Corría el año 1938 cuando Jorge Luis Borges se cruzó con la Divina Comedia. Por ese entonces, trabajaba como “hemerotecario auxiliar” en la Biblioteca Miguel Cané, ubicada en Boedo, barrio que él prefería llamar “Almagro Sur”. Como en ese entonces vivía en Recoleta, el autor de El Aleph hacía dos largos viajes para llegar a su lugar de trabajo. Fue en esa biblioteca donde encontró una edición bilingüe –italiano e inglés– del poema de Dante Alighieri. Borges lo leía en el tranvía, a la ida y a la vuelta: sabía que quien conoce el idioma español posee, de algún modo, el italiano. Por eso en determinado momento de la lectura, abandonó la versión en inglés y siguió en la lengua de Dante. Más adelante, después de revisar distintas ediciones del libro, llega a una maravillosa conclusión: para él, la Comedia podía leerse casi sin saber italiano.
La admiración que Borges sentía por Alighieri era superior. “La Divina Comedia constituye para mí una de las experiencias literarias más vívidas que me ha sido deparada en el curso de una vida dedicada a la literatura”, declara a Fernando Sorrentino en el libro Siete conversaciones con Borges. Prueba de ello son los Nueve ensayos Dantescos, una recopilación de textos originalmente publicados en diarios, donde realiza una mirada lúcida de los episodios del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso que más lo impactaron.
Pero el “Sumo poeta florentino” también aparece en su poesía, enriqueciéndola a través de un personaje, Bonconte de Montefeltro, aquél Capitán del Purgatorio. En uno de sus textos más reconocidos, el Poema conjetural, Borges imagina los últimos pensamientos de un antepasado distante, Francisco Narciso de Laprida.
Una escultura de 1865 del poeta italiano Dante Alighieri, en Piazza Santa Croce, Florencia. Foto AFP/ Vincenzo PINTO
El Doctor Laprida se había establecido en 1827 en Mendoza con su familia, escapando de la persecución de Facundo Quiroga. Declarada la guerra entre unitarios y federales, Laprida se alineó a los primeros, quienes fueron derrotados el 22 de septiembre por el General José Félix Aldao. El comandante del escuadrón, al reconocer a Laprida entre el grupo de los detenidos, lo hizo enterrar vivo hasta el cuello e hizo pasar un tropel de caballos sobre su cabeza.
En los primeros versos del poema se lee: “Zumban las balas en la tarde última./ Hay viento y hay cenizas en el viento,/ se dispersan el día y la batalla/ deforme, y la victoria es de los otros./ Vencen los bárbaros, los gauchos vencen./ Yo, que estudié las leyes y los cánones,/ yo, Francisco Narciso de Laprida,/ cuya voz declaró la independencia/ de estas crueles provincias, derrotado,/ de sangre y de sudor manchado el rostro”.
Jorge Luis Borges.
Pero más adelante, Borges escribe: “Como aquel capitán del Purgatorio/ que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, / fue cegado y tumbado por la muerte/donde un oscuro río pierde el nombre,/ así habré de caer”.
Para el poeta y traductor Jorge Aulicino, quien en 2015 publicó en la editorial Edhasa su versión completa de la obra de Dante, “Borges invita a leer la Divina Comedia, aunque quizás no todos acepten la invitación. El poema permite leer la historia del asesinato de Laprida. Pero detrás del verso del Capitán del Purgatorio que ‘huye a pie ensangrentando el llano’, hay en la Comedia una historia paralela que potencia el tono épico de la propia muerte de Laprida. Montefeltro, quien muere en el quinto Canto del Purgatorio, es un General o caudillo de uno de los dos bandos en que se disputaba el poder en el Norte de Italia en aquella época. El cadáver de Montefeltro jamás se encontró, que es lo que sucede, de acuerdo a algunas versiones, con el cadáver de Laprida. Y es allí donde empieza a desaparecer un cuerpo”.
Jorge Aulicino, poeta y traductor de «La divina comedia», de Dante Alighieri. Foto Hernán Rojas
Si bien Borges, en cierto modo, anuncia que se trata de una cita de Dante al referirse a “un Capitán del Purgatorio”, toma textualmente el verso siguiente. En italiano se lee fuggendo a piede esanguinando il piano, que en 2015 Aulicino traduce como “huyendo a pie y enrojeciendo el llano”. “No creo que todo el mundo se dé cuenta de que la cita del verso de Dante es textual, palabra por palabra”, señala el poeta y traductor.
Tal es el caso de los grandes poetas, las lecturas de Borges enriquecieron su obra. “Yo había leído mucho antes el Poema conjetural que el Infierno de Dante. Y cuando vi quién era el capitán que corría ensangrentando el llano el poema adquirió otra densidad”, subraya Aulicino.
Fuente: La Nación