza & Janes), el primero de los cuatro relatos que integran el volumen y que marca el retorno de Holly, que ya apareció en la «Trilogía Bill Hodges» y en el «El visitante», pero que ahora protagoniza su primer gran caso en solitario en la nouvelle que da título a este volumen.
Las otras tres historias que componen el libro son «El teléfono del señor Harrigan», que cuenta una amistad entre dos personas de edades muy diferentes; «La vida de Chuck», una reflexión acerca de la existencia; y «Rata», donde un escritor desesperado se enfrentará al lado más oscuro de la ambición.
En cuanto a «La sangre manda», la base de este relato estuvo en la cabeza de King durante diez años y surgió cuando advirtió que algunos periodistas parecían estar siempre presentes en los escenarios de tragedias horrendas, noticias que, debido a su importancia, siempre encabezan los informativos locales y nacionales. Pero el relato quedó sin escribir, a la espera de saber qué personaje iba a seguirle la pista.
Hasta que, en noviembre de 2018, el escritor cayó en la cuenta de que tenía que Holly Gibney: «Adoro a Holly. Así de sencillo. En principio debía ser un personaje secundario en Mr. Mercedes, no más que un extra estrafalario. Pero me robó el corazón (y casi me robó el libro)», explicó el autor de «Cementerio de animales» en una entrevista reciente.
«Siempre siento curiosidad por saber qué está haciendo y cómo le van las cosas. Cuando vuelvo a ella, veo con alivio que todavía toma su Lexapro y que sigue sin fumar. También siento curiosidad, para ser sincero, por las circunstancias que la convirtieron en lo que es, y pensé que podía indagar un poco al respecto», señaló.
Fuente: Télam