Haruki Murakami (Kioto, 74 años) habló en Gijón frente a un público compuesto por los mil miembros de 93 clubes de lectura de bibliotecas públicas. Allí, dialogó sobre el oficio de escribir que lo ha llevado a ser eterno candidato al Nobel de Literatura.
En su tercera visita a España, Murakami dijo sentirse «agradecido» por un galardón para el que, al igual que para el Nobel, sonaba hace décadas. El acta del jurado reconoció su capacidad para expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo como la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo o el cuidado del cuerpo y la propia reflexión sobre el quehacer creativo, además de un carácter de «puente» entre la cultura oriental y la occidental del que reniega. «Yo solo escribo lo que me da la gana y no pienso nada sobre desempeñar un papel del Este o del Oeste, ni en servir de puente», sostuvo.
“El trabajo del escritor es bajar a las profundidades de la conciencia. Si la conciencia es una casa, con sus diferentes pisos, el escritor tiene que bajar, no al sótano, sino al segundo sótano”, manifestó el escritor, de voz grave, sencillamente vestido y en zapatillas.
Esa profundización en la esencia humana explica, según el autor, que su obra sea bien recibida por jóvenes y mayores, hombres y mujeres, de diferentes culturas, porque en el fondo donde se ubica la esencia humana todos somos muy parecidos.
Autor de más de 20 novelas, decenas de relatos y más de media docena de ensayos, Murakami ha sido criticado por introducir en su obra muchos elementos de la cultura occidental en detrimento de la tradición nipona, y sobre eso expuso en el encuentro.
“Mi padre era profesor de literatura japonesa, y mi madre, hasta casarse, también”, explicó Murakami, “por eso me alejé de la literatura japonesa. Pero soy japonés, vivo en Japón, escribo en japonés y como comida japonesa. Ahora que mi estilo se ha asentado, ya no me critican por esto”. Un estilo del que el autor ha destacado la “belleza del ritmo y de la melodía”, en respuesta a las dudas de los clubes de lectura, que leyeron sus preguntas con solemnidad y entre frecuentes aplausos, que se intercalaban con las risas de los presentes.
Murakami escribió su primera novela cuando tenía 29 años. “Fue algo que cayó del cielo, al ir a ver un partido de béisbol en primavera, nunca imaginé que podría escribir algo así. Y así ha sido siempre y así sigo, esperando que sigan cayendo cosas del cielo”, relató con los brazos hacia el cenit.
Su afición por las maratones en relación a la escritura fue otro de los tópicos del encuentro. “Cuando salgo a correr, trato de no pensar en nada, de vaciar la cabeza, no es fácil. Pero escribir, sobre todo cuando son novelas largas, es exigente físicamente. Nunca me creen cuando lo digo”, manifestó, según consigna el diario El País.
Antes de dedicarse de lleno a la escritura, Murakami trabajó como traductor de autores como Truman Capote, Scott Fitzgerald, J.D. Salinger, Raymond Caver o John Irving, a los que leyó en inglés. Fue cuando cerró el bar de jazz que tenía en Tokio junto a su esposa, llamado Peter the Cat, cuando decidió dedicarse por completo a la literatura: su «desafío» consistió en cómo expresarse en lengua japonesa a partir de la innegable influencia que habían tenido sobre él esos autores.»Me vino bien trabajar todo el tiempo concentrándome en escribir como un escritor dedicado solo a ello. Fue muy difícil compaginar dos profesiones», recordó sobre los primeros pasos de una carrera literaria.
Murakami es cultor de una narrativa sencilla, de diálogos lacónicos, con ambientes donde el realismo mágico se entrelaza con la ciencia ficción y temas como la soledad, el aislamiento, la búsqueda de la identidad o el amor. El particular cóctel literario, desde la novela «Tokio blues» (Tusquets), escrita en 1987, atrapó a lectores por todo el planeta. “Me gustan autores como García Márquez, pero no me gustan los ismos. Así que más que realismo mágico creo que hago murakamismo. No tengo maestros, ni discípulos. Soy solo yo. Es mi negocio”, ha concluido.