“El ser humano es antes que nada alguien que no puede vivir sin el reconocimiento de los demás. Y el amor es una de las formas más maravillosas que tiene de manifestar ese reconocimiento”, dice el reconocido psicólogo y escritor, Gabriel Rolón, quien escribió el bestseller Historias de Diván. Para el especialista, cuando alguien ama a otra persona “lo que hace es decirle que es diferente del resto y le genera emociones maravillosas porque en un mundo en blanco y negro, quienes nos aman, nos llenan de color”.
En una charla del ciclo Aprendemos Juntos 2030, la plataforma con contenidos inspiradores del BBVA, Gabriel Rolón sostiene que nos encontramos en la era de la incomunicación y el desencuentro, e insiste en “comunicarnos de verdad y usar palabras que nos representen”. Se refiere al poder que tiene el amor en las personas y resalta la importancia de construir momentos eternos, “donde uno no tiene ganas de hacer nada más que lo que está haciendo”. Destaca la necesidad de tomar coraje y vivir con intensidad, como si no hubiera un mañana.
Para ejemplificar esta teoría, Rolón trae a escena la película Elsa y Fred que narra la cautivante historia de una pareja de adultos mayores, ella argentina y él español, que se encuentran sin esperárselo, de manera casual.
“Un día la mujer se muda a un departamento que tiene de vecino a un hombre que desde que enviudó, no volvió a reír, ni a ser feliz, incluso se juró no volver a decir te quiero nunca más”, relata el psicólogo. Pero, “llegó un momento en el que ella, llena de energía, se empezó a dar cuenta de que la persona que tenía del otro lado de la pared, le gustaba”, continúa Rolón.
Dispuesta a conquistarlo, “empezó a buscar excusas para acercarse a su vecino hasta que logró invitarlo a comer a su casa”, cuenta Rolón. El tiempo pasaba y de a poco “se empezó a enamorar. Incluso consiguió que este hombre se alejara de esa pasión de muerte que lo invadía y recuperara las ganas de vivir. De a poco volvió a sonreír, a bailar, a salir”, dice el psicólogo.
Cuenta también que durante una escena en la cocina, ella le comentó: “Tenemos que ir al supermercado” , a lo que él respondió: ´Dejé una nota en la pizarra con la lista de las cosas que hacen falta´. Cuando ella se acerca y lee, descubre que la única cosa escrita en el pizarrón es ´te quiero´”. Y aclara que si bien él había prometido que no iba a decir estas dos palabras nunca más, no había dicho que no las iba a volver a escribir. “A través de la escritura, encontró una manera de expresar lo que sentía”, remarca Rolón.
Acto seguido, “ella se dio vuelta, lo abrazó y se puso a llorar de alegría”. Pero como toda historia romántica, esta también tiene sus matices grises: “hay un momento en el que él se entera de que ella tiene una enfermedad terminal que venía ocultando.
Después de recibir la noticia, como un romántico empedernido, decidió hacer realidad el sueño de su amada quien durante toda su vida había anhelado ser la protagonista de La Dolce Vita: entrar de noche y vestida en la Fontana di Trevi en Roma y le regaló dos pasajes a la ciudad eterna.
“Cuando llegaron a la fontana, él le dice: ´Acá está tu sueño”. Pero ella le contestó que aún faltaba una cosa: meterse en la fuente como la protagonista de la película. Con gran seguridad se mojó los pies e invitó a su compañero a meterse a la fuente. Al principio, él se resistió debido al frío y al temor de enfermarse si se mojaba.
Fiel a su personalidad, decidida y llena de energía, le insistió a tomar coraje y mojarse: “´¿Te importa mucho si te morís ahora en mis brazos?´ le preguntó. Él agachó la cabeza y se metió en la fuente. ´Simplemente te amo como nunca amé a nadie en la vida”, le confesó ella muy enamorada. Rolón expresa que con este gesto ella no solo le devolvió la pasión de vivir sino que logró detener el tiempo por un instante”.
Señala que en ese momento, “no había ni pasado ni futuro. Lo poco que les quedaba estaba allí, en ese abrazo que se dieron una madrugada fría en la fuente de Roma”. “Aquellas dos personas estaban viviendo con una intensidad como pocas veces se vive”, agrega Rolón.
A modo de cierre, el psicólogo aconseja que al igual que esta pareja, todos pueden construir “momentos eternos” como este. Para el especialista, la eternidad ocurre cuando el pasado, el presente y el futuro conducen a un mismo tiempo y “uno no tiene ganas de hacer nada más que aquello que se encuentra haciendo en ese preciso instante”. Para concluir, Rolón alienta a las personas, sin importar la edad, a tener la valentía de construir muchos momentos eternos.
Fuente: La Nación.