En su discurso al recibir el galardón la poeta, de 95 años, ofreció una irónica disculpa por una afirmación del autor del Quijote respecto al oficio de la poesía, a la que ella ha dedicado toda su vida: «No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo».
Cervantes «no imaginó jamás que ese género femenino al que se consideraba por oficio llamado a honrar y defender, pudiera caer en tan osada pretensión. Y en eso, estoy segura que acertó», sostuvo.
El discurso de Vitale ha seguido el modelo habitual del género: homenaje a sus precursores, Cervantes, Garcilaso, Baudelaire, vindicación de la lengua española -rejuvenecida y revitalizada en la orilla americana- breve exégesis biográfica y agradecimientos.
En su defensa de la poesía en el personaje de Cervantes sostuvo: «muchas veces lo que llamamos locura del Quijote podría ser visto como irrupción de un frenesí poético, no subrayado como tal por Cervantes, un novelista que tuvo a la poesía por su principal respeto».
Vitale, referente para poetas de todas las generaciones, es la quinta mujer premiada con el Cervantes, un galardón dotado con 125.000 euros (141.200 dólares), que le fue otorgado por su trayectoria poética e intelectual.
La poeta uruguaya recordó en su discurso cómo llegó a Cervantes en su Montevideo natal y se declaró agradecida y emocionada por recibir este galardón que, dijo, le ha llegado tarde.
«Mi devoción cervantina carece de todo misterio. Mis lecturas del Quijote, con excepción de la determinada por los programas del liceo, fueron libres y tardías», rememoró.
En realidad, confesó, supo de don Quijote «por una gran pileta que, sin duda regalo de España, lucía en el primer patio de mi escuela. Allí nos amontonábamos en el recreo en busca de agua».
Pero junto a la poesía que ve en el Quijote, Vitale señaló que pocos personajes como este han sido más «habitados» por la realidad.
«Porque aún lo que es astuta malquerencia vestida de supuestas precipitaciones mágicas tiene detrás acciones de criaturas humanas, que pueden ser malignas y burlonas, pero siempre comprensibles, terrestres y sin inexplicables auxilios divinos», defendió.
La poeta estuvo acompañada de su hija, la arquitecta Amparo Rama, y de dos de sus nietas, Emilia y Nuria.