¿Qué es la amistad? Sino un acto de amor que se nutre del primer elemento vital del mismo: La elección. El compartir el tiempo –ese mismo que se nos escurre sin saber cuánto nos queda– resulta la mayor muestra de devoción entre pares. ¿Qué es la amistad, entonces? Si no es el respeto mutuo por el existir del otro, y encontrar la felicidad propia en la de los demás. Como Sam y Frodo, como Thelma y Lousie e igual que R2-D2 y C-3PO, la cultura de las historias reales también nos planteó grandes amores entre seres, tal como sucedió entre Salvador Dalí y Federico García Lorca.
Al hacer archivo sobre estos artistas españoles y la relación que los unió, sobrevuela un halo de misterio compuesto de admiración y fraternidad. Jamás llegará a saberse lo que pasó realmente entre ambos jóvenes, pero sí hay algunas certezas: Se sabe que se conocieron en 1923, en la célebre Residencia de Estudiantes de Madrid. Dalí tenía 19 años de edad, y Lorca 25. Entre ellos se estableció inmediatamente un vínculo afectivo e intelectual que enriqueció sus respectivas obras. Se conocieron en su época de formación, cuando uno es una esponja, y esa amistad fue definitoria para ambos.
Este vínculo que surgió como una amistad, y derivó en un amor platónico cargado de admiración y respeto, fue la fuente de inspiración de películas y obras de teatro. Incluso sin saber con exactitud la profundidad de la intimidad. Concretamente el teatro argentino le ha dedicado cinco títulos a esta relación. Y hoy se estrena uno nuevo: Lorca/Dalí, de Martín Barreiro, en El Convento, con las actuaciones de Luciano Crispi y Jonathan Di Costanzo.
De García Lorca se conoce su declarada homosexualidad, uno de los motivos por los que fue asesinado en su Granada natal, en 1936. Se dice que también era un ser tímido, al contrario que Dalí, un hombre extravagante y con excesivo amor propio. Además, de Salvador –quien se casó con Gala Eluard en 1932, y con la que convivió muchos años hasta su muerte– se ha dicho que era un voyeur y que su sexualidad era “poco ortodoxa”. Lo cierto es que no hay registro cabal de lo que ocurrió en su intimidad, y no es necesario que exista, así la mística hará el resto.
Por aquel entonces, Lorca empezaba su relación con el mundo de las artes plásticas y del teatro. Dalí, por otra parte, había leído por influencia familiar noticias detalladas sobre la revolución que sucedía en París en esos momentos en el terreno de las artes. Ninguno de los dos pasará desapercibido en la Institución. Dalí, de hecho, será expulsado por su conducta, por segunda vez, y ésta ya definitiva, en 1926.
En los años inmediatamente posteriores Lorca lo visitará en Cataluña y luego se carteará con él, aunque cada vez de forma más esporádica. Sus estéticas, cuando se trataron, eran bien distintas, pero dadas sus personalidades poderosas y su cercanía emocional es evidente que se influyeron mutuamente.
La correspondencia que se conserva entre García Lorca y Dalí, recogida de forma exclusiva en Querido Salvador, Querido Lorquito epistolario 1925-1936, con edición de Víctor Fernández, es una de las herramientas más útiles que tenemos para considerar su amistad. De esta correspondencia se desprende que Lorca quiso seducir y deslumbrar al pintor, mientras que Dalí buscaba resultar brillante, como para estar a la altura de quien consideraba “el único genio de su tiempo”. La correspondencia, ordenada por orden cronológico y que comprende siete cartas de Lorca a Dalí y cuarenta del pintor al poeta, es a ojos del periodista: “un juego de seducción” entre ambos genios.
“Lorca da lo mejor de sí mismo, tratando de encandilar con su palabra a un Dalí que quiere estar a la altura intelectual del poeta. Uno intenta atrapar al artista en su telaraña; el otro deja hacer hasta cierto punto”, escribió Fernández. El coqueteo entre ambos llega a puntos mágicos, como las palabras que dedica Dalí a Lorca: “Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo (…) Yo iré a buscarte para hacerte una cara de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor y viviremos juntos con una máquina de retratar”.
Federico García Lorca dedicó al pintor un poema magnífico, la “Oda a Salvador Dalí”, y éste pintó el cuadro “Sant Sebastià”, dedicado al poeta. Ambos planearon en 1925, además, colaborar en el “Cuaderno de los Putrefactos”, un libro inconcluso, en el que dibujos de personajes grotescos de Salvador se acompañan por textos de Federico.
La de estos astros artísticos del siglo XX fue una relación que el propio Salvador Dalí definió como “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir” en una carta publicada en el diario El País, en 1986, dirigida al historiador Ian Gibson, a quien acusaba de tratar su relación con Lorca como si fuera “una azucarada novela rosa”.
Para 1927 el vínculo atravesaba su época dorada. Lorca estrenó la exitosa obra “Mariana Pineda” en el Teatro Goya de Barcelona, con los decorados de Dalí y avanzaba con relativa facilidad en la escritura de “El Romancero gitano”, que salió a la luz en 1928. Pero, por encima de todo, 1927 es el momento de la segunda y trascendental estancia en Cadaqués –residencia veraniega de los Dalí–, momento en el cual Lorca se propuso mantener relaciones sexuales con Salvador, que se negó. “No era la primera vez que el poeta lo intentaba”, escribió también Fernández. El propio Dalí habló de esta situación: “Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración”.
Tras esta etapa dorada, en septiembre de 1928 se inició un distanciamiento entre ambos. El reencuentro, sin embargo, tuvo que esperar hasta 1935 en Barcelona. Durante su estancia en la ciudad condal, Lorca concedió diversas entrevistas. En una de ellas afirmó: “Somos dos espíritus gemelos. Aquí está la prueba, siete años sin vernos y hemos coincidido en todo como si hubiésemos estado hablando diariamente. Genial, genial Salvador Dalí”. En este reencuentro, llegaron a pensar en colaborar en una ópera o viajar por Europa. Sin embargo, la fatalidad se interpuso en los planes de los amigos, y las balas asesinas del bando franquista acabaron con la vida del poeta.
Después de la muerte trágica de Federico, Dalí pintó “El enigma sin fin”, donde aparece su retrato, y décadas más tarde creó “Torero alucinógeno”, otra pintura realizada en memoria de Lorca. En la agonía de Salvador Dalí, negándose a comer y alcanzando a duras penas los 34 kilos de peso, la enfermera que lo cuidó aseguró que la única frase inteligible que escuchó salir de los labios del pintor fue: “Mi amigo Lorca”. A Salvador lo acompañó toda su vida la sensación de haber podido evitar el fusilamiento del poeta. No se sabe cómo ni cuándo Dalí se enteró del crimen cometido contra su amigo, sí se sabe, porque así se encargó de difundirlo el propio pintor surrealista, que su reacción al conocer el asesinato fue la exclamación “¡Olé!”. Con ese único sonido trató de equiparar la vida de Lorca con una corrida de toros, teniendo ese último episodio el valor del último gesto del poeta en la arena de la plaza.
El impacto de su historia como inspiración
De la obra de ambos se desprende una pasión absoluta en busca de nuevos horizontes artísticos y culturales; efectivamente, llegaron a cambiar el arte de su tiempo y de su país, de forma impactante y duradera. A tal punto, que su legado rompió todo tipo de barrera temporal y geográfica y desencadenó un sinfín de hechos artísticos en su honor.
Un repaso teatral histórico rápido nos trae obras como Lorca – Dalí, la otra mitad, de Daniel Bello, con dirección de Sandra Bartolomeo, estrenada en 2012; en 2013 se estrenó Los cuatro días de Lorca, un musical de Mariano Taccagni, con dirección de Rocío Rodríguez Conway; también el mismo año debutó Dalí y Lorca, diario de un viaje imposible, de Rolo Sosiuk, con dirección de Carlos Rapolla. En 2015 se estrenó Cuando caen los ángeles, el infierno de Dalí y Lorca, de Rolo Sosiuk, con dirección de Sebastián Terragni, y con el enfoque puesto en las mujeres que habitaron la historia de los artistas españoles. En 2020 se estrenó Lorca, obra con producción ejecutiva en la Argentina de Guillermo Ghio, dramatizada y musicalizada por Joel Minguet.
Ya en nuestra nueva normalidad, este amor de antaño desencadenó la producción de Lorca/Dalí, una obra teatral dirigida por Martín Barreiro, y protagonizada por Luciano Crispi y Jonathan Di Costanzo, estrenada el pasado 19 de noviembre.
“La amistad es un modo de vínculo que aún sigo redescubriendo, mucho más amplio de lo que creía –reflexionó Luciano Crispi–, me refiero a que cada vez lo percibo de manera más abierta, responsable y comprometida. Cuando una persona se alegra con mis alegrías, y esa conexión es correspondida, siento que estoy en una relación de amistad. Para mí, es un gran ejercicio de empatía y honestidad; una manifestación más del amor. Y estoy reviendo cuáles son sus posibles límites… si es que los tiene”.
Por su parte, su compañero Jonathan Di Costanzo agrega: “Para todo ser humano el amor y la amistad son pilares fundamentales para atravesar momentos vulnerables y delicados. Así como también momentos alegres y emotivos”.
A lo largo de los años hay amistades que perduran y otras que se desvanecen, pero la amistad nunca falta y es importante en las distintas etapas de nuestras vidas”.
Lorca/Dalí parte de esa premisa, e imagina el devenir de una pasión profunda y de una amistad inquebrantable. Por aquel entonces eran tiempos de cambios radicales en una España turbulenta. Imaginar y trazar el derrotero del amor de dos hombres ya no nos asombra, pero sí nos conmueve esa profunda admiración que se profesaban, que modificó hasta la forma de expresar su arte; arte considerado como genial en ambos casos.
“Inicialmente, podemos definir el vínculo entre Lorca y Dalí como una amistad. Por lo que pudimos investigar junto al director, Martín Barreiro, inferimos que fue así. La vida de uno de ellos se interrumpió trágicamente y la del otro continuó vertiginosamente. Tenemos a disposición fotografías, poemas, algunas cartas y entrevistas a Salvador. Pienso que ese vínculo comienza y termina como una amistad motorizada por la admiración mutua y una gran necesidad de búsqueda creativa. No hay certezas de que hayan intimado corporalmente, sí suposiciones. Pero justamente eso no debiera definir la amistad. Creo que cuando elegimos a una persona para compartir parte de la vida, hay un amor que decidimos llamar amistad. El erotismo, la atracción, el coqueteo, y el posible encuentro sexual no son determinantes entonces. Siento que el paradigma vincular en el que nos relacionamos actualmente está cambiando, y en la Historia siempre hubo ‘adelantados’, quizás ellos lo hayan sido”, agregó Crispi.
Las cartas que sustentan la obra, poseen un nivel de confianza profundo entre Lorca y Dalí. La familiaridad evidente se trasladó también al trabajo actoral de Crispi y Di Costanzo. “El mayor acto de intimidad entre dos seres es compartir las vulnerabilidades –plantea Crispi–, encontrarse en la libertad de abrir nuestros miedos, confusiones, y deseos más guardados. Aquello que, si lo simbolizamos en el sexo, no es el acto en sí, sino esa conversación con la luz apagada. La desnudez testigo de esas palabras que apenas podemos murmurar”.
Por su parte, Di Costanzo agrega: “Para mí, lo más íntimo de una amistad son los secretos contados y los secretos guardados. La confidencialidad, el apoyo y la complicidad entre ambas personas. Por supuesto, contando como base fundamental la confianza”.
Desde una concepción dramatúrgica que nos lleva de manera aleatoria a distintas épocas de la relación entre el poeta y el pintor, la obra dirigida por Barreiro plantea un viaje a un tiempo glorioso, lleno de luces y genios, pero también, poblado de sombras, excesos y una crueldad desatada en un país que se escinde. La puesta juega con esencias surrealistas, una teatralidad constante y una marcada poética. Lorca/Dalí es el amor que desafía y resiste, que trasciende la intolerancia, los prejuicios y a la misma muerte.
Componer los personajes fue un proceso intenso de producción actoral por parte de los artistas argentinos. “Decir que interpretar a Dalí es un desafío suena a cliché –afirma Crispi– es una experiencia que me obliga a encontrar un modo de ser, inspirado en el personaje real. La obra es un texto original con posibles fantasías de situaciones de las que se sabe poco. Basarme en el Salvador original como punto de partida, investigar sus modos, para por fin llegar a desarrollar una personalidad ficcional. La idea es que sea afín al catalán, pero yo hago un personaje dentro de una obra de teatro. Entonces ese desafío que te decía, es lograr que el público ‘olvide’ al emblemático pintor y no requiera la comparación”.
“En este proceso creativo descubrí su pragmatismo, sus silencios y su ambigüedad en cuanto a los prejuicios. Durante su vida transitó diversas opiniones y búsquedas. Sus silencios como halos de misterio y lo que posiblemente oculten, esa mirada de fuego que decía sin nombrar. Y cómo una persona puede ser tan desprejuiciada en algunos aspectos y estar sujeta a ideas u opresiones culturales al mismo tiempo”, concluye Crispi.
En esa línea, Di Costanzo sostiene: “Para mí como actor la oportunidad de interpretar a Federico García Lorca es un privilegio, por lo que él representa como persona y artista, sobre todo para el ámbito teatral. Decir Lorca es decir teatro. Así como lo mismo sucede con Shakespeare y Moliere. Uno como artista siempre busca nuevos y grandes desafíos, y este es uno de ellos. En este proceso descubrí por sobre todo su pasión, su lucha, su entrega que son admirables y motivadoras. Sus obras y su vida son inspiradoras”.
“En Lorca/Dalí, los espectadores se van a encontrar con la relación entre dos hombres que está basada en las cartas que ambos mantuvieron durante sus vidas. Todo el que leyó alguna vez Lorca se habrá encontrado con la belleza en sus trabajos, con la melodía de sus poesías, con la sensibilidad en sus obras. La emoción nunca puede faltar cuando mencionamos su persona”, finaliza Di Costanzo.
Las funciones pueden disfrutase los viernes, a las 21, en el teatro El Convento, ubicado en Reconquista 269, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y así entonces, una vez más el amor de Lorca y Dalí revivirá y se hará carne entre los espectadores, y vaya uno a saber hasta dónde llegará esa energía sin freno… ¿O acaso, no es eso también la amistad?
Por Leandro Gil
Fuente: La Nación